viernes, 22 de junio de 2012

Mateo 6, 19-23


             El “OJO DE TU INTENCIÓN”
             Antes de abrir el “correo” para mantener una equidistancia e independencia, voy a lo substancial.  Quiero decir: no quiero entrar en comentarios sobre comentarios, si los hubiere.  Y menos con ese fondo dorado tan molesto que GOOGLE le ha puesto a las respuestas, que con dificultad se pueden leer.
             No deja de ser sintomático –y lógico- que donde entren más comentarios sea a propósito de los temas “esotéricos” que –al final de cuentas- es lo que nadie sabemos ni podemos saber…, y aunque lo sepamos, lo que no podemos manejar.  Por algo yo desvié el tema a LO PRÁCTICO, al CORAZÓN…
             Y hoy viene Jesús en el Evangelio a hacer lo mismo.  Los fariseos discutían de cuestiones abstrusas, que poco podían resolver, o resolvían “por emotividades” o conveniencias.  Pero quedaban parados cuando Jesús les ponía las cosas prácticas sobre el tapete.
             Hoy habla Jesús y dice: No os perdáis en “tesoros de la tierra”, que eso se lo come la polilla, o se aprovechan los ladrones… Amontonad tesoros en el cielo. Que DONDE ESTÁ VUESTRO TESORO, AHÍ ESTÁ VUESTRO CORAZÓN.
             Vamos a hacer el  ejercicio al revés, porque es lo más posible de hacer, sin divagar, sin irse a la parra.  ¿Dónde está mi corazón?  Eso no se filosofa.  Eso se mira en examen profundo de sentires interiores.
             ¿Mis filias y mis fobias?  ¿Mis “amigos” y “mis enemigos”?  [Me explico: somos todos tan buenos que “no tenemos enemigos…]  ¿Cuáles son mis reacciones primarias ante tal o cual…, ante tal personaje que sale en TV, ante tal escrito en el ABC o EL PAÍS, ante tal libro, ante tal opinión de la persona que conozco?  ¿Cuáles son las “etiquetas” espontáneas que coloco sobre la cabeza de Fulanito o Menganita?   Las mismas cosas, dichas por A o por B, ¿cómo las recibo?
             Al final, el problema no es ni siquiera “el tesoro” sino el propio corazón.  Y hay tales fondos ocultos, tapados, ocultados a la propia mirada que si ya el Santo Cura de Ars estuvo a punto de marearse cuando Dios le concedió ver el fondo-fondo de su alma, estoy seguro que yo me marearía del todo…, y hasta me quedaría a las puertas de un infarto si viera la pocilga que albergo en los repliegues oculto de mi corazón.
             Habla Jesús del ojo de tu intención…  (yo le llamé “demonios del corazón”, y estoy hablando de lo mismo). Porque si tu única luz está a oscuras, ¡cuánta oscuridad!
             ¿Estamos seguros de pensar en pura limpieza de corazón?  ¿Pensamos igual en un hecho también igual, si viene de una persona o viene de otra?  ¿Manejamos idéntico baremos con el “amigo” que con el “no amigo”?  ¿Nos podemos considerar imparciales en nuestros sentimientos? ¿tan objetivos en algo que lo expresamos idénticamente a Menganita, a Zutanito, a Ticio y a Cayo?
             Afirma Jesús que la lámpara de tu cuerpo es tu ojo.  Ojo sano, cuerpo entero luminoso (verdad objetiva por delante).  Ojo enfermo, cuerpo a oscuras (manipulación de la verdad objetiva; emotividades que desvían; filias y fobias).
             No podéis imaginar cómo se descubre eso desde fuera.  Viene alguien y le cuenta a uno una historia…;  muchos detalles…, cosas aparentemente sueltas…  Y el que escucha está viendo la trama que hay debajo.  Al final, basta con despampanar tanta farfolla, y lo que queda al descubierto es un corazón…  ¿Luminoso?  ¿a oscuras?  ¿en plena oscuridad?  Jesús ve esa verdad.  Los humanos nos equivocaremos.  Él, no.

             Por eso he dicho al principio que me mantengo (o pretendo mantenerme…, a conciencia de mis propias farfollas) en la equidistancia. Veo de lejos, desde fuera.  Y no entro más en “esoterismos”.

             Cuando se habla del Evangelio, será hermoso ver la proliferación de sentimientos que levanta en nuestros “comentaristas”.

1 comentario:

  1. Yo también voy a ver desde lejos a partir de ahora. Muchas gracias, Padre Cantero.

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