viernes, 15 de diciembre de 2017

15 diciembre: Condiciones y quejas

Liturgia:
                      Es curiosa esta lectura 1ª (Is.48,17-19) que está toda ella en condicional: Una parte es como la queja de Dios porque no ha habido respuesta a sus dones, que recuerda cómo y cuántos hubieran sido. Otra parte es una llamada: si se cumple la condicional, llegarán todos esos dones del Señor. Como dice la lectura, el Señor expresa que te enseño para tu bien. No te amenazo queriendo castigarte. Te aviso para poder bendecirte con mis dones: te guío por el camino que sigues, por el camino por el que estás avanzando en tu encuentro conmigo.
          Y ahora vienen las condicionales:
          -Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar, tu progenie sería como arena, como sus granos los vástagos de tus entrañas;
          -tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí.
          Tu paz como un río o tu justicia como olas del mar, indica algo que fluye, que no se acaba, que tiene “vida”…
          Tu progenie como arena: se entiende como la incontable y abundante arena de la playa…; así los vástagos de tus entrañas.
          Nombre no aniquilado ni destruido ante Dios, es estar escritos en el libro de la vida, de la donación de gracias del Señor.
          ¿Se cumplieron las condicionales?
          La verdad es que aquel pueblo desembocó en el rechazo del Mesías. Paz y justicia perdidas. Río y olas que mueren sin haber dado vida. Arena de desierto quemada por el sol. El nombre de Dios, su voluntad, su Palabra vida, no fue acogida y aceptada.
          Tenemos el dilema cuando ya estamos a punto de concluir la primera parte del adviento. ¿Qué tal nuestro “río” que fluye y da vida? ¿Qué tal nuestra ola que siempre viene hacia la playa y le infunde alegría? ¿Qué playa, qué arena incontable da frutos en nosotros apara vitalizar nuestro camino del adviento? Te enseño para tu bien, te guío por tu camino de hoy…

          El evangelio es también una queja de Jesús ante un pueblo que no sabe reaccionar ante nada: Mt.11,16-19.
          Es como aquellos niños en la plaza que se echan en cara no reaccionar ante ningún estímulo. Se parece esta generación a los niños sentados en la plaza que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado”. Es el sentimiento que Jesús experimenta ante aquel pueblo que ni aceptó la exigencia de Juan Bautista, que ni comía ni bebía, diciendo de él que “Tiene un demonio”. Pero es que viene Jesús que come y bebe, y es acusado de borracho y comilón, amigo de publicanos y pecadores.
          ¿Qué quiere ese pueblo? ¿Qué se le puede ofrecer? También aquí estaría esa condicional, que expresaría la perplejidad de Jesús ante aquella realidad que tiene delante. ¡Con lo que él haría en ese pueblo si lo aceptasen!
          No me resisto a hacer la trasposición a la “generación” de hoy, esa generación que ha dejado a Dios y vive al margen de Dios o en contra de Dios. ¿Qué diría Jesús si se sentara en nuestras calles y viera pasar ese aluvión de gentes que viven sin Dios y sin conciencia? Lamentaría Jesús que ese río y esas olas que provienen de la mano de Dios, no eran aceptadas aunque son la vida fecunda que Dios ofrece. Vería a esa generación como arena muerta, sin vástagos, porque el mundo se ha metido en su placer, en su comodidad, en su liviandad…, y ha roto la cadena de le vida, la que tenía que multiplicarse como las arenas del mar.
          Precisamente estos días la previsión demográfica nos “obsequia” con una predicción escalofriante: para el año 50, España tendrá 76 jubilados por cada mano de obra. Y por tanto sin posibilidad de mantener las cotizaciones para las pensiones de la gente mayor. España está a la cola de la demografía porque las familias no tienen hijos. Y ese es un problema con varias raíces, y una de ellas es la vida de la sociedad de espaldas a los proyectos de Dios.
          Por eso la queja de hoy en estas dos lecturas nos llega muy directa. Las condicionales –que eran los planes de Dios y la vida nueva que traía Jesucristo- no se han cumplido. Y toda la bola rueda en contra. Y lo terrible es que la bola rueda y cada cual echa la culpa a otros y reivindica derechos sin afrontar obligaciones. El resultado ya se vislumbra. El adviento lo denuncia, Las conciencias han de despertarse y tomar la parte que a cada uno le toca.

          Pero los hechos dan razón a la Sabiduría de Dios, concluye Jesús este evangelio.

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