Liturgia
Las primeras lecturas de ayer y de hoy nos acercan a la Pasión. Jer 11,
18-20 nos habla del hombre que como
cordero manso que es llevado al matadero, él no sabía los planes homicidas que
había contra él. Recurre a Dios, que juzga rectamente para que Dios le
defienda. En un lenguaje judío, pide que lo vengue de sus enemigos.
En el Evangelio –Jn 7, 40-53- la discusión se produce sobre
el origen de Jesús. Saben que es galileo y de Galilea no salen profetas, dicen
los fariseos. Lo escrito es que naciera de la familia de David, y de Belén…
Estaban precisamente confirmando el origen mesiánico de Jesús.
Los fariseos van ninguneando a todos los que no piensan
como ellos: al pueblo, a los guardias que no han detenido a Jesús, al propio
Nicodemo, que era fariseo. Cuando se lleva una idea predeterminada, es muy
difícil aceptar otros modos de ver.
PASIÓN DE JESÚS
El paso de la comitiva aquella era presenciado por muchos,
empezando por los mismos que habían gritado en la plaza. Iban delante los de a
caballo y –flanqueando a los tres condenados- iban los soldados que custodiaban
y los verdugos que realizarían la crucifixión. Los condenados llevaban colgadas al cuello las
tablillas con la causa de su condena.
El morbo de
una ejecución de sentencia de muerte atrae a las muchedumbres, aunque no todos
en el mismo sentido. Hay unos que jalean como si de un espectáculo se tratase, y
otros que ofenden a los condenados, y se congratulan de que van a pagar por sus
maldades. Hay también muchos que están porque están y no sabrían decir por qué
están, si no es por ese mismo morbo que no saben si es de aprobación o de
curiosidad. Y los hay que lamentan la situación y se ponen en el lugar de los
desgraciados que han recibido la sentencia de muerte.
Ahí estaba una
muchedumbre que les seguía y unas mujeres que se golpeaban el pecho y lloraban.
(Lc 23, 27-31). Era un conjunto de personas capaces de sentir en sí el dolor de
los que padecen, o personas más sensibles que expresan así sus sentimientos. No
hay que descartar a esas mujeres plañideras que estaban presentes en los
acontecimientos luctuosos, que daban un mayor acento de tragedia al dolor de
los familiares. Por supuesto que todo este grupo (“gran muchedumbre de pueblo”)
no estaban en la línea de los que se gozaban, sino en el campo contrario.
Lamentaban. Lloraban caminando al paso de los tres condenados.
Jesús se volvió a ellas y les dijo: No lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.
Llorad por la desgracia de un pueblo y unos dirigentes injustos, insinceros,
soberbios, apasionados, y por esos hijos vuestros que han gritado en la plaza
del pretorio, sin saber siquiera por qué gritaban. Van a venir días en que van a ser más felices las madres que no
engendraron, porque va a llegar la desgracia sobre este pueblo, y
desearíais más bien la muerte. Porque si
en el leño verde se hacen estas cosas, en el seco ¿qué sucederá? Si en el
inocente se han cometido tantas injusticias, en quienes no son inocentes, ¿qué
se puede esperar?
No detestaba Jesús aquel acompañamiento que le hacían desde
una buena fe, pero les advertía que la desgracia se iba a prolongar en ese
pueblo. A Él poco le podían ya ayudar; tenían que estar muy alertas porque les
aguardaban malos tiempos. Era un pueblo que había asumido para sí toda la
responsabilidad de aquella muerte: que su
sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Y la historia les iba a
devolver aquello en forma de la invasión romana y la destrucción de Jerusalén y
del Templo. ¡Tendrían que llorar más bien por sus hijos!
El trayecto hasta el Calvario no era muy largo, pero se
convirtió en terrible vía dolorosa para Jesús que no podía tirar de sí mismo, y
era maltratado para que aligerara el paso. Muy cerquita de él iba siempre Simón
de Cirene con el madero. Lo que ocurrió fue que Simón se encontró impactado
ante todo aquello que veía, en las gentes, en los soldados, en las mujeres, en
Jesús… Y lo que veía en Jesús le fue ganando el alma hasta el punto de sentirse
bien con haber podido servirle de ayuda a ese hombre bueno que le había ganado
el corazón.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuació)
ResponderEliminarLA IGLESIA.
"El camino del Señor es sencillo como el de Juan y Andrés, de Simón y Felipe,que comenzaron a ir detrás de Cristo por curiosidad y deseo.No hay otra vía, en el fondo,que no sea esta curiosidad deseosa suscitada por el presentimiento de lo verdadero."
¿CUALES SON LOS CINCO MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA?.-1).Oir misa entera los domingos y fiestas de precepto. 2)Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, en peligro de muerte,y si se ha de comulgar. 3)Comulgar por Pascua de Resurrección.4) Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.59 Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
El primer mandamiento, exige a los fieles queb santifiquen el día en el cual se conmemora la Resurrección del Señor y las fiestas litúrgicas principales en honor de los misterios del Señor, de la Santísima Virgen María y de los santos, en primer lugar participando en la celebración de la Eucaristía, en la que se congrega la comunidad cristiana y descansando de aquello trabajos y ocupaciones que puedan impedir esa santificación de esos días.
Continuará