martes, 13 de diciembre de 2011

BLANCO & NEGRO

BLANCO & NEGRO
Martes 3º adviento

Ls dos lecturas coinciden en los mismo: dos realidades: ciudad rebelde y opresora…/ Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde que confiará en el nombre del Señor. Dos hijos: el que dice SÏ…, pero no va; el que dice NO, pero va.
Conclusión: los pecadores prostitutas os aventajarán en el Reino. Y hay quien saca la conclusión: ¡pues vamos a vivir la “dolce vita!. No: no alcanzan el Reino los pecadores y rameras por ser lo que son. Lo que sí dio la historia es que el pecador que se acepta y reconoce pecador y –por ende- se humilla y cambia, está por delante del engreído que quiere llevar la razón siempre.
Adviento es encrucijada, no mero “tiempo litúrgico” postizo. Al final no va a quedar en tiempo que “pasó” ni “niño Jesús” que nace. Sino dónde va a estar el SÍ verdadero y el NO… Dónde va a quedar el “niño” y dónde está el ADULTO.



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Los días en el pueblo de la montaña entraron en na normal monotonía de la vida normal. Zacarías, en su mudez, tuvo mucho tiempo para pensar, sopesar, redescubrir más en profundidad a Dios, al Dios que él no había captado del todo antes de todo esto.
Isabel y María realizaban las labores de la casa. Isabel desde su pesadez natural; María desde esa agilidad de sus pocos años. ¡Y luego, los ratos gozosos en que hablaban de muchas cosas…, de “sus cosas”, que tanto coincidían en el misterio de Dios!
Y pasaron los breves tres meses y le llegó a Isabel el momento del parto. María, siempre junto a ella, fue un auténtico ángel de Dios.
Y cuando nació el niño y vinieron de tantas partes familiares y amigos (no era sólo un niño que nacía, sino unas circunstancias especiales de padres mayores), todos empezaron a llamarlo Zacarías –costumbre normal de los primogénitos. Isabel se yergue decididamente y dice que no: porque se va a llamar JUAN. No les valió mucho su afirmación, que venía de una mujer, y le preguntaron a Zacarías. [Observen aquí lo que pudiera decirse un “lapsus” de redacción: Zacarías estaba mudo, pero no sordo; sin embargo el texto dice que le preguntaban por señas]. Zacarías pidió una tablilla y escribió con letras grandes, “JUAN ES SU NOMBRE”. No dice que “se llamará Juan”, que sería como un capricho de familia. Es mucho más: ese Niño TIENE YA SU NOMBRE: “su nombre ES Juan”. Y Zacarías rompe a hablar y a gritar: “Juan es su Nombre”… Para un israelita eso eran palabras mayores. Algo grande ocurría. Y les hace preguntarse, admirados, qué será de ese niño. Y la noticia corre como reguero de pólvora por todos los pueblos y aldeas de la comarca. Hay una convicción honda de que la mano de Dios está sobre él. [Dicen algunos estudiosos que este cántico es propiamente un canto pascual, al que el verso que se refiere a Juan es posterior y añadido: “Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para preparar sus caminos, para enseñar al pueblo el camino de la verdad y el perdón de los pecados].

La misión de María había acabado, una vez que pasaron los primeros días y primeras atenciones y ayudas. Y María les comunicó que ya debía regresar. Eran sus padres que la esperaban…, y era su boda que se había quedado por celebrar. Zacarías hizo dio los pasos necesarios para el regreso de María en un seguridad y él mismo la acompañó a Jerusalén, desde donde partían las caravanas. Con alguna persona de fiar se envió recado a Nazaret de que María regresaría en unos días –ya muy concretados- para que esperaran a María en el cruce del camino hacia Nazaret.
Querer explicar el camino es repetir lo poco más o menos que puede haber ocurrido a la venida. Aunque para María era mucho más. Y no mucho más porque era el regreso a casa, sino porque ahora era su boda e iba a casa de José. Y pienso que sería muy seráfico imaginar que María ya se sabe de antemano lo que eso vaya a ser. Están por ver los planes de Dios, los planteamientos de aquella boda, el futuro que supondría en una pareja hebrea.
Interrogantes los había a puñados. Y junto a cada uno de ellos, una respuesta muy clara: “Dios dirá”.

2 comentarios:

  1. Es incluso posible que a alguna persona le hubiera resultado un tanto extraño ese final, puesto que se divinizan tanto las cosas que quisiera dar como trazado el detalle perfecto y a la vez decidido y concluido.
    De hecho ya van dos veces en que alguien (del grupo que nos rodea en nuestras reuniones) ha tomado por decisiones intangibles "dgmáticas", cosas apinable (pero muy suyas) que no tienen nada que ver ni con el respeto, la devoción, el dogma..., ni la verdad.
    ¿Y por qué me gusta meterme en esos "fregados"? Porque el gozo mayor de mi fe es poder seguir dudando. No de la fe, sino de las formas en que "encerramos la fe". Para muchos, la fe es lo intangible, lo definitivo, lo incuestionable. Para mí la fe es un proceso (como lo ha sido la historia entera de siglos de la Iglesia), donde el DUDAR (o LA CAPACIDAD PARA ACEPTAR LA DUDA) me han situado en el plano más humano de la fe: el de no ser yo "dios", y el estar convencido de que DIOS ES SIEMPRE MÁS GRANDE. Y por tanto que nos ha dejado la gran posibilidad de errar, de investigar, de no creer que "Dios me ha dicho"..., porque por ahí llegamos a la SOBERBIA ESPIRITUAL, que es la peor, la que impide la vuelta atrás, el arrepentimiento, el cambio. Es la de los fariseos y es la que se convierte en "blasfemia contra el Espíritu Santo", a la que ya no hay cómo entrar ni cómo ayudar.
    Por eso disfruto pensando en la incertidumbre de María, en su viaje de regreso... ¿Qué querrá Dios; adónde los llevará? ¿qué tendrán que hacer? ¿qué espera ahora?...
    Pero en ni un solo instante surge en Ella la intranquiidad. Dios SIEMPRE ES MÁS.

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  2. Es un poco como lo de la primera piedra y la mujer. Hay quien piensa que quiere leer sólo hasta "Yo no te condeno". Pero luego dice también el Señor: "Vete y no peques más". El Señor nos quite las telarañas que nos impiden ver más allá. Cristo es la Verdad. El que está en Cristo está en la verdad. El que está en la verdad, la reconoce como tal, y cuando falla vuelva a ella.

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