jueves, 21 de diciembre de 2017

21 diciembre: María e Isabel

Liturgia:
                      Vamos siguiendo a Lucas, que es el evangelista de la Infancia, y que ha narrado más aspectos de aquellos hechos preliminares a la infancia de Jesús. Nos acaba de mostrar las dos anunciaciones, la de Zacarías en el templo y la de María, en Nazaret. Dos anuncios en la misma línea de presentación de la venida del Mesías, primero con la gestación de Juan, que Zacarías no llegó a creerse totalmente, y pidió señal… El mensajero divino le dio la señal de su mudez. Al fin y al cabo era una señal inequívoca de que Dios estaba detrás del anuncio.
          La otra anunciación, a María. Y en María plena disponibilidad a los proyectos de Dios. Sólo necesitaba saber en concreto cómo quería Dios desarrollar su proyecto. No pide señal, aunque el ángel se la da: su pariente Isabel está de seis meses, aunque era una mujer consideraba estéril.
          En cuanto María se rehace del impacto de su anuncio, María decide irse a ayudar a Isabel. [Lc.1,39-45]. Y marchó a la montaña, donde vivía el matrimonio. En cuanto el saludo de María llegó a su parienta mayor, se levanta una catarata de emociones en los que Isabel nota claramente que el hijo de sus entrañas da saltos en su vientre. Y a voz en grito, –muy propios de la cultura hebrea- comienza a decir, llevada por un Espíritu superior (“había quedado llena del Espíritu Santo”, dice el evangelista): “bendita Tú entre las  mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”. 
Zacarías salió precipitadamente, entre asustado y curioso: ¿qué pasaba allí? ¿Qué le había ocurrido a su mujer? Yo no sé si Isabel tuvo siquiera en ese momento una palabra explicativa de que aquella muchachita era su pariente María… Más bien fue María la que se adelantó a saludar a Zacarías. Seguía Isabel en sus mil revoluciones por segundo, como abstraída de todo lo demás.
Podemos imaginar la cara de sorpresa y admiración de María. No había mediado palabra ni explicaciones. Ella no había hecho más que saludar, y no salía de su asombro. Pero es que Isabel seguía en su paroxismo místico (allí solamente podía haber hablado Dios), y a María se le viene encima aquello, que es un reconocimiento público del misterio que había guardado con tanto celo... ¿Quién soy yo –sigue exclamando Isabel- para que me visite la Madre de mi Señor? ¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que ha dicho el Señor, se cumplirá".  Zacarías mismo estaba absorto. No podía hablar pero se hacía plenamente consciente de las palabras de su mujer. Y él también estaba emocionado porque estaba comprendiendo que el Mesías Salvador se le metía por sus puertas, bajo el claustro de María.
Isabel se calmaba. María estaba con los ojos bajos, entre extasiada y pudorosa. Y cuando ya pudo hablar, lo que más me encanta es que María no dijo a nada que no… No podía decirlo. (Existen personas que parecen quererse como quitar de encima las alabanzas que reciben. Por supuesto María no es así). Cuanto Isabel le ha dicho es verdad. ¿Qué es bendita y agraciada entre todas las mujeres? - Es verdad. ¿Qué es bendito el fruto de su vientre? - ¡Sin la menor duda! ¿Qué la llamarán bienaventurada todas las generaciones? - Lo más seguro. ¿Qué el niño de Isabel dio saltos en el seno de su madre al saludar Ella, que llevaba dentro al propio Hijo de Dios? - Pues no le extraña nada… Está envuelta en la esfera de lo sobrenatural, y ya sabe ella lo que Dios es capaz de hacer…

Las dos posibles primeras lecturas, a elegir, no narran ningún episodio paralelo en el Antiguo Testamento. Lo que narran son emociones ante las visitas de Dios o –también- refiriendo la visita de María a Isabel. Si es el Cantar (2,8-14) es la búsqueda que el Amado hace de su amada, con bellas y poéticas (=místicas) imágenes. Reflejan la maravilla que luego se verificará en el encuentro de María, con su Hijo en su seno, llegando a la casa de Isabel. Levántate, Amada mía, hermosa mía, Paloma mía…: ven a mí, déjame oír tu voz; tu voz es dulce, tu figura, hermosa.

Si es la lectura tomada de Sofonías (3,14-18) es el grito de satisfacción por el encuentro: Regocíjate, grita de júbilo y gózate de todo corazón…: el Señor tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva; él se goza y se compadece de ti, y se alegra con júbilo como en día de fiesta. Doble alegría: en Isabel, admirada ante María; María que también se regocija en aquella alegría de isabel. Y que, como veremos mañana, se convierte en un emocionado canto de agradecimiento a Dios.

1 comentario:

  1. Estamos ante un hecho histórico porque la maternidad de María no solo fue moral, fue física y determina la Presencia del Mesías en el mundo. La maternidad moralnos llega por la Fe. La Fe significa recibir el pensamiento divino y hacerlo propio. Este pensamiento divino nos eleva y nos mueve al servicio.María también experimentó este empuje divino y le dió fuerza para hacer un penoso viaje y para ayudar a su anciana prima y convertirse en Madre de Dios.

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