lunes, 14 de marzo de 2016

14 marz_Verónica y la Madre

Liturgia
          El amplio relato del libro de Daniel en el capítulo 13 nos muestra una situación de pasiones bajas de dos ancianos que pretenden abusar de una hija de la tribu de Judá, y que son delatados por Daniel, un muchacho que ha recibido espíritu de verdad. Un relato que hoy habría que leer muy detalladamente cuando vivimos tiempos tan indecentes en edades mayores.
          El evangelio (Jn 8, 12-20) se abre con una de las múltiples descripciones que Jesús hace de sí mismo: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no camina en tinieblas sino que tenderá la luz de la vida

PASIÓN DE JESÚS
No nos habla ningún evangelista de un personaje cordial que la tradición popular ha consagrado: la mujer Verónica, esa que –en un momento dado- irrumpe por sorpresa por entre los guardianes y se planta ante Jesús con un paño en la mano para limpiarle aquel rostro desfigurado por la sangre, las lágrimas, los golpes, el dolor. Aprovechó alguna caída de Jesús que –aunque no llevara cargada la cruz- le faltaban las fuerzas para caminar. E irrumpió esta mujer por entre los soldados y se plantó ante Jesús para limpiarle con toda delicadeza, simplemente aplicando el lienzo al rostro de Jesús. No tuvo tiempo para más porque un soldado la apartó del camino. Pero había tenido el tiempo suficiente para llevarse en el lienzo la primera fotografía de Jesús. Así reza la tradición, que incluso conserva como preciosa reliquia ese paño. [Se ha hablado de tres lugares donde se venera esta Santa Faz. Y la devoción popular ha resuelto el caso pensando que aquel paño que portaba la mujer estaba plegado en 3 dobleces].
Los evangelios no nos han trasmitido este hecho, que nos llega a través de los evangelios apócrifos. Y desde luego tiene unas lecciones muy bonitas. Primero es cómo se graba la imagen de Jesús en quien hace un acto de servicio caritativo. Y no sólo quien lo hace a Jesús, sino en cualquier hombre o mujer que sufren y que necesitan de una delicadeza de parte de alguien que puede enjugar sus lágrimas y acompañar los dolores del que sufre. La otra lección está en el premio a la ternura, y –en concreto en este caso- a la delicadeza femenina que hizo todo lo que podía hacer y que fue mucho aun en medio de una pequeña acción. Pero bien sabe un enfermo lo mucho que agradece que alguien le limpie el sudor, le bulla la almohada o le refresque los labios con un algodón húmedo. Mínimas acciones que llevan consigo esa imagen de Jesús grabada en el alma. La Verónica no podía tomar la cruz, no podía quitarle las espinas de la cabeza, ni podía impedir aquel cortejo doloroso. Pero pudo hacer lo que tenía en sus manos, y fue de un inmenso valor y obtuvo una recompensa.
Otro suceso que no nos narran los evangelios es el que también se recuerda en el tradicional vía crucis: la presencia de María, su madre, en ese trayecto desde el Pretorio al Calvario.
          Disimulada entre la gente estaba María, que –cuanto le era  posible- caminaba al par de Jesús observándole cada gesto, y sufriendo la madre en sus mismas carnes el dolor inmenso del hijo. Le acompañaban otras mujeres. Habría un momento en que Jesús pudo advertir que su madre estaba allí y caminaba a su paso. Era un consuelo para él a la par que un sufrimiento añadido al ver sufrir a su madre. Pero se sabía cordialmente acompañado. En medio de toda la compañía hostil que podía sentir en aquella comitiva, era como una ráfaga de aire fresco saberse comprendido y apoyado por la mujer más fiel a los planes de Dios…, por la madre más íntima que podía penetrar sus sentimientos. Hablar no podían pero con la vista se decían mucho. Aquella madre no era una mujer hundida, aplastada por el dolor. Era la mujer fuerte que más que perderse en lamentos, estimulaba a seguir aquella vía dolorosa. Ella la estaba siguiendo con la pasión del hijo vivida en su propio corazón de madre. Con razón se le aplica aquella expresión bíblica: Mirad los que pasáis por el camino y ved si hay un dolor semejante a mi dolor.

          Yo suelo decir que sí que ha habido en la historia situaciones semejantes en madres que han vivido muy íntimamente de cerca los padecimientos de los hijos, unas veces surgidos por la misma realidad de la vida, y otras por las injusticias de otros más poderosos o más dañinos. El sufrimiento de cada madre ante el dolor de un hijo es único y ninguna madre puede pensar que el suyo es mayor que el de la otra. Lo que sí podemos pensar es que la sensibilidad de María y su unión interior a Jesús era de un calibre excepcional por la calidad de las dos personas. Y que en ese sentido lo agudo del dolor llegaba a impactar mucho más hondamente en las fibras profundas de ambos corazones. Y aquel escaso kilómetro de la vía dolorosa, con tantos sufrimientos de Jesús, unieron profundamente a madre e Hijo en aquel paso terrible hasta la llegada a la cima del Calvario.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:02 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÒLICA (Continuación)


    LA DOBLE MORAL.

    La doble moral se refiere a una moral en público o también tácitamente, que mide"con doble vara de medir".Hacia fuera la persona de doble moral defiende meyas y valores que no observa en su vida privada, "Hijos mios, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras".(Jn 3,18).

    ¿POR QUÈ "LA DOBLE MORAL" ES UN REPROCHE TAN GRAVE ENTRE LOS CRISTIANOS?.-La conformidad entre la vida y testimonio es la primera condición para el anuncio del Evangelio. Por ello la "doble moral" es una traición de la misión de los cristianos de ser "sal de la tierra" y "luz del mundo".
    San Pablo fue el primero que recordó a la comunidad de CorintoL:"Es evidente que sois carta de Cristo...escrita no con tinta, sino con el Espìritu de Dios vivo; sino en las tablas de los corazones de carne".Los mismos cristianos,no lo que dicen, son la "carta de recomendación" de Cristo al mundo(Cor 3,1).Por eso es tan perjudicial para la nueva evangelización que pastores y fieles vivamos a veces como si Dios no existiera, escandalosamente acomodados a costumbres y opiniones de la anticultura secularista.

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  2. Jesús ilumina al mundo entero con una luz que no se apaga. Quién lo acoge como Hijo y enviado del Padre, es iluminado por Él. Si nos acostumbramos a mirar con los ojos de Jesús, será la Luz de nuestro camino.

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