Liturgia
Dan 3, 25. 34-43 nos presenta la oración humillada de Azarías, que representa
la oración de Israel, que se siente inmensamente pequeño, que no puede
presentar mérito alguno y que sólo puede esperar la misericordia de Dios. Y
presenta como aval de su oracion un corazón arrepentido y confundido, que
quiere que equivalga a una ofrenda tan grande como la del sacrificio más digno
de Dios.
El evangelio de Mateo 18, 21-35 pone delante de nosotros el
ofrecimiento más agradable a Dios que puede hacer nuestra pequeñez: saber perdonar
como Dios mismo perdona. Porque lo contrario equivale a no poder alcanzar el
perdón, porque no puede pedir perdón a Dios quien no es capaz de perdonar a su
prójimo.
PASIÓN DE JESÚS
No
voy a avanzar hoy nuevos datos de la Pasión. Voy a entrar en el corazón de
Jesús y voy a tratar de sentir sus sentimientos a lo largo de los diversos
variados momentos que lleva experimentados desde el Huerto. Porque allí ya
padeció toda la pasión en su angustia y agonía ante lo que se le venía encima.
Pero su corazón se fajó con la voluntad de Dios y acabó acatando esa misteriosa
decisión de Dios, que lo dejó sufrir y no le levantó el peso de su dolor.
Pero es que se aumentó ese sufrimiento con aquellos tres
íntimos que no pudieron velar con él. Ni velar para acompañarlo, ni velar para
no caer ellos en la tentación. Abocados al fracaso, que era dolor intenso en el
corazón del Maestro, que no había perdido a ninguno y que ahora los veía al
borde del abismo.
El beso del otro amigo, beso de traición, señal falsa de
amor con la que señalaba Judas a quién habían de prender…, se le clavó en el
alma a Jesús. Amigo, ¿a qué has venido?
Así, con un beso ¿me entregas? Un beso que dolió en el alma a Jesús.
Sus manos atadas, su conducción ya preso por las calles de
Jerusalén…, y el llevarlo a casa de Anás…, completaban una serie de
humillaciones que hicieron mucho daño en el sentimiento íntimo de su corazón.
Precisamente Anás, con el que había tenido que enfrentarse tantas veces, y que
ahora quedaba en sus manos. Y fue como temía Jesús: Anás se regodeó en
interrogarle, y en dejar pasar por alto aquel desmán del guardia que le
abofeteó, sin que Anás saliera en defensa del respeto que se debía a un
prisionero. Le dolió tanto que Jesús –generalmente silencioso- pidió
explicación al guardia, que –en el fondo- era pedir explicación a Anás. Para
nada, porque Jesús no era tratado como persona. ¡Cuánto duele ese desprecio y
esa baja venganza!.
Los ojos vendados, ¡cuánto vieron tras la venda! ¡Cómo vio
Jesús a través de los siglos las bofetadas y escupitajos que el mundo le iba a
dirigir…; la respuesta de un mundo que se burla de él y que lo toma como juego.
Cuando Jesús oyó la sentencia de muerte POR BLASFEMO, se
estremeció. Él, que vivió siempre haciendo la voluntad de Dios y adorándolo –que
precisamente estaba en este momento por su fidelidad a Dios-, sintió que se le
conmovieron las entrañas… Si Caifás se había abierto la túnica para significar
al ardor de “la blasfemia”, a Jesús se le abrían las carnes de sentirse
condenado por blasfemo.
Ante Pilato sufrió la nueva humillación de ser condenado
por malhechor…; que no era solamente ser considerado malhechor sino la bajeza
que suponía cambiarse la camina los sacerdotes para acusarlo de una cosa nueva
y no de aquello por lo que ellos le habían condenado. ¡No era Jesus digno ni de
ese respeto!
Y cuando Pilato parece querer ser un juez justo que quiere
saber la razón de aquella petición de los sacerdotes y senadores, lo acusan de
otra cosa nueva: alterador del orden… Pero ¿qué se podía esperar de unos acusadores
así? Lo peor fue cuando el juez no quiso ni saber qué es verdad, y se salió por la tangente con aquella espantada con
la que dejaba a Jesús con la palabra en la boca. Si no se quería ni saber la
verdad, ¿adónde conducía todo aquel simulacro de juicio?
Pues condujo a aquella componenda de Pilato de enviarlo a
Herodes. Se estremeció Jesús. Lo enviaban al asesino del Bautista, “la raposa”,
al hombre sin personalidad ni conciencia, al hombre adúltero y sensual… Ese iba
a ser su juez. Y experimentó Jesus tan repugnancia que Herodes no pudo escuchar
ni una sola palabra de Jesús. Jesús se cerró en banda a dar pábulo a aquel
hombre. Sangraba el corazón de Jesús ante aquella situación a la que se veía
sometido.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)
ResponderEliminarLA SALVACIÓN DE DIOS:LA LEY Y LA GRACIA´
"En todas las culturas se dan singulares y múltiples convergencias éticas, expresiones de uns misma naturaleza humana, querida por el Creador, y que la sabiduría ética de la humanidad llama LEY NATUARAL".
¿EXISTE UNA LEY MORAL NATURAL QUE PUEDE SER CONOCIDA POR TODOS?.-Si los hombres deben hacer el bien y evitar el mel,
,el conocimiento acerca de lo que es bueno y malo debe estar inscrito en su interior. De hecho existe una ley moral en cierto modo " natural" al hombre, que en principio puede ser conocida por todo hombre por medio de su razón.
Dios actúa en nosotros movido por su misericordia porque somos inmensamente pequeños. Y, sin embargo nosotros somos exigentes e intolerantes con nuestros hermanos. Como en el Padrenuestro, Jesús nos exhorta a perdonar de todo corazón a los hermanos, generosos como el Padre, sin preocuparnos de poner un límite, es decir, ser más o menos generoso,al perdón que podamos ofrecer, sin olvidarnosnunca de agradecer al Padre su generosidad con que somos perdonados.
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