miércoles, 14 de marzo de 2012

Miércoles 3º de Cuaresma

BATIRSE EN RETIRADA
No le salió la jugada al pobre de Pilato. Y digo “pobre” porque acaba dando lástima un gobernador romano que es más piltrafa aún que la apariencia que da ahora mismo la figura de Jesús. Jesús está así porque lo han llevado hasta ahí. Pilato da pena porque deja una impresión deplorable al encontrarse un nuevo revés ante su intento de salvar a Jesús…, veleidoso intento…, porque ya Pilato no puede alcanzar nada. Le han visto su punto flaco. Lo han visto cobarde, reculando, sin decisión, hecho una pavesa en medio del viento. Ya basta gritar, y Pilato se derrumba…, o ya es un cascajo de hombre.
El pueblo, en efecto, gritó. Pretendía Pilato la compasión del desgraciado hombre Jesús, y la gente –que iba haciéndose numerosa, apabulla: Crucifica, crucifica. Vamos: es como decirle: déjate de zarandajas y hacer teatro, y acaba por hacer lo que tienes que hacer…, lo que harás por las buenas o por las malas, por tu gusto o contra tu gusto. No ha resuelto a tiempo, no ha dado el golpe de mano cuando todavía podía, y ahora ya no hay lugar.
Pretende Pilato tirarles en rostro su brutalidad, su carencia de principios, y les espeta: Tomadlo vosotros y crucificadlo según vuestra ley, ya que se ve que vuestra ley –por lo que se ve- permite matar al inocente. Y ahora sacan a relucir la verdadera causa por la que ellos querían matarlo y lo traían ya “reo de muerte”: Según nuestra ley debe morir porque se ha hecho Hijo de Dios”. No entendía Pilato esa acusación, puesto que en los dioses romanos cabía los hijos y lo que fuera… Pero al fin y al cabo le acababan de poner delante una acusación contra Jesús, hijo de un dios… Y ahí le coge el miedo. ¡A ver si yo estoy jugando con dioses…, dioses vengativos que pueden descargar sus castigos contra mí…!
Pilato agachó la cabeza con un temor…, mandó a Jesús entrar adentro con él, y con ánimo entre temeroso y extrañado, pregunta: ¿De dónde eres tú? Y Jesús, que sabe que todo es inútil y que ese hombre acaba siempre cediendo ante los instigadores, opta por no responder. En realidad ¿para qué? Y el acobardado Pilato ante una caterva de furiosos, saca su genio ante Jesús –indefenso y medio destrozado- y le regaña: ¿A mí no me respondes¿ ¿No sabes que tengo autoridad para liberarte y para condenarte? Causa asco… ¿De modo que tiene esa autoridad? ¿Y dónde la ha dejado? ¿Para ahora, porque aquí se siente fuerte amenazando? Pienso que todavía es más digno de lástima, cuando no de repugnancia…
¿Qué le pasaba por el alma a Jesús? ¿En qué manos estaba? ¿Merecía la pena volver a hablar? Pues el hecho fue que Jesús le respondió, y hasta con sentimiento de disculparlo, cuanto era posible? Y le dijo: No tendrías autoridad alguna sobre Mí si se te hubiera dado de lo alto. Pero los que me han entregado a ti, tienen más culpa. Después de todo, parece que Jesús le suaviza a Pilato su angustia interior…. No es que Pilato no sea culpable, cuando es un juez sin justicia, un poder sin decisión ni eficacia. Pero donde está el enorme pecado es en su pueblo, en sus responsables, en quienes blasfemaron contra el Espíritu Santo no aceptando la realidad de su pecado.
Más deseo de libarlo sintió Pilato. Bueno ese “deseo” sin valor. Y cuando Pilato hubiera intentado un nuevo enjuague, los sacerdotes le dieron el golpe de gracia con la amenaza velada que tocaba ya el puesto político de Pilato: Si sueltas a ese, no eres amigo del César, porque todo el que se hace rey, es rival del César. ¡Hasta aquí hemos llegado!, sintió Pilato. Mal está que condene al inocente, pero al fin y al cabo, Cristo ¿qué es?; ¿Qué le va a significar en su vida? En cambio su puesto de gobernador romano, su amistad con el César…, era su parte honorífica…
