sábado, 2 de diciembre de 2017

2 diciembre: Fin del año litúrgico

Liturgia:
                      La lectura de ayer queda explicada (en lo posible) con la lectura de hoy (Dn.7.15-27), y como ya se dijo, las fieras aquellas que aparecían en la visión estaban representando reinos e imperios enemigos que, posiblemente se daban en los reyes del mismo Pueblo de Dios. Por ejemplo la cuarta bestia que proferirá palabras contra el Altísimo y pondrá a prueba a los santos, se está refiriendo al rey Antíoco Epifanes (primer libro de los Macabeos, 1,41-52), que prohibió el sábado y las fiestas. El “tiempo” que se señala es el tiempo que duró la persecución de Antíoco. Período de calamidades que duró tres años (o “tiempos”) y medio, que es acortado en atención a los “santos”, los elegidos. Es decir: no llega a “siete” que es el número de totalidad. Dominará finalmente el poder del Altísimo, cuyo reino es eterno, en contraposición con los otros tiempos de los reinados de los reyes enemigos. Y el reino será entregado a los santos del Altísimo, y se someterán todos los soberanos.

          Pasamos al evangelio final del año litúrgico (Lc.21,34-36) que quiere ponernos ante nuestro final. Y para ello las recomendaciones concretas de que no se os embote la mente con el vicio y la bebida y la preocupación del dinero… Hay que guardarse muy mucho de que aquel día caiga de repente. ¡Nunca debe coger de repente, inesperadamente…! porque hay que estarse esperando siempre mientras estamos en la vida: estad siempre despiertos, pidiendo la fuerza para escapar de todo lo que está por venir]. Es la incertidumbre del final, que es directamente aplicable a la vida de cada persona. Lo que recomienda el texto de Lucas es mantenerse en pie ante el Hijo del hombre, postura propia de tener buena conciencia y no tener que esconderse. Claro que aquí no valen los escondites, porque la vida siempre queda patente ante Dios.

         
          Hemos llegado al final. Si pudiéramos recordar cómo lo empezamos…, cuántos deseos y proyectos tuvimos al empezar… Es verdad que los adelantos en nuestra actitud de respuesta a Dios no es cosa que se pueda ver en pequeños espacios de tiempo. Pero tampoco podemos dejar de mirar en qué estadio nos encontramos. Y lo que importa es que echando la mirada atrás, podamos tener una experiencia de mejora, de purificación interior, de pasos dados en nuestro caminar hacia adelante.
          Lo normal es que no notemos grandes pasos, pero también debe ser normal que comparando el momento presente con “el anterior”, nos sea posible vislumbrar avances…., unas veces en la corrección de algún defecto; otras en la consecución de alguna nueva actitud…, el dominio de tal situación “desordenada”… [Y me expreso en el lenguaje ignaciano, en el que “desorden” es aquello que no se hizo puramente por Dios].
          Con lo cual podemos examinar nuestros afectos, nuestras preferencias, nuestras actitudes, nuestras reacciones, nuestros juicios y comentarios, el dominio de nuestros impulsos…, y tantas cosas más como cada cual puede concretar en su mundo propio. ¿Podemos encontrar algún aventajamiento personal?
Lo que no nos debe hacer es girar sobre sí mismo y solamente analizar si se estuvo bien en la parte espiritual. Hay que abrir el horizonte a la relación hacia afuera, a lo familiar, la vida social, a lo que exigió cierto sacrificio o desprendimiento…, a la respuesta ante quien nos resulta simpático y ante quien “nos cae gordo” y somos proclives a enjuiciarlo, a que instintivamente nos caigan mal “sus cosas”.
La pregunta que nos debemos hacer en nuestro interior es si tal o cual manera de hacer, fue agradable a Dios o no. No nos paremos ante el concepto de “pecado”, y ni siquiera de nuestra propia deficiencia que nos hace “sentirnos feos”. Hay algo más fino, más sutil, y es si tal reacción, si tal pensamiento, si tal respuesta, etc., fue agradable a Dios, o pudo serle desagradable, porque allá en el fondo de nuestra conciencia no las tenemos todas consigo de haber sido limpios de corazón.

Se acaba el año litúrgico. Pero parece ser que el Señor aún no ha llamado a salir a su encuentro de modo definitivo. Lo importante entonces es abrirnos al nuevo período que se nos brinda y poderlo plantear con una finura de alma aún mayor.

1 comentario:

  1. ¡Estad despiertos todo el rato, firmes, pidiendo al Padre mucha fuerza para mantenernos erguidos ante el Hijo del hombre! (Lc, 21).
    El Evangelio de hoy nos dice que los excesos son malos para el cuerpo y para el alma, todos. Es muy triste andar de aquí para allá, como un alelado, perdiendo el tiempo alegremente en mil cosas y dejar de lado lo que es realmente importante...Pararnos, de vez en cuando y depositar en las manos de Dios nuestros afanes es la medicina recomendada.

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