jueves, 10 de marzo de 2016

Jueves 10 (José Andrés)

Día 10-3-2016. Jueves
Buscamos y leemos: Éxodo 32, 7-14

            El juicio es claro y terrible. El uso de los posesivos (tu pueblo) en boca de Dios, indica el rechazo del pueblo: como este no lo reconoce como salvador, el Señor se desentiende de los suyos. Sin embargo no quiere renunciar a su proyecto y, por eso, le pide a Moisés permiso para destruir a la comunidad indigna y le propone convertirlo en el padre de una nueva nación, hacer de él un nuevo Abrahán. Moisés, que ve un resquicio de esperanza en la condescendencia divina, se crece y ora. En su petición no justifica al pueblo, sabe que el pecado debe ser castigado, sin embargo, ofrece al Señor razones para perdonar. Apela al sentido de la responsabilidad divina y retuerce sus argumentos cambiando los posesivos: es “su pueblo” porque lo salvó de Egipto. Acude luego al honor que Dios debe a su “nombre”: el mundo puede malinterpretar la conducta del Señor, creyendo que los sacó de la esclavitud para acabar con ellos. Finalmente invoca la fidelidad de Dios a su palabra. Moisés, además, no está dispuesto a formar un nuevo pueblo a costa de la destrucción de este.
            Dentro del clima de la plegaria tiene el sublime atrevimiento de pedirle al Señor que cambie de actitud, que se convierta, como si la decisión divina de condenar fuera pecaminosa. El amor de Dios a los suyos, el honor de su nombre, el mérito de los patriarcas, sumados al cariño que profesa a Moisés, logran el perdón. Y el Señor “se arrepintió” y vuelve a llamar “su pueblo” al que pensaba aniquilar. Es el primer paso para el perdón y el olvido.

            El Señor descubre a Moisés el pecado y decide razonablemente acabar con el pueblo. Moisés interviene dando motivos para el perdón y Dios renuncia a destruir a Israel.

1 comentario:

  1. Éxodo,32,7-14. Dios acaba de establecer una Alianza con su pueblo elegido y la había sellado con una solemne promesa,(Ex,24,3); Moisés, todavía está en el monte Sinaí en la Presencia del Señor; de Él recibe las tablas de la Ley, documento de la Alianza. Entre tanto, el pueblo, otra vez cayó en la idolatría: ha construido un becerro de oro y lo están adorando como el Dios que los sacó de la esclavitud de Egipto,(v8). "Israel, éste es tu dios, el que te sacó de Eipto"

    Dios montó en cólera; este Dios encolerizado nos está diciendo que es un fragmento muy antiguo.. Sin duda, Dios informó a Moisés de lo sucedido,(v 7). Se ha roto el compromiso. Es un momento trágico: Dios está decidido a repudiar a Israel, sorprendido en flagrante adulterio... Aunque Moisés , jefe del pueblo, permaneció fiel. ¿Lo rechazará también el Señor? La respuesta es no. No lo rechazará pero probará su fidelidad: Mientras amenaza con destruir a Israel le propone a Moisés comenzar con él una nueva historia en la que será el protagonista de un futuro lleno de esperanza(v.10). Moisés no cede a la tentación; tiene la misión de conducir al pueblo hacia la tierra prometida y no puede abandonar a su pueblo. Como Abrahán, Gn,18, intercede y se coloca como un escudo entre Dios y el pueblo pecador. Con su oración llena de angustia le recuerda al Señor las promesas que hiciera a los Patriarcas y ha sido tan insistente y tan ardiente su súplica que llegó al corazón de Dios.(v 11).

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