jueves, 10 de marzo de 2016

10 marzo: "No adelantaba nada"

Liturgia
          Dos aspectos complementarios aborda la 1ª lectura (Ex 32, 7-14): de una parte el pecado del pueblo que se ha hecho un toro de metal queriendo plasmar de alguna manera la imagen de Dios. No era hacerse un ídolo como tal ídolo sino esa materialización de Dios que en realidad es la tentación de todos los tiempos (y también del nuestro, en el que vale más al pueblo una estampa de “algo” que la misma presencia eucarística. El pueblo “necesita” imágenes que le hagan visible lo invisible). Eso es lo que hizo Aarón fundiendo los objetos de oro y haciéndoles una “imagen” a la que adoraron: “éste es tu Dios” (ésta es la imagen que os hace visible al Dios invisible).Pero es que Dios había prohibido expresamente hacerse imágenes de Dios, para impedir estas desviaciones (que sigue habiendo en nuestros días).
          De la otra parte está la bella oración de Moisés que se pone en la brecha diciéndole a Dios que o perdone a ese pueblo o le quite la vida. Pero que no se dé a Egipto el argumento de que sacó a su pueblo para darle muerte. Bellísima oración de intercesión.
          Relativo al Evangelio, estamos en San Juan (5, 31.47) al que es muy difícil de exponer porque está escrito mucho más para ser leído y meditado. Ideas fundamentales: Jesús no se avala a sí mismo sino que lo avala el Padre. Ni necesita el testimonio de Juan, porque el testimonio de Dios es de muchísima mayor envergadura. Las Escrituras ya dan testimonio de Jesús.
          Pero a pesar de todo ello, no creéis en mí, porque vosotros buscáis apoyos humanos y no buscáis la gloria que viene de Dios.

PASIÓN DE JESÚS
          “Desde entonces Pilato buscaba soltarlo”. Los judíos vieron a Pilato titubeante y había que ganarle la partida yéndole a la mano. Y le espetaron una amenaza evidente de tipo político: Si sueltas a ese no eres amigo del César porque todo el que se hace rey está en contradicción con el César. No cabe duda que los sacerdotes manejaban los hilos con toda habilidad. Y ya que no lograban su intento por las acusaciones directas contra Jesús, recurren a la amenaza personal a Pilato: Si no condenas a quien se hace rey, nosotros te denunciamos al César porque no defiendes sus derechos. Y Pilato no entendía de otras razones pero su puesto político no podía estar en juego por el caso de un desconocido que le podía crear problemas. Entonces queda ya vencida la resistencia de Pilato y sale al tribunal, se sienta allí, y hace dos escarceos de última hora (y de hombre vencido) que da los coletazos de muerte: pone a Jesús en medio y les dice: He ahí a vuestro rey. Era un intento de picar el amor propio de una pueblo, al cuyo rey iba a condenar un extranjero… Los judíos ya ven que aquello es una estratagema sin valor y gritan más envalentonados: Quita, quita, crucifícalo. Y Pilato insiste: ¿Voy yo, un romano, a crucificar a vuestro rey judío? ¿Vais a consentir que la potencia extranjera de una sentencia de muerte contra un patriota judío, que es vuestro rey? Y con la desfachatez de la pasión que les envuelve a ellos, responden: No tenemos más rey que al César. Precisamente lo que más abominaban. Pero por tal de condenar a Jesús, lo asumen como real: nuestro rey es el César de Roma.
          Y cayendo en una expresión que repugna, viendo Pilato que no adelantaba nada… ¿Cómo iba a adelantar si no había hecho más que recular desde el segundo momento de este proceso? Si no había dado un paso adelante sino que había estado cediendo a cada paso, ¿cómo quería “adelantar” algo? No adelantaba porque siempre estuvo dando pasos atrás, dominado por los sacerdotes y por el tumulto del pueblo que se ha ido congregando en la plaza. “No adelantaba nada” y lo que temió Pilato es que arreciara ese tumulto. Entonces pide agua, se lava las manos a los ojos de todos y pronuncia su cobarde sentencia (que no fue ni sentencia, sino cesión de derechos y deberes): Yo soy inocente de la sangre de este justo; vosotros veréis. Esa era su conclusión: Yo no se nada, no quiero saber nada, vosotros veréis. Suelta a Barrabás y entrega a Jesús para ser crucificado. Claro: por mucho que se lave las manos, él mismo ha caído en sus propias palabras: “Soy inocente de la sangre de ese justo” es algo que no se compagina. Porque si Jesús es justo, Pilato no es inocente al entregarlo en manos de los sacerdotes. Como juez tenía que haber liberado al JUSTO. Y si no lo ha hecho, evidentemente no es inocente. Así se escribe la historia.

          Bien podríamos aplicarnos el caso: no adelantamos nada en muchas cosas. Pero ¿qué medios empleamos para poder adelantar? ¿No será que no adelantamos porque no hacemos lo necesario?

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:02 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    LA SALVACIÓN DE DIOS. LA IGLESIA.

    "La santidad no es el lujo de unas pocas personas, sino sencillamente una obligación para ti y para mí".

    ¿CÓMO NOS AYUDA LA IGLESIA A LLEVAR UNA VIDA BUENA Y RESPONSABLE?.-En la Igloesia somos bautizados. En la Iglesia recibimos la fe bque ella ha conservado íntegra a través de los siglos. En la Iglesia escuchamos la Palabra viva de Dios y aprendemos cómo debemos vivir si queremos agradar a Dios. Mediante los SACRAMENTOS, que Jesús ha confiado a sus discípulos, la Iglesia nos edifica ,conforta y consuela.En la Iglesia arde el fuego de los santos, para que nos dejemos encender en él. En la Iglesia se celebra la Sagrada EUCARISTÏA en la que la entrega y el poder de Cristo se renueva de tal modo para nosotros que, unidos a Él, nos convertimos en su cuerpo y vivimos por su fuerza. Nadie puede ser cristiano al margen de la Iglesia, a pesar de las debilidades humanas que hay en ella.

    "Aún hoy la Iglesia me da a Jesús.¿Qué sabría yo de él, que relación existiría entre él y yo sin la Iglesia"?
    "

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  2. "Juan era la lámpara que ardía y brillaba" Es importante la alabanza a Juan el Bautista hecha por Jesús:"ha dado testimonio a la verdad"y "era la lámpara que ardía y brillaba". Habla de la misión de la Iglesia de ser testigo y luz que pueda iluminar a todos los pueblos. Las palabras de Jesús nos avisan del peligro de conocer muy bien los textos de la Sagrada Escritura, sin acoger en el corazón el amor de Dios, sin prestar la debida atención a su Palabra y sin la adhesión a Jesús, que es el que puede darnos la Vida que todos anhelamos.

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