sábado, 2 de junio de 2012

EL GLORIA EN LA MISA


VUELVO ATRÁS de lo que ya iba explicando. Dejé conscientemente el GLORIA, pero después he visto que debe tratarse para conocer mejor su estructura, y hacer mejor su Canto. Porque lo bien hecho está mejor que lo que no corresponde a la intención del redactor.


EL GLORIA. ESTRUCTURA
El GLORIA es un Canto trinitario festivo.  Lo reserva la Liturgia para las Fiestas, y tiene su particular sentido solemne en las dos grandes noches de Navidad (comienza este canto con las mismas palabras de los ángeles en aquella ocasión), y en Resurrección, en la que marca el paso de las evocaciones del Antiguo Testamento al  Nuevo Testamento. En las dos celebraciones viene a ser el punto en que la fiesta se hace sonoramente vibrante.  En Resurrección es el momento en que ya se encienden todas las luces y velas de la celebración.
Su estructura es muy definida: al Padre, con una alabanza y una letanía que desdobla esa alabanza.
Al Hijo,  con un desarrollo de su obra redentora, y una súplica de que esa obra llegue a nosotros.
Al Espíritu Santo, que cierra –e inspira- ese cántico gozoso.
Comienza con una aclamación a Dios, una explosión de alegría que –como he dicho- recoge el primer villancico de Belén. Y dirigida al Padre, se continúa en la letanía.
Su primera redacción latina, que es la original, se ha desfigurado un tanto por alguna “corruptela” tan típica en las prácticas litúrgicas. La letanía a Dios Padre empieza con el pronombre te”, y va en expresiones muy cortas, afirmativas y tajantes: te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias.   Y ahí debe haber un punto y parte claro.  [Así salió también el primer Misal castellano de la reforma litúrgica conciliar.  La “corruptela” del error que se fue metiendo en la práctica, de continuar esa frase unida a la siguiente, vino a cambiar erróneamente la puntuación y puso una coma que ya ha generado la falsa manera de rezarlo]
Y concluye esa parte dedicada al Padre, con la invocación: Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre Todopoderoso, que es independiente de los te anteriores.
La segunda parte del GLORIA se dirige al Hijo, y se une a la frase anterior con otra invocación, que sigue así el ritmo comenzado:  Señor, Hijo único, Jesucristo…, con todo el resto de confesión de fe y las súplicas correspondientes.
Cierra el Himno con la conclusión trinitaria que pone al Espíritu Santo a la misma altura, y como el inspirador de toda oración.  Con Él hemos podido cantar esa alegría.
UNA ADVERTENCIA:  entre las corrupciones del lenguaje popular, se ha metido decir: "atiende nuestras súplicas", dicho en plural.  Tanto el original latino como la traducción oficial del Misa, la ponen en SINGULAR:  "ATIENDE NUESTRA SÚPLICA".  Porque no se trata de súplicas particulares, sino de la vida hecha súplica.
 [A estas corrupciones de lo inicialmente pretendido y diseñado por los estudiosos de la Liturgia, es a lo que se les llama: corruptelas].

LITURGIA DEL DÍA
Hoy tenemos la cata de san Judas, tan poco conocida. Tres puntos claramente definidos en el texto seleccionado: Acordaos de lo ya enseñado por los otros apóstoles y continuad el edificio de vuestra fe, aguardando la misericordia de Dios, que nos llega por Jesucristo.  Segunda idea: Algunos titubean. ¿Ayudadles!, mostradles compasión, llegad aun al más pecador…, pero ni rocéis su vestido.  (Salvad a la persona; condenad el pecado). Y tercero: Al único Salvador, Jesucristo, que puede salvaros, presentaos exultantes de gozo y sin maldad en vuestros corazones. Y dadle gloria.
El Evangelio es de los que erizan el cabello.  Porque Jesús está abierto siempre y a todos. Pero ni está abierto ni puede estarlo a quienes viven el la trampa de la insinceridad, en la mentira disimulada y ocultada.  Y cuando los sacerdotes vienen a pedirle cuentas de por qué echó del Templo  a los feriantes, Jesús primero les pone delante una pregunta que les compromete. La soslayan, se hacen los inocentes o los ficticiamente ignorantes para evitar responder.  Entonces, Yo tampoco os respondo.
Es de las cosas que me causan mayor horror.  Porque el día que ya no hay manera de que Jesús entre con su verdad diáfana, no podremos escucharlo. Se ha embotado la mente para comprender.  O la hemos embotado en el falso intento de escaparnos por la tangente. 

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