Liturgia:
Es curiosa esta lectura 1ª
(Is.48,17-19) que está toda ella en condicional: Una parte es como la queja de
Dios porque no ha habido respuesta a sus dones, que recuerda cómo y cuántos
hubieran sido. Otra parte es una llamada: si se cumple la condicional, llegarán
todos esos dones del Señor. Como dice la lectura, el Señor expresa que te enseño para tu bien. No te amenazo
queriendo castigarte. Te aviso para poder bendecirte con mis dones: te guío por el camino que sigues, por el
camino por el que estás avanzando en tu encuentro conmigo.
Y ahora vienen las condicionales:
-Si hubieras atendido
a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar, tu
progenie sería como arena, como sus granos los vástagos de tus entrañas;
-tu nombre no sería
aniquilado ni destruido ante mí.
Tu paz como un río o tu justicia como olas del mar, indica
algo que fluye, que no se acaba, que tiene “vida”…
Tu progenie como arena: se entiende como la incontable y
abundante arena de la playa…; así los vástagos de tus entrañas.
Nombre no aniquilado ni destruido ante Dios, es estar
escritos en el libro de la vida, de la donación de gracias del Señor.
¿Se cumplieron las condicionales?
La verdad es que aquel pueblo desembocó en el rechazo del
Mesías. Paz y justicia perdidas. Río y olas que mueren sin haber dado vida.
Arena de desierto quemada por el sol. El nombre de Dios, su voluntad, su
Palabra vida, no fue acogida y aceptada.
Tenemos el dilema cuando ya estamos a punto de concluir la
primera parte del adviento. ¿Qué tal nuestro “río” que fluye y da vida? ¿Qué
tal nuestra ola que siempre viene hacia la playa y le infunde alegría? ¿Qué
playa, qué arena incontable da frutos en nosotros apara vitalizar nuestro
camino del adviento? Te enseño para tu
bien, te guío por tu camino de hoy…
El evangelio es también una queja de Jesús ante un pueblo
que no sabe reaccionar ante nada: Mt.11,16-19.
Es como aquellos niños en la plaza que se echan en cara no
reaccionar ante ningún estímulo. Se
parece esta generación a los niños sentados en la plaza que gritan a otros:
“Hemos tocado la flauta y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones y no
habéis llorado”. Es el sentimiento que Jesús experimenta ante aquel pueblo
que ni aceptó la exigencia de Juan Bautista, que ni comía ni bebía, diciendo de
él que “Tiene un demonio”. Pero es
que viene Jesús que come y bebe, y es acusado de borracho y comilón, amigo de publicanos y pecadores.
¿Qué quiere ese pueblo? ¿Qué se le puede ofrecer? También
aquí estaría esa condicional, que expresaría la perplejidad de Jesús ante
aquella realidad que tiene delante. ¡Con lo que él haría en ese pueblo si lo
aceptasen!
No me resisto a hacer la trasposición a la “generación” de
hoy, esa generación que ha dejado a Dios y vive al margen de Dios o en contra
de Dios. ¿Qué diría Jesús si se sentara en nuestras calles y viera pasar ese
aluvión de gentes que viven sin Dios y sin conciencia? Lamentaría Jesús que ese
río y esas olas que provienen de la mano de Dios, no eran aceptadas aunque son
la vida fecunda que Dios ofrece. Vería a esa generación como arena muerta, sin
vástagos, porque el mundo se ha metido en su placer, en su comodidad, en su
liviandad…, y ha roto la cadena de le vida, la que tenía que multiplicarse como
las arenas del mar.
Precisamente estos días la previsión demográfica nos
“obsequia” con una predicción escalofriante: para el año 50, España tendrá 76
jubilados por cada mano de obra. Y por tanto sin posibilidad de mantener las
cotizaciones para las pensiones de la gente mayor. España está a la cola de la
demografía porque las familias no tienen hijos. Y ese es un problema con varias
raíces, y una de ellas es la vida de la sociedad de espaldas a los proyectos de
Dios.
Por eso la queja de hoy en estas dos lecturas nos llega muy
directa. Las condicionales –que eran los planes de Dios y la vida nueva que
traía Jesucristo- no se han cumplido. Y toda la bola rueda en contra. Y lo
terrible es que la bola rueda y cada cual echa la culpa a otros y reivindica
derechos sin afrontar obligaciones. El resultado ya se vislumbra. El adviento
lo denuncia, Las conciencias han de despertarse y tomar la parte que a cada uno
le toca.
Pero los hechos dan
razón a la Sabiduría de Dios, concluye Jesús este evangelio.
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