lunes, 7 de marzo de 2016

7 marzo: Corona de espinas

Liturgia
          Insiste hoy la liturgia cuaresmal en la idea que ya se apuntaba ayer: Hago nuevas todas las cosas. De lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear. (Is 65, 17-21). Se trata de no vivir la vida con la mirada atrás, con el recuerdo de las culpas pasadas. Se trata de tener horizonte porque HOY  es un día nuevo en el que se puede empezar a construir. Ese es el tuétano mismo de la CONVERSIÓN.
          San Juan (4, 43-54) vuelve a presentarnos un hecho de la vida de Jesús como SIGNO (no lo llama milagro, ni en las bodas de Caná ni hoy nuevamente en Caná ante un funcionario real). El signo es una salud, una curación, un algo nuevo que deja atrás la enfermedad de aquel niño, hijo del funcionario. Signo de salud, de bondad donde había enfermedad y peligro. Novedad buena que anuncia la bonomía del Reino que trae Jesús. Su sola palabra ha actuado en dar salud a aquel niño enfermo, como puede comprobar el padre cuando le anuncian la salud de su hijo. Ayer a la 1 le dejó la fiebre. La hora exacta en la que Jesús le dijo: Tu hijo está curado.

PASIÓN DE JESÚS
          ¡Qué más hubiera querido y necesitado Jesús que poder reposar su dolor en aquel banco de piedra!, y rehacerse un poco siquiera del espantoso trance de los azotes. No le dieron tiempo. La guardia de Pilato se tomó ahora el caso por su mano y aparecieron por allí un grupo que decidieron burlarse del “rey”, del pretendido “rey de los judíos”. Y traían un manto rojo, a modo de capa regia y se la echaron por encima, sobre sus espaldas llagadas y en carne viva. Traían una caña que, a modo de cetro, le pusieron en las manos. Y comenzaron a hacerle reverencias burlescas, a escupirle, a pegarle con la caña en la cabeza. Alguno más avispado tiene la idea de que a un rey hay que coronarlo y se sale afuera, trenza una corona de espinas cambroneras, y se la plantan en la cabeza, hiriéndole con esas espinas que se clavan y rozan el cráneo y producen sacudidas nerviosas insufribles. Tanto más cuanto que n esa situación el roce con los huesos hace de amplificador del ruido y de los golpes, y alrededor de Jesús está todas las chanzas propias de gentes sin educación, que seguían golpeándole la cabeza con la caña. Jesús tenía apretados los dientes y el rostro demacrado, contorsionado por el dolor interno que le producía aquella macabra parada militar. Con la cabeza cada vez más humillada, sin fuerzas para levantarla, y como una reacción natural ante tanto dolor.
          Si en el cuerpo flagelado estaban reflejados todos los pecados de la carne, en esta cabeza humillada están pagados los pecados de la soberbia humana. Nosotros tendemos siempre a “levantar el gallo”, a sacar la cabeza por encima, a reafirmar nuestras propias ideas y posturas personales… En el hundimiento de Jesús ante su dolor y aplastamiento humano de este momento, están reflejadas todas las soberbias de la humanidad…, mis propias reafirmaciones del YO, del amor propio desordenado…, con las que tenemos la constante tentación de decir: “aquí estoy yo”. ¡Bien que le cuestan a Jesús esas crestas levantadas de nuestra personalidad enferma!
          Pilato reaparece por fin. Y cuando ve a aquella piltrafa humana, experimenta un impacto profundo, que piensa que será ahora su baza para defender al preso, porque aquella figura presenta un aspecto repugnante a la vista. Y manda que se lo lleven al Pretorio, y allí sale Pilato con la afirmación: Os lo traigo para que sepáis que yo no encuentro en él causa alguna. ¡Es indignante! “No encuentro en él causa alguna” y os lo saco hecho una piltrafa, a la que yo lo he sometido por “no haber causa”. ¡Por ser inocente! Repugna aquella mentira humana que está representada por Pilato, el que tenía que haber sido un juez justo que defendiera la inocencia y diera el golpe de fuerza de liberarlo de las manos de sus evidentes enemigos viscerales: los jefes religiosos judíos. Pero Pilato fue la figura del político corrupto que pretende nadar a dos aguas y que no quiere comprometer nada de su “status” aunque caída un inocente. Pero ¿qué era para él aquel hombrecillo? ¿Por qué se iba a comprometer en esa causa?

          ¿No nos sirve este pensamiento para determinados momentos de nuestra vida en los que deberíamos dar la cara a favor de alguien y de una causa justa, y sin embargo nos parapetamos detrás de nuestro amor propio y de no querer complicarnos la vida? La cosa es muy seria. Y mucho más real de lo que parece a primera vista.

3 comentarios:

  1. Ana Ciudad10:25 a. m.

    CATACISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (continuación)

    LA SALVACIÓN DE DIOS:LA GRACIA

    "¿Tienes algo que no hayas recibido"?

    ¿QUÉ HACE LA GRACIA DE DIOS CON NOSOTROS?.-La gracia de Dios nos in troduce en la vida interior del Dios trinitario, en el intercambio de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Nos capacita para vivir en el amor de Dios y para obrar a partir este amor.
    La gracia nos ha sido infundida de lo alto y no se puede explicar por causas intramundanas (gracia sobrenatural). Nos convierte en hijos de Dios, especialmente por el Bautismo y herederos del cielo (gracia santificante). Nos otorga una inclinación interior permanente al bien (gracia habitual). La gracia nos ayuda a conocer, querer y hacer todo lo que nos conduce al Bien, a Dios y al cielo (gracia actual)
    La gracia se da de modo especial en los sacramentos, queb por voluntan de nuestro Redentor son lugares destacados del encuentro con Dios (gracis sacramental).También se muestra en especiales dones de gracia que se conceden
    a cristianos individuales (CARISMAS) o en fuerzas especiales prometidas al estado del m,atrimonio, del Orden y al estado religioso (gracia de estado)

    Continuará


    ResponderEliminar
  2. Ayer empezamos a leer el Evangelio de Juan y lo leeremos en lo que queda de Cuaresma y en el tiempo pascual. Hoy nos habla del peligro de creer únicamente cuando se ve algún signo; y describe la Fe como una capacidad de confiar en la Palabra y de ponerse en marcha obedeciendo fielmente a esa Palabra. Es decir, la Fe consiste en fiarse incondicionalmente de la Persona de Jesús, asumiendo de manera libre y consciente, las propias responsabilidades en la vida.

    ResponderEliminar
  3. Ana Ciudad4:53 p. m.

    Aun así con esa trágica apariencia, experimento la necesidad de gritar alto:"CONVIENE QUE ÉL REINE".Queremos que reine en nuestros corazones,en nuestras obras,en nuestros pensamientos, en nuestras palabras, en todo lo nuestro.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!