martes, 8 de marzo de 2016

8 marzo: He aquí al hombre

Liturgia
          La Cuaresma histórica no sólo estaba dedicada a la reconciliación de los pecadores que necesitaban conversión para ser readmitidos a la comunión el Jueves Santo, sino que llevaba otra línea –igualmente importante- que era la preparación de los catecúmenos al bautismo, que recibirían en la Vigilia Pascual. A esta otra faceta de la Cuaresma responden las lecturas de hoy, centradas en el tema del agua curativa: la de Ez 47, 1-9. 12 y la de Jn 5, 1-3.5-16. En ambos casos el agua representa un elemento fundamental. Aquel agua que salía bajo la puerta del santuario y que se dirige a Levante (el lugar de la salida del sol, y símbolo del Dios que ilumina) va teniendo un caudal creciente y a la vez fecundo, a cuyos márgenes crecen árboles medicinales que purifican las aguas podridas. Es todo un símbolo del bautismo cristiano, de efectos profundos y curativos.
          Por otra parte está el agua misteriosa de aquella piscina, que curaba a quienes entraban en ese remolino del agua, y que presenta finalmente a Jesús en persona que cura al paralítico que esperó 38 años sin poder entrar a tiempo en esa agua que se agitaba. La curación del hombre está por encima de las normas y rituales, y puede llevar a cuestas su camilla, aunque sea sábado, porque así se lo ha dicho quien le ha curado: Jesús.

PASIÓN DE JESÚS
          “Aquí tenéis al hombre”. Una palabra que en boca de Pilato era una mera declaración de lo poco que tenían ya que temer de aquel pobre hombre que estaba tan destruido como podían verlo en aquella figura tétrica de hombre encorvado por el dolor. Si hasta aquí pudo representar un peligro, ahora ya no es ni hombre… “Aquí tenéis esta piltrafa de hombre”, era el sentido de las palabras de Pilato, que así, por mera compasión, pretendía liberar al inocente. Ya no era justicia, no era inocencia… Era mera compasión de aquel desgraciado.
          No soy capaz de quedarme en la plaza del Pretorio y en esa presentación humillante de Pilato. Yo quiero quedarme mirando a Jesús, al HOMBRE, y quiero quedarme en oración ante él. En efecto, ahí tengo al Hombre: al que es Hombre por antonomasia: sincero, leal, cordial, compasivo, amoroso, perdonador, honrado, sin engaño, amigo de sus amigos, mano tendida a los enemigos, a los pecadores; el que no hace distinción de personas, el que esta abierto a toda persona de buena fe, al más hermoso de los hijos de los hombres. Ahí tengo a Jesús: el Hombre que ha polarizado los amores más fuertes, los ideales más altos, las valentías más fuertes, las almas más puras, las sabidurías más profundas, las adhesiones más incondicionales.
          La plaza del Pretorio dice también hasta dónde cosechó los odios más infernales y los enemigos más implacables… En efecto Jesús constituyó las contradicciones más fuertes porque EL HOMBRE tenía tan inmensos valores que ante él se provocaron las más divergentes actitudes. He aquí al Hombre, es un inmenso espejo donde mirarse, ante el que examinarse, por el que bien merece la pena sincerarse…, porque JESÚS lo abarca todo y lo dice todo, y ante él que nos definimos nosotros, cada uno, según el grado de respuesta que presentemos ante él.
          Y precisamente el evangelio nos muestra hasta qué punto se produjo una reacción. Porque los sacerdotes y ancianos senadores gritaron entonces la condena que pedían contra él: Crucifícale; crucifícale. Es todo lo que sacaron de aquella vista. Como las hienas que se enardecen con la sangre, así aquellos hombres vinieron a reaccionar contra Jesús, pese a verlo en aquella figura lastimosa, o quizás porque lo vieron así y tenían ya más cerca su objetivo de acabar con él.
          Pilato reaccionó irritado y con el recurso de los débiles que es la pataleta. Y como le había fallado su intento, acaba diciéndoles: Pues tomadlo vosotros y crucificadlo. Ellos devuelven la pelota y lanzan una nueva acusación…, precisamente la que no había salido hasta ahora, aunque había sido la causa para declararlo “reo de muerte”: Nosotros tenemos una ley y según esa ley debe morir porque se ha hecho “hijo de Dios”.

          En todo el proceso no había salido esa acusación porque a un pagano y agnóstico como Pilato poco podría decirle una acusación e tipo religioso. Y casi que vino a ser la definitiva porque Pilato temió más… Al fin era propio de su falta de religión el tener temor a las “iras de los dioses”, y podría ser –pensaba- que se estuviera ganando la maldición de un “hijo de dioses”.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad10:29 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuació

    LA SALVACIÓN DE DIOS : LA GRACIA.

    2Mi pasado no me preocupa. Pertanece a la misericordia divina. Mi futuro no me preocupa todavía. Pertenece a la providencia divina. Lo que me preocupa y me exige es el hoy, que pertenece a la gracia de Dios y a la entrega de mi corazón,de mi buena voluntad"(San Francisco de Sales).

    ¿CÓMO SE RELACIONA LA GRACIA DE DIOS CON NUESTRA LIBERTAD?.-La gracia de Dios sale al encuentro del hombre en libertad y lo busca y lo impulsa en toda su libertad. La gracia no se impone por la fuerza.El amor de Dios quiere el asentimiento libre del hombre.
    A la oferta de la gracia se puede decir también que no. Sin embargo la gracia no es nada exterior o extraño al hombre; es aquello que desea en realidad en lo más íntimo de su libertad. Dios, al movernos mediante su gracia, se anticipa a la respuesta libre del homhre´

    Continuará

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  2. Si Ezequiel habla del templo como fuente de vida, el Evangelio nos dice que la vida en plenitud viene por Jesús; pero hay que desearla fuertemente y después tener el valor de cargar nuestra "camilla" cargada con los problemas y con los defectos de la vida de cada uno, sabiendo que lo peor que podría pasarnos sería el pecado de rechazar la vida que Dios ofrece.

    Yo quiero quedarme toda mi vida mirando a Jesús, al HOMBRE; al Hombre todopoderoso que podía haberlos fulminado a todos, que lo han dejado hecho una piltrafa que no parece ni un hombre, pero su divinidad sigue intacta, es el Hijo de Dios, nuestro Mesías Salvador.

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