Liturgia
El relato del paralítico (Hech. 3, 11-26) no se queda en el hecho en
sí. La gente ha quedado tan admirada de ver al tullido caminando, que acudieron
a admirar a Pedro y a Juan. Lo que Pedro aprovecha para darles a entender que
no eran ellos dos los que habían hecho una acción prodigiosa sino la fuerza de
Jesús resucitado, ese Jesús al que las gentes habían rechazado y al que mataron
por la orden de Pilato. ¡Pues ese Jesús ha resucitado y nosotros somos
testigos!, y es el que ha dado la salud a este enfermo. CONSECUENCIA para
aquellas gentes: arrepentíos y convertíos
para que se borren vuestros pecados, y Dios envíe al Mesías que os estaba
destinado.
En el Evangelio, (24, 35-48) la narración que hace San
Lucas de la aparición en el Cenáculo (que es distinta de la que nos hará San
Juan). San Lucas recoge el regreso de los discípulos de Emaús, y con ellos y
con los demás presentes, Jesús se pone en medio y les muestra sus manos y
costado para que lo reconozcan, porque todavía dudaban. Incluso San Lucas nos
pone a Jesús comiendo un pescado para mostrarles que él no es un fantasma. Y les abrió el entendimiento para comprender
las Escrituras.
VIDA GLORIOSA
Al Cenáculo han llegado noticias contradictorias: de una
parte, María Magdalena ha afirmado el robo del cuerpo de Jesús. De otra parte,
las mujeres han avisado que los ángeles les han comunicado que Jesús ha
resucitado. Pedro ha subido al sepulcro y ha comprobado que el cuerpo no está
allí, pero trae también una convicción: nadie se lo ha llevado, aunque él no ha
visto nada más. Magdalena se ha vuelto al sepulcro pero aún no ha bajado.
Con estas cartas dos discípulos se sienten aturdidos y
deprimidos por la tristeza, y quizás temerosos de que todo esto puede tener
malos efectos en las autoridades. Y optan por poner tierra por medio y
marcharse a una aldea no lejana, Emaús, distante dos leguas de Jerusalén.
Por el camino les gana terreno un caminante que se les pone
a su par y que, observando sus rostros, les pregunta qué les pasa, que van tan tristes. Ellos responden con un recuerdo
de Jesús, al que elogian y definen como profeta
poderoso en palabras y obras ante Dios y ante el pueblo, al que entregaron los
sumos sacerdotes a la muerte de cruz. Nosotros esperábamos que fuera el futuro
libertador de Israel pero ya hace tres días que sucedieron estas cosas. A
continuación describen toda la historia vivida esa mañana, para concluir: Pero a él no lo han visto.
“Esperábamos”…, pero se les ha hundido la esperanza. “Hace
3 días”: tiempo que –una vez transcurrido completo- determinará la muerte
oficial de la persona. Pero ellos no han esperado a finalizar esos tres días y
ya se van.
El caminante se muestra como persona entendida en el tema,
y con fuerte autoridad, hasta el punto de decirles: necios y tardos de entendimiento, sin que ellos se incomodaran, les
fue mostrando que todo aquello estaba escrito y que el Mesías tenía que padecer eso para entrar en su gloria. Y como lo
que les fue exponiendo les iba llenando y les iba convenciendo, aceptaron lo
que les decía y cómo se lo decía, hasta el punto de sentir ellos que les ardían sus corazones. Y que les
resultaba tan gratificante la compañía de aquel hombre que cuando llegó el
momento de separarse –el peregrino hizo además de seguir su camino cuando ellos
tomaban la desviación hacia la aldea de Emaús-, le instaron a quedarse esa
tarde con ellos, dándole un motivo para hacerlo: que la tarde está cayendo y atardece.
Aceptó aquel compañero de camino y entró para estar con
ellos. Le ofrecieron –deferentemente- que él repartiera el pan de aquella cena,
y San Lucas nos dice entonces que en ese gesto lo reconocieron como Jesús. Pero cuando ellos hubieran querido
echarse a sus pies, Jesús desapareció. Había hecho su obra. A aquellos
discípulos que se quejaban de que no habían visto a Jesús resucitado, se les ha
puesto delante y ya lo han visto. Y han podido reconocer que realmente era
Jesús por todo ese camino que han hecho juntos, en el que el alma se les iba
tras las explicaciones que les fue dando.
Ahora no les pesan los pies; ahora pueden deshacer el
camino a toda prisa y llegar a tiempo de entrar en el Cenáculo y comunicar que hemos visto al Señor y lo hemos reconocido
al partir el pan. Se encontraron con una novedad: que también ya se había
aparecido a Simón. Ya no había duda del hecho de la resurrección…, aunque
tampoco en el Cenáculo las tenían todas consigo. (Evangelio de hoy)