sábado, 19 de marzo de 2016

19 marzo: SAN JOSÉ

LITURGIA
            Hoy es la SOLEMNIDAD de San José. Con sus muchos títulos en la Iglesia: El hombre ejemplar, fiel a Dios, que acogió la encarnación virginal de María sin quitarse de en medio. El esposo de María. El hombre de la obediencia ciega, que hizo al pie de la letra lo que Dios le iba pidiendo. El hombre de la total, a pie juntillas. El que  hacía de padre de Jesús y así era visto por las gentes. El obrero-carpintero que presidía la Sagrada Familia. El protector de la Iglesia que lo ha tomado como Patrón excepcional, puesto que fue el educador y quien alimentó a Jesús. Patrono de los Seminarios, como el gran formador del primer sacerdote. Modelo de padre, que llevó sobre si la carga de una familia para sacarla adelante. El ejemplo de los obreros que encuentran en San José al trabajador que supo dar sentido a su trabajo, como quien colabora en hacer más digna la vida y con más sentido de lo que hacen porque saben que están realizando el proyecto de Dios. Y la Iglesia lo reconoce y proclama como “terror de los demonios” porque su vida fue la demostración más clara de lo que es seguir los planes de Dios costase lo que costase.
            La liturgia de este día tiene unas referencias a San José: de una parte 2 Sam 7, 4-5. 12-14. 16 habla del reino eterno que se le promete a David. Pero dado que David no puede ser eterno, el descendiente que va a nacer en su familia será el que realice ese reino sin fin. El descendiente es Jesús pero lo hace a través de José, que es quien une a Jesús con la familia y estipe de David. Los hijos se consideraban hijos del varón, y aunque José no tuvo nada que ver en la concepción de Jesús, José era el esposo de María y de ella nació Cristo. Por eso Cristo queda ligado a la descendencia de David por medio de José.
            En la 2ª lectura (Rom 4, 13. 16-18. 22) la promesa se eleva a la que Dios hace a Abrahán, de una descendencia amplia como las arenas del mar. Y Abrahán cree contra toda razón…, pero CREE. Y en ese modelo de fe entra nuevamente José, el hombre que hizo el acto de fe más grande, porque creyó –en su profunda humildad- que su esposa había concebido un hijo sin obra de varón. Lo que le fue computado como justicia, como hombre JUSTO, con un mérito imponente que le hace bajar la cabeza y aceptar a María “en su casa”, es decir, como esposa, aunque ella lleva en sus entrañas un hijo misterioso que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, como el ángel le comunicó en sueños a José. (Mt 1, 16, 18-21. 24). Y José CREYÓ.

PASIÓN DE JESÚS
Jesús está prácticamente en estado agónico. Está replegado sobre sí y con sus vivencias que se expresan en lenguaje primitivo, como es propio de los moribundos. Por eso se pone a rezar con sus palabras de infancia, en el arameo natal. Y se expresa con el Salmo 21: Eloi, Eloi… Es un salmo que encierra los sentimientos más desgarrados y a la vez la confianza más expresiva. Es como estar  cayendo en caída libre y abrirse de pronto el paracaídas para experimentar la confianza en Dios que no le abandona. No lo siente, pero sabe que está. Por eso reza, se sume en ese espíritu del salmo que expresa tan perfectamente las dos vivencias contrapuestas que está experimentando en su alma. Está solo. Los hombres lo lanzaron hacia arriba y no sale aun el Padre a recogerlo.
Los soldados custodios, que no entienden el arameo, interpretan que Jesús está pidiendo la ayuda de Elías y se burlan. Mira, a Elías llama éste. Menos uno, un buen hombre que, en medio de las bromas y risas de sus compañeros, sintió compasión del crucificado y se quedó pensativo ante aquel lamento que se le había escapado. Y pese a las burlas de los compañeros, él se decidió a tener con el hombre que sufría un gesto de humanidad.  Los otros le decían: Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
Los que están al pie de la cruz –María está deshecha pero permanece erguida- han escuchado aquellas palabras desgarradoras de Jesús y se les aumenta más el dolor, sin poder hacer nada por mitigarlo: sólo “estar allí”, acompañarlo en su agonía, querer tragarse las lágrimas para no hacerle más duro el momento.

Tras un rato de silencio en el que los deudos están con el corazón partido, no se escucha sino el jadeo del hombre que quiere respirar y no puede y le está faltando la vida.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad10:41 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÒLICA (Continuación)

    LOS DIEZ MANDAMIENTROS

    Nuestro primer deber:AMAR A DIOS SOBRE TODAS LA COSAS

    "Yo soy el Señor tu Dios; no tendrás dioses extraños ante Mí".(forma resunmida del primer mandamiento).
    ¿QUÈ SIGNIFICA:"YO SOY EL SEÑOR TU DIOS"(Ex 20,7)?.-Puesto que el Todopoderoso se nos ha mostrado como nuestro Dios y Señor, no debemos poner nada por encime de èl, ni considerar nada más importante ni conceder a ninguna otra cosa o persona prioridad sobre èl. Conocer a Dios, servirle, adorarlo es la prioridad absoluta en la vida.
    Dios espera que le prestemos toda nuestra "fe"; debemos orientar toda nuestra" esperanza" a èl y dirigir todas las fuerzas de la "caridad "hacia èl. El mandamiento del amor a Dios es el mandamiento màs importante de todos y la clave para todos los demás.Por eso està al comienzo de los diez mandamientos.

    ´Continuarà

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  2. Con Jesús, Dios y Hombre verdadero, y con María, Madre de Dios, concebida sin pecado original,vive José, como un hombre cualquiera, sin ningún atributo que lo distinga de los otros hombres. Pero Dios también lo eligió a él para que fuera el custodio de un Niño y de una Madre que son patrimonio de Dios y de toda la Humanidad.

    Desde su silencio discreto, José nos dice que siempre hay que confiar en las promesas de Dios, que de la forma más insospechada siempre acaban por cumplirse.

    Nos enseña a no ser propietarios sino custodios fieles de las personas con las que nos ha tocado vivir; tratar con respeto el mundo en que vivimos porque es Obra de Dios y nos lo ha dado en usufructo a nosotros , pero tambíén a las generaciones que vendrán.

    "San José es el criado fiel y solícito a quién el Señor ha puesto al frente de su Familia"

    Señor, que, como José, mi paso por este mundo deje una huella discreta y positiva y que, cuando yo muera, la Virgen y San José intercedan por mí y pueda ser acogida en tu Reino.

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