miércoles, 27 de junio de 2012

La fuerza de LA PALABRA


LITURGIA DEL DÍA
             El 2º libro de los reyes nos sigue dando hoy una satisfacción. En las obras del Templo descubren los obreros un libro, que entregan al sacerdote. ¡Y es nada menos que el Libro de la Ley!  Por decirlo así, el libro que lleva plasmado el sello de Dios para la relación con su Pueblo.  El sacerdote lo lleva al rey, el rey lo da a estudiar a varios sacerdotes.  Más que estudiar es orar y consultar al Señor.  Y oído el parecer de esa consulta, el Rey convoca a todos los sacerdotes, dirigentes y pueblo, sube en procesión al Templo, y allí lo lee ante todos, y –puesto en pie- sella ante el Señor la Alianza/Obediencia, que supone el compromiso formal de fidelidad a la Ley del Señor.  Y el pueblo entero fue activo en ese compromiso.
             No deja de crear gozo y pena esta descripción.  Gozo, porque hay una reverencia ante la Palabra de Dios, una escucha atenta, un sentir el compromiso que conlleva haberse encontrado con esa Palabra sagrada. Y valorar esa Palabra como para que no quede ni como “lectura” ni como dardo arrojadizo, sino como Palabra sagrada de Dios que a mí personalmente me obliga y compromete: “El pueblo suscribió la Alianza”.
             En el Evangelio distingue Jesús los verdaderos y los falsos profetas.  El verdadero expone la Palabra.  Como Cristo, la esparce.  Y ahora cada uno es responsable de su acogida, indiferencia o rechazo.  Pero no vale el dicho popular de que la letra con sangre entra.  Jesús pone un significativo símil: las zarzas no dan uvas.  Y los frutos muestran la realidad del árbol. O sea: si hay uvas, hay vides.  Si hay pinchos, hay zarzas.  Y si hay frutos buenos, hay árbol bueno;  y si hay frutos malos, el árbol está mal.
             Viene muy bien con esa 1ª Lectura, donde el proceso lento, concienzudo, de búsqueda por parte del rey, acaba provocando una adhesión general, un compromiso libre y gozoso.  Bien podríamos decir, en palabras de Jesús en otro momento, que el dedo de Dios está ahí.

2 comentarios:

  1. Pepe Aguilar12:14 p. m.

    Dices en un momento dado:
    No deja de crear gozo y pena esta descripción.
    Los motivos del gozo los describes, pero no haces lo mismo con los motivos de la pena, supongo que hay que ir a las primeras frases donde los obreros descubren un libro y es el Libro de la Ley. ¿Qué ha pasado? que los que debían custiodarlo se han apartado de la Ley de Dios y ya no tiene para ellos interés el Libro de Ley y por tanto lo han perdido y su pérdida no la han echado en falta.
    Ahora viene mi moraleja ¿No habremos perdido muchos el "Libro de la Ley" o hemos hecho una copia o traducción mala del mismo modificando los párrafos convenientemente a nuestros intereses?

    ResponderEliminar
  2. Exactamnte, Pepe, das en el clavo en tu última frase interrogante. ¡ESA ES LA PENA! Posiblemente en esa idea tan clara del gozo ante el valor y el emocionado respero a LA PALABRA DE DIOS, o LIBRO DE LA LEY, me he quedado sin especificar la PENA que produce ese fallo de coherencia nuestro ante la propia Palabra DEL SEÑOR... Ahora que estamos en el Sermón del Monte, podemos preguntarnos dentro del alma: ¿nos toamos en serio, como realidad esencial, esa quintaesencia de todo el Evangelio? Tal como lo dices.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!