16 de junio

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     Corazón de Jesús, enterrado en un taller de aldea, mientras el mundo todo te esperaba. Corazón apóstol y redentor de Cristo desde el silencio y es­condimiento de Nazaret.

Nosotros, que no contamos con la eternidad, hui­mos del silencio y del escondimiento porque nos cuesta comprender su formidable fecundidad.

     Haznos a nosotros apóstoles y misioneros de lejanas tierras, desde el pequeño recinto de nuestro hogar o de nuestro taller u oficina, en esos largos ratos de silencio en nuestro trabajo diario. Que com­prendamos que ese trabajo y ese silencio tienen como el de Cristo un valor misionero y redentor, y que mu­chas almas para salvarse, 'esperan en él’.

      Danos a entender tu estilo divino, incomprensi­ble. Ese estilo tuyo que exige que el grano de trigo sea enterrado para que dé fruto Tu estilo divino que quiere sacar la vida de la muerte, que pone el triunfo y la expansión de tu Iglesia tras el fracaso de la Cruz, y la difusión del amor a tu Corazón desde el recinto apartado de un convento.

     Cuando tus manos divinas, que tienen entre sus dedos los hilos de nuestras vidas, nos aparten y nos escondan, haz, Señor, que, en aquella aparente infe­cundidad, hallemos nuestro fecundo taller de Nazaret.

     Convéncenos de que en el silencio se presta oído más atento a tu voz, y que ésta penetra así más pro­fundamente en nuestra alma.