sábado, 23 de junio de 2012

23 junio


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      Corazón de Jesús, salvación de los que esperan en Ti, que hiciste la más optimista invitación a la confianza, precisamente cuando hablabas a tus Após­toles de soledad y de lucha.

En medio de las incomprensiones y pequeñeces, del sufrimiento, de las limitaciones humanas y lo ine­vitable de la realidad de cada hora, que vuelven con­dicionados nuestros más entrañables y decididos pla­nes de santidad o apostolado, confiamos en Ti, Co­razón de Cristo.

Toda nuestra esperanza la ponemos en Ti solo, que nos prometes el ciento por uno  que nos hablas de «un más allá de toda esperanza», qué tejes con tu providencia y para nuestro bien la red de todos los caminos.

Sabemos a quién nos hemos entregado. Concédenos, Señor, que no haya encrucijada ni tiniebla capaz de arredrarnos.

Que estemos siempre seguros de Ti, por encima del temor y del dolor, esperando de tu Corazón esa misma esperanza inmutable.

Serenos y humildes, sintiéndonos capaces de cualquier trabajo y renuncia, viviendo evangélica­mente el día de hoy sin temer lo que nos depare el mañana, y seguros de tu Corazón, piedra angular, Corazón de Cristo, en quien confiamos.

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