jueves, 1 de diciembre de 2011

UN COFRE DE TESOROS. Jueves 1º adviento

Jueves 1º adviento
Hoy he gozado lo que no es paras poder explicar.. Si son las lecturas del día, son riquísimas. Porque Dios, defendiendo al pobre y humilde, levanta una muralla fuerte alrededor de “la ciudad” que es leal, fiel, pueblo justo, que mantiene la paz. Y el Evangelio el la declaración expresa de Jesús de que menos “Señor, Señor” (y cosas parecidas), y más roca firme sobre la que construir la vida. Que ya vengan huracanas, embates de olas, terremotos…, la “casa” no sufre . Permanece. Y menos arenas movedizas que van según el viento, según las mareas que van y vienen, y acaban derrumbándose irremisiblemente.
Siendo hoy el día del gran Carlos de Foucold, yo cerraría este capítulo con una síntesis abreviada de su clásica oración, que sintetiza la idea perfectamente: Padre: me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, TE DOY LAS GRACIAS.

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No sé hasta qué punto los fieles valoran este comienzo de Lucas con la narración de Zacarías. Isabel ya está embarazada. Gozosa. Son padres, lo más hermoso para un matrimonio israelita. Pero hay más: en la Biblia hay varios casos como el suyo: matrimonios ancianos, estériles, ya abandonados a su desgracia. A los que viene el Dios Yawhé –cuando menos lo esperan- y los vista con la promesa de un hijo, con un hijo con nombre puesto por Dios. Éste es su caso, piensan, con razón. Aquí ya ha entrado Dios. Lo viven en el obligado silencio de la mudez de Zacarías, entrecortada por esos signos cómplices de gozo profundo. En la soledad de la montaña de Judea. E Isabel recluida en casa, no sabemos si porque hasta siente rubor de verse embarazada a sus años, o más bien porque está anonadada por lo que en ella ha hecho el Señor.



En el Cielo eterno, y en esta plenitud de los tiempos, “algo se mueve”. Ha llegado el momento eternamente previsto por Dios. En “Consejo Divino Eterno”, el Padre dice que ya hay que echarle al mundo el ancla de salvación. El Verbo, Hijo de Dios, da el paso al frente: “Yo voy, Padre”. El AMOR está ya extendiendo su manto… El revuelo de felicidad recorre las estancias angélicas. Gabriel se dispone a ser abanderado. Los ángeles, dispuestos a emprender su vuelo hacia el mundo humano acogiendo al Verbo como la perla que defiende su concha. Y el Espíritu el Amor con su infinito manto preparado para cubrir la “nueva Tienda del Encuentro”.
¿Pero cuál es esa Tienda?
Nazaret era una aldehuela sin fama ni renombre, allá en el norte de Palestina. Había allí una niña –una muchachita de 12 años-, honesta, fiel, obediente a Dios en todo. Prometida a un muchacho, y vivían los dos soñando aquel hogar que un día tendrían lleno de hijos: la aljaba llena de flechas… Ella era Miryam.
Y Dios miró en aquella dirección… Encajaba muy bien con sus grandes infinitos proyectos…, en pequeñas vasijas de barro.
Y el cortejo divino se puso lentamente en marcha… Gabriel se adelantó. Debía ver…, hablar a aquella joven… Hablarle sueños de Dios...

“La solución, mañana”.

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