domingo, 17 de diciembre de 2017

17 diciembre: ALEGRAOS...

Liturgia:  Domingo 3º Adviento, B.- ALEGRÍA
                      Entramos en la segunda parte del Adviento, aunque este año queda “tragado” por el tercer domingo del adviento, un domingo que nos invita a la alegría, como reza la 2ª lectura (1Tes.5,16-24) que, sin llevar la voz cantante, sin embargo expresa el sentimiento dominante ante la cercanía de la Navidad: Estad siempre alegres. Sed constantes en la oración. En toda ocasión tened la acción de gracias: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. Todo un programa condensado para esta semana que nos separa de la Navidad, y todo un programa de vida para lo que nos queda por delante, si hemos comprendido y asumido que el adviento no se quiere quedar en “período litúrgico” sino ser un acicate para vivir una realidad mejor en adelante.
          Por eso, no apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía, sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno Un discernir a la hora de tomar posición ante las cosas. Ni se rechazan de antemano, ni se escogen. Se examinan y se queda uno con el camino y modo que es bueno y que es mejor.
          De ahí que guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro ser, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.
          Pienso que esta lectura como base de análisis de nuestra vida diaria, sería un gran paso para aquilatar nuestro modo de ser y proceder. Cada frase es una llamada, y nos sintetiza aspectos que hemos de tomar en consideración si queremos dar a Dios una respuesta más acorde con sus deseos sobre cada uno ante la realidad de la venida del Señor, que se nos va acercando poco a poco, día a día, hasta ese momento de su venida final.

          La 1ª lectura (Is.61,1-2.10-11) es el anuncio profético de la llegada del Mesías, que luego Jesús se aplicó a sí en la sinagoga de Nazaret El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor. Todo un programa de lo que va a ser la llegada del Mesías salvador. Concluye la lectura insistiendo en el gozo y la alegría, como un sentimiento que ya bulle dentro del corazón de los fieles que esperan ver a Jesús: Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios, porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo. El alma ya desborda como ansiando ese momento que se viene encima de la Navidad, y juntamente vive la paz interna de saber que camina hacia un encuentro definitivo en que ya no será espera sino posesión.
          Concluye la liturgia con el evangelio de San Juan (1,6-8.19-28) en el que el protagonismo es para Juan Bautista, que es el precursor de Jesús, y por el que la liturgia nos dice: “Ya está ahí el Mesías”. Un hombre “testigo para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz”.
          Cuando su movimiento espiritual tomó entidad y dejó extrañados a los sacerdotes y a los mentores religiosos de Israel, éstos enviaron embajada a Juan para preguntarle si él era el Mesías. El confesó sin reservas: No lo soy… Yo soy la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor. Contraposición entre la religión oficial que salía del templo y la novedad de algo que viene de parte de Dios, del “desierto” donde no hay prejuicios de fórmulas ya hechas y actitudes empedernidas. Desde “el desierto” se trata de proclamar que se allane el camino porque va a entrar el Mesías.
          Para esa nueva realidad Juan Bautista bautiza pero con agua. Un bautismo meramente simbólico. Porque el Bautismo de verdad lo va a traer el Mesías, que viene detrás, el que ya está en medio de vosotros, aunque no lo conocéis, y al que Juan no es digno ni de ser su criado.

          Que estos pensamientos alegres, emocionados, anunciadores de una gran Noticia, sean vividos en toda su fuerza al participar hoy de la EUCARISTÍA. Que nos bullan dentro las alegrías a las que nos invita la liturgia y que desechemos por completo las fáciles nostalgias que se acumulan desgraciadamente en estos días, como si tuvieran que ser las grandes fechas del Nacimiento del Señor cuando tengamos que echar mano de los recuerdos. Dios haga que superemos sentimentalismos y vivamos a pleno pulmón el gozo indecible de Cristo que viene a nuestro mundo.



          Acercándonos a la Navidad, queremos la gracia del Señor para celebrarla con alegría.

-         Para que vivamos la alegría a la que nos invita hoy la liturgia. Roguemos al Señor.

-         Para que entre los muchos reclamos de estas fiestas próximas, nos quedemos con lo bueno. Roguemos al Señor

-         Para que vivamos en nosotros el “año de gracia” según la enseñanza de Dios, Roguemos al Señor

-         Para que la Eucaristía dominical sea faro para toda la semana, y en ella tomemos fuerzas para vivir nuestro sentido cristiano, Roguemos al Señor.



OREMOS: Que aprovechemos, Señor, este impulso final para responder a las llamadas internas que pones en nuestro corazón. Lo pedimos por Jesucristo N.S.

1 comentario:

  1. Vivimos demasíado pendientes de nosotros mismos; no precisamente para darse a los demás..A veces hacemos verdaderos sacrificios para mejorar nuestro aspecto físico ejercicios, tatuajes, cirugía...Pasmos hambre para controlar los Kilos, hacemos yoga, logramos unos retos personales de tipo deportivo, económico, laboral... Pero la palabra abnegación, entendida como renuncia a un objetivo personal para conseguir un bien superior para beneficiar a otro, no está ennuestro diccionario; y vienen los desacuerdos y las crisis familiares. San Juan Bautista, en nuestra cultura, no encajaría.Él no se promociona a sí mismo, al contrario, afirma que no es digno de desatar las correas del calzado de aquél que tiene que llegar...¿Nos atrevemos a escuchar su voz? Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos. Toda carne verá la salvación de Dios.(Lc,3).

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