Día
16-3-2016. Miércoles
Buscamos
y leemos: Daniel 3, 14-20.91-92.95
Ya nos presentó la liturgia del
día uno de este mes la oración de Azarías del libro de Daniel. Hoy recoge
distintos textos con el fin de resumir la situación que vivieron estos judíos,
amigos de Daniel.
Ya
es conocida la historia de la construcción de una estatua de oro por orden de
Nabucodonosor y comienza el texto con el interrogatorio por parte del rey a los
tres judíos: “¿Es cierto que no respetáis
a mis dioses…? Y a continuación la amenaza: “Si no adoráis a la estatua que he hecho, seréis arrojados al horno
encendido”. Ellos se mantienen firmes en la fe de que el Dios que adoran
puede librarlos del horno encendido.
El
libro de Daniel anuncia en este capítulo la presencia salvífica de Dios en el
destierro. Dios que entregó el reino judío en manos de Nabucodonosor, que
acompañó a los jóvenes judíos durante su periodo de educación en la cultura
babilónica, que les reveló su misterio salvífico a través del sueño del rey, se
hace ahora presente para salvarlos del horno ardiente al que son condenados por
su rotunda negativa a secundar los designios idolátricos del rey.
El
episodio concluye con el reconocimiento de Dios por parte de Nabucodonosor. El
rey bendice al Dios de los judíos y reconoce el poder de Dios manifestado en la
supervivencia de los judíos fieles.
La
enseñanza del capítulo es clara. El hombre, aun el más poderoso de la tierra,
no es Dios ni puede pretender un reconocimiento divino.
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