De ahí que ya –derrotado totalmente- saca a Jesús fuera, se sienta Pilato en el tribunal y masculla frases de niño chico como el que quiere sin querer, y simplemente se bate en retirada: A vuestro rey voy a crucificar Y la respuesta expresa bien la calaña de aquellos hombres que abominaban siempre del César y habían esperado un mesías que echara al poder romano, y que ahora dice: No tenemos más rey que al César. El tiempo les responderá lo que el rey-César acabó haciendo con ellos a la primera de cambio.
Que conste que eso ya sería lo de menos al que contempla el dolor, humillación y destrozo de Jesús, desde su cuerpo hasta sus sentimientos. Porque acaba uno viendo claro que no merece la pena pararse ni en Pilato, ni en los sacerdotes, ni en vocinglería de la gente. Sólo queda en profundidad la realidad del gigante Jesús, del hombre de tanta grandeza y tanto Corazón, que es capaz de estar ahí porque no ha dado un paso atrás desde su mismo comienzo de vida. Lo que vino hacer no ha dejado de hacerlo. Y si hoy ya es la antesala de la muerte, la gran verdad es que por Él nosotros estamos afianzándonos en LA VIDA.
MAYOR PERFECCIÓN
Este miércoles 3º de Cuaresma nos advierte que hay un paso cualitativo entre “lo antiguo” y lo nuevo, que es el Reinado de Dios en el alma.
La 1ª Lectura es la enseñanza de Moisés a un pueblo recién liberado de la esclavitud por el poder de Dios. Y que para liberarse de otra esclavitud –la del individualismo egoísta y el intento de ser como Dios- recibe ahora de Dios unos mandatos y unos decretos que le sitúan muy por encima de las otras culturas. Y así es como pueden entrar en la Tierra prometida, esa nueva Tierra que Dios les concede. Sería miope si por “nueva Tierra” sólo se viera un territorio geográfico, con unas zonas de apabullante fertilidad y riqueza. El nuevo terreno que realmente debe sentir como regalo y exigencia el Pueblo de Dios es que ahora tiene que meter en su alma esa riqueza nueva y superior de saber obedecer a Dios, y guardarse mucho de olvidar los hechos maravillosos que Dios obró a favor de ellos. Ya no se le pide sólo que cumpla mandatos, sino que ponga amor de respuesta y agradecimiento. Ya es subir peldaños en esa línea de respuesta a su fe.
Pero aún no es el final. Puedo explicarlo fácilmente con un hecho evangélico: cuando el aquel joven rico llega a Jesús y se ofrece porque quiere alcanzar vida eterna y pregunta qué tiene que hacer, Jesús le responde como a judío que es el joven, que guarde los mandamientos.., y Jesús le recita en voz alta los que miran al prójimo. El joven honesto confiesa que los ha vivido desde siempre, y que lo que ahora quiere saber es qué le falta. Quiere decir que ante Jesús y viendo la vida de Jesús y su enseñanza, lo que el joven aspira es a más…, al Reinado de Dios…, al seguimiento de Jesús.
Entonces Jesús sube el listón. Porque si lo que realmente quiere el joven es la perfección cristiana, tiene ya que pasar del cumplimiento a la implicación de la propia vida.
Lo que el texto expresa es que Jesús no suprime lo que ya estaba en la Ley. Pero aquello quedaba en el cumplir unas obligaciones más llenas de sentido religioso y social, y el que las cumplía, ya había dado pasos que superaban a los mismos pueblos vecinos de superior cultura. Pero Jesús viene a llevarlas a una altura mayor y más perfecta, porque ya pasan al interior mismo de la persona. No s mejor quien más medallas se cuelga sino quien busca y lucha por agradar a Dios, por vivir el amor al enemigo, el que se niega a sí mismo y sigue al mismo Jesús de la Cruz.
Eso no es optativo; no es simplemente que “puede hacerse”, sino que es condición necesaria. Y el que la cumple es grande en esa reinar Dios en el corazón, y el que no la cumple, es mínimo, es nada en este nuevo Reino, que es el seguimiento de Cristo, el Señor.

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