22 marzo: Está cumplido

Liturgia

          Un paralelo entre la elección de Israel como predilecto de Dios (Is 49, 1-6) y el que aparece en lontananza, elegido que restablece las  tribus de Jacob, al que hace luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. Ahí está anunciado el Mesías, cuyo mesianismo está en Jesús.

          El evangelio (Jn 13, 21-33. 36-38) nos sitúa ya en las puertas de la Pasión, con un relato que corresponde a la Cena del Jueves Santo. Jesús anuncia que uno de vosotros me va a entregar. Y a requerimientos del discípulo amado declara privadamente que es aquel a quien yo dé un trozo de pan untado. Dice el evangelista con enorme dramatismo que tras el bocado entró en él Satanás. Un Judas endemoniado que ya no soporta más, y Jesús le da la salida: Lo que vas a hacer, hazlo pronto. Y salió Judas…, y era de noche. O lo que es igual: comienza la pasión, o la glorificación de Jesús Así  llama Jesús a esta hora.

PASIÓN DE JESÚS

          Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: TODO ESTÁ CUMPLIDO. ¿Tomó el vinagre? San Juan así lo expresa. ¿De dónde he sacado yo que “acercó los labios pero no bebió”. –Pues no lo sé. Ni me desagrada pensar en la humanidad de Jesús que supo hacer lo que hubiera hecho una persona febril y que sufre horrorosa sed: tomar esa mínima ayuda que alguien le ofrecía de buena fe.

          Imagino un espacio de tiempo en silencio. “Abandonado de Dios” y maltratado por los hombres, Jesús entró en un tiempo de meditación dura, como quien se pregunta qué ha pasado para llegar aquí…, qué ha faltado… Y por la mente de Jesús van pasando los lugares en los que discurrió su vida… Su infancia, sus largos años de Nazaret, sus 3 años apostólicos por pueblos, ciudades y aldeas…; con tantas clases de personas, con tantas situaciones vividas a las que él acudió con el corazón en la mano, haciendo el bien… Ese era el resumen de su vida, de cara a su labor entre la gente y de cara a su obediencia ciega para con Dios… Verdaderamente había hecho cuanto estuvo en su mano, cuanto supo que quería Dios… No había faltado nada. Por eso cuando levantó de nuevo la voz fue para concluir que TODO HA QUEDADO CUMPLIDO. O simplificando y enriqueciendo el sentido pleno de lo que quiso decir, llegaremos a ver que Jesús ve en este momento que ya ha llegado la hora final. Y exclama con la satisfacción del deber que se ha vivido: ¡ESTÁ CUMPLIDO!

          La palabra siguiente cae ya de su peso. Con pleno dominio de la situación, con la satisfacción de una vida plena, abandonándose definitivamente en el regazo de Dios, recupera la palabra “Padre” que siempre le fue tan querida, y se dirige a Dios y dice: Padre, en tus manos entrego mi espíritu. Era lo que le quedaba por dar y era el total de su donación. Y como en un ofertorio perfecto, “toma en sus manos” la vida misma y la alarga hasta el Corazón de Dios. Nadie me quita la vida; yo la doy.

          Acto seguido, en un alarde de su poder, haciendo lo que es imposible a un crucificado que apenas le queda aire para  respirar, lanza un fuerte grito. Inclinó la cabeza y expiró.

          Jesús ha dejado de sufrir. Su madre y sus acompañantes sufren inmensamente en este momento, al par que sienten un alivio porque ha acabado aquella tortura de Jesús. El dolor se les clava en las carnes y en el alma. Ha muerto el que era la vida de sus vidas, la razón de ser de lo que eran. María se ha aferrado a los pies del hijo. Las mujeres se deshacen en lágrimas. El discípulo tiene un nudo en la garganta y no pronuncia palabra. El centurión, todavía impactado por el grito de Jesús, se acerca para comprobar que ha acabado la vida de aquel hombre, y expresa en voz alta un acto de fe que no expresaron los sacerdotes…: Verdaderamente este hombre era hijo de Dios, fueron las palabras de aquel soldado avezado en trances como éste, y que sabía muy bien que un crucificado se extinguía como una mecha sin poder apenas pronunciar palabra. ¡Y Jesús había gritado!

          Nos unimos a los sentimientos de la Madre. Nos hacemos presentes como “discípulos amados” en este trance, y nos sentimos responsables de cuanto aquí ha ocurrido. Queremos apoyar a la Madre pero sentimos más aún la necesidad de que ella nos apoye a nosotros y nos haga reaccionar con el sentimiento que a ella le embarga: dolor, amor, perdón, compasión, misericordia, llanto sereno, firmeza inmensa que no le hace doblegar la rodilla ante el acontecimiento que le ha tocado vivir.