Liturgia
Se presenta Dios en la 1ª lectura [Is 43, 16-21] como el que ha
conducido a su pueblo con victoria. Cierto que ha habido momentos difíciles y
de fracaso en el tiempo pasado, pero es que al pasado no hay que mirarlo ya. Mirad que realizo algo nuevo. Y eso
nuevo crea caminos y ríos en medio del desierto para salir a favor de su
pueblo, mi escogido que yo formé, que
ha de acabar alabando a su Dios.
Otra vez se insiste en el tema del pasado como algo que hay
que dejar en el olvido, porque lo que ya nos interesa es vivir el momento
presente y poderlo vivir con gozo y alegría.
El evangelio de San Juan (8, 1-11) nos presenta así un
pasado y un presente que mira hacia el futuro. El pasado es el pecado de
adulterio de aquella mujer a la que quieren apedrear. Un pasado morboso en el
que –según la ley- debe morir apedreada.
Un presente que se inicia con el encuentro con Jesús,
adonde viene a dar aquella mujer, perseguida por los que vienen con las piedras
en la mano. Un presente en el que aquellos pretenden involucrar a Jesús para
tener de que acusarle, si defiende a la adúltera. Pero un presente que Jesus
resuelve permitiendo el apedreamiento PERO con una condición: que lance la
primera piedra quien esté limpio de ese mismo pecado de adulterio.
Porque era muy fácil a los varones pretender matar a la
mujer pecadora. Pero ¿y ellos? ¿Con quién había adulterado la mujer? ¿Estaban
ellos libres de esa culpa? Y el presente inmediato de aquella mujer es que se fueron yendo uno tras otro empezando por
los más viejos…, porque a más viejos, más pecados juntaban. Y Jesús salvó a
la mujer sin contravenir la ley. Pero abriendo un presente nuevo y un futuro
mejor: Mujer: ¿nadie te ha condenado?
–Nadie, Señor. –Pues yo tampoco te condeno. PERO EN ADELANTE, NO PEQUES MAS. Jesús no podía estar de
acuerdo con el pecado. Pero ni ese de la mujer ni aquellos de los hombres. Por
eso no es que quita importancia al fallo cometido. Pero proyecta hacia adelante
el verdadero efecto del perdón. Él no condena, pero la mujer tiene que cambiar
de vida.
A mí me dice mucho esta mirada de Jesús y me hace volver la
mirada a nuestras confesiones. Porque una cosa es el perdón que Dios otorga
sobre pecados que ya no quiere mirarlos más, y otra cosa es el momento que se
abre tras la absolución del sacerdote: en
adelante… Y hay mucho que insistir en ese “en adelante” porque tenemos el
peligro de sentir “la tranquilidad” del perdón y no poner la mirada en un propósito
serio y concreto para adelante. Sin embargo es ahí adónde apunta el Sacramento
(y en lo que no tiene más remedio que apuntar para no convertir la Confesión en
un ritual vacío y mera “pastilla tranquilizante”).
¿No tendremos que aquilatar nuestra participación en este
sacramento de reconciliación?
La 2ª lectura puede también apoyar este pensamiento y
ayudar a potenciar nuestra vida de pecadores arrepentidos de nuestros pecados y
admirados de la misericordia de Dios. Porque aun contando con nuestras
tendencias y vicios, todo tengo que
considerarlo basura, pérdida, comparado
con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesus. No ya un “conocer”
de la mente sino con el conocimiento
bíblico que implica la vida entera de la persona. Y eso implica
precisamente una huida de ocasiones y situaciones en las que bien sabe cada uno
adónde le llevan.
San Pablo es consciente de que no tiene alcanzada la meta,
como nadie podemos adjudicarnos tener alcanzada la impecabilidad. Pero Pablo
dice de sí mismo que sigue corriendo su carrera para alcanzar el objetivo. Ese
objetivo que tendrá su premio completo el día que haya alcanzado a Cristo, olvidándome de lo que queda atrás y
lanzándome hacia lo que está por delante. Volvemos al punto de partida de
este mensaje del domingo 5º de Cuaresma, ciclo C.
Si todo eso lo centramos en el acto supremo de la fe
cristiana, que es la EUCARISTIA, participar de ella es el fruto de una
conciencia limpia que corre hacia la meta. Y que estimula y da fuerzas para
recorrer ese camino al que estamos llamados por el Señor, y al que nos conduce
la Cuaresma un nuevo año y con un nuevo recordatorio.
Olvidándonos
de lo que queda atrás y lanzándonos hacia lo que está por delante, suplicamos,
Padre a tu misericordia.
-
Para que dejemos
en tus manos nuestro pasado con plena confianza, Roguemos al Señor.
-
Para que nuestro
presente sea exigente con nosotros mismos y busquemos sinceramente lo que sea
de tu agrado, Roguemos al Señor.
-
Para que demos a
nuestras Confesiones el valor auténtico de un propósito concreto y eficaz, Roguemos al Señor.
-
Para que nos
gocemos en oír de tus labios que “no nos condenas”, pero que EN ADELANTE
tomemos nueva postura, Roguemos al Señor
-
Para que demos a
la Eucaristía el valor que tiene para que busquemos nuestra purificación, Roguemos al Señor
Dios y Padre misericordioso: danos una
mirada ilusionada hacia un futuro en el que seamos más decididos a poner
remedios a nuestras faltas y pecados.
Lo pedimos por Jesucristo N.S.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)
ResponderEliminarLOS MANDAMIENTOS DE LA SANTA MADRE IGLESIA.
"Le mundo está lleno de gente que predica agua y bebe vino."
SEGUNDO MANDAMIENTO.-"Confesar los pecados mortales al menos una vez al año....."asegura este mandamiento la preparación a la Eucaristía mediante la recepción del sacramento de la Reconciliación, que continúa la obra de conversión y de perdón delBautismo.
3)MANDAMIENTO.-(Recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua),garantiza un mínimo en la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor en conexión con el tiempo de Pascua, origen y centro de la liturgia cristiana.
4)Mandamiento (Abstenerse de comer carne y ayunar en los dás establecidos por la Iglesia), asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos prepara para las fiestas litúrgicas y para adquirir el dominio sobre nuestros instintos, y la libertad del coraqzón.
5)MANDAMIENTO.(Ayudar a la iglesia en sus necesidades)enuncia que los fieles están además obligados a ayudar, cada uno según sus posibilidades a las necesidades materiales de la Iglesia.
Los cinco mandamientos de la Iglesia con sus exigencias de mínimos quieren recordar que no hay vida cristiana sin esfuerzo moral, sin participación concreta en la vida sacramental de la Iglesia y sin la vinculación solidaria con ella.Son "obligaciones" para todo cristiano católico´
Continuarà