jueves, 3 de marzo de 2016

3 marzo: Desesperación de Judas

Liturgia
          La orden de Dios (Jer 7, 23-28) fue que el pueblo siguiera el camino de los preceptos y mandatos que él le daba, y que eran preceptos y mandatos que admiraban a las naciones extranjeras. Pero el pueblo no lo cumplió. Y por mucho que se le repitiera el mensaje de Dios, no lo llevarían a cabo. La sinceridad la han perdido.
          Y queda bien patente n el evangelio de hoy (Lc 11, 14-23): Jesús echa un demonio de un poseso y la testarudez de los fariseos acaba por atribuir a poder del demonio aquella fuerza con la que Jesús echa al demonio. Por más absurdo que eso sea no son capaces de aceptar otra realidad. Y Jesús les pone delante el absurdo de Satanás contra sí mismo… Un reino en guerra civil, que es su propia ruina.
          Reflexión cuaresmal que nos debe llevar a la sinceridad en reconocer nuestras situaciones personales, sin buscarles justificaciones en las que más de una vez parecería que Dios es culpable o causante de nuestros mismos males.

PASIÓN DE JESÚS
          A todo esto tenemos ahí a Judas como alma en pena. Judas era traidor pero lo había sido dejándose llevar de un calentón de su orgullo. No sintonizaba con Jesús, su Maestro, pero tampoco pensó en el derrotero que iba a tomar la acción que él había empezado. Lo más probable es que Judas pretendió apartar a Jesús de la pretensión mesiánica, porque las ideas y formas de Jesús no iban con el pensamiento nacionalista mesiánico que tenía Judas, que iba más con la creencia popular de un mesías belicoso y guerrero, que libera de la opresión extranjera.
          Pretendió apartarlo pero no se le pasó por la cabeza que aquello iba a llegar hasta una condena a muerte. Y cuando quiso acudir, los acontecimientos se habían desbordado de la manera más extrema y Jesús había sido juzgado y declarado reo de muerte. Y Judas ahora querría echar marcha atrás y quiere deshacer el trato. Se va a los sacerdotes para decirles que ha entregado a un inocente, y encuentra como respuesta un “allá tú”… Ellos han conseguido lo que pretendían y ahora Judas tiene que enfrentarse a su propia realidad: ha vendido a un hombre bueno, y aquellas monedas le queman en las manos. No le admiten deshacer el trato y Judas acaba arrojando las monedas en el templo. No quiere aquel dinero manchado de sangre.
          ¿Dónde ir? ¿Qué hacer? Por su mente pasarían varias posibilidades: ir a Jesús… Pero Jesús estaba en manos de los enemigos y no estaba ya al alcance… ¿Ir a los compañeros? Era una posibilidad pero no se atrevió a hacerlo porque no sabía hasta dónde podían llegar en su ofuscación por lo que estaba pasando. Alguien sugiere que podía ir a la madre de Jesús, pero muy probablemente no fue la idea que se le pasara más por la mente a Judas. María no había sido la persona protagonista a través de aquellos años de seguimiento del Maestro.
          La realidad es que no supo encontrar salida a su desastre humano y –en ese colmo de su desesperación- no tuvo ya más idea que la de quitarse la vida. Lo que ciertamente no podía ya era vivir en paz consigo mismo. Y aquel pensamiento se fue agrandando en su deambular desesperado y acabó tomando cuerpo… Y se fue a un árbol y allí se ahorcó. La cuerda, finalmente, se rompió y en el golpe contra el suelo, reventó, saliéndosele las entrañas. Es todo un símbolo del hombre sin entrañas que había sido capaz de perpetrar aquella traición contra el Maestro bueno que siempre estuvo abierto al bien. Y que ahora mismo hubiera estado allí para perdonarle su pecado. Pero Judas no tuvo la valentía de buscarlo y echarse a sus pies… Por eso fue mayor este pecado de la desesperación que el de la traición, porque de la traición podría haber sido perdonado. De la desesperación, no, porque el que desespera no deja lugar a la opción de acudir a buscar su perdón.

          ¿Supo Jesús este final de Judas? Lo más seguro es que no. No hubo oportunidad parta que le llegara la noticia que ocurría en otro lugar. Que si Jesús lo hubiera sabido, le hubiera aumentado su propio dolor. Casi le habría ocultado parte de su sufrimiento físico, por el enorme dolor moral del trágico fin del que había él elegido como apóstol. Pero Jesús sí que sabía muy bien que más le hubiera valido a Judas no haber nacido. Y eso lo dice todo a la hora de pensar en la conciencia que tenía Jesús del final de la vida del traidor.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad1:18 p. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA continuación)


    LA SALVACIÓN DE DIOS: LA LEY Y LA GRACIA.

    "La ley es profecía y pedagogía las realidades venideras"

    ¿QUÉ IMPORTANCIA TIENE LA "LEY" DE LA ANTIGUA ALIANZA?:-En la "Ley" (La Torá) y su núcleo, los Diez Mandamientos (el Decálogo),se presenta al pueblo de Israel la voluntad de Dios; el seguimiento de la TORÄ es para Israel el camino central para la salvación. Los cristianos saben que mediante la "ley" se conoce lo que hay que hacer. Pero también saben que la "ley" no es la que salva..

    ¿CÓMO TRATA Jesús LA "LEY" DE LA ANTIGUA ALIANZA?.-"No creáis", dice Jesús en el sermón de la montaña,"que he venido a abolir la Ley y los Profetas:no he venido a abolir, sino a darle plenitud"(Mt5,17)..
    La plenitud de la Ley antigua es la ley evangélica, que extrae de aquellas todas sus virtualidades; no añade preceptos exteriores nuevos, pero reforma la raíz de los actos, el corazón, donde el hombre elige entre lo bueno y lo malo.

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