miércoles, 28 de diciembre de 2011

INOCENTES MASACRADOS

INOCENTES MASACRADOS
28 diciembre

Un día muy difícil para la visión general litúrgica. El argumento básico, la locura de un hombre, enfermo de poder, que origina una tragedia por la “noticia” de unos extranjeros que vienen a adorar al recién nacido rey de los judíos. Herodes, que ya había matado a 30 de sus mejores colaboradores –y aún de sus esposas e hijos- sólo por la sospecha de que pudieran arrebatarle el trono, la sola posibilidad de un desconocido “recién nacido, rey de los judíos”, le provoca la histeria de matar a una serie de niños de poca edad, para asegurarse que caía en el saco ese hipotético niño. La enfermedad del mandar, de ser “primero”, de que no le hagan sobra (ni de lejos), le lleva a la locura sin sentido.
La 1ª lectura, comienza la 1ª carta e san Juan, un tratado del verdadero AMOR: es lo que el discípulo le ha oído a Jesús, sin dejar fisuras de ninguna clase. Amor que abarca las obras (es lógico) pero que se gesta en el, corazón, los sentimientos…, y se expresa en las palabras que deben corresponder al corazón que ama.
¿Es posible el pecado contra el AMOR? - Por supuesto. Como es posible la obscuridad. Y obscuro es lo que no tiene luz. Y sin luz, se desvaría. Y si se desvaría, se peca. Y si se peca, falta el amor. Y si falta el amor no habrá humildad. Y si no hay humildad –dice San Ignacio expresando la táctica diabólica- se puede esperar todo lo demás (de lo malo). Hay una solución, expresa la lectura: reconocerse pecador. Y entonces entra el Espíritu de Dios, y entra Cristo, como el abogado defensor.


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He pasado por alto un hecho esencial: “a los 8 días del nacimiento de Jesús, José circuncidó al Niño y le puso por nombre Jesús, tal como el ángel lo había llamado antes de nacer”. Era el momeo en que el niño varón entraba a pertenecer al pueblo de Israel. Primera sangre de Jesús que se derraba, y que bastaría para redimir al mundo mundial. Dolor en el Niño, que María calmaría pronto llevándole el pecho al pequeño y haciéndole sentir el calor maternal, que es la gran medicina del recién nacido.
José estaba entre ese natural dolor que le había provocado al Niño y ese santo orgullo que experimentaba doblemente el padre de familia, de una parte haciendo a un niño un miembro nuevo del Pueblo de Dios, y de la otra, el apabullante destino recibido directamente de Dios de ser él quien pusiera nombre de Jesús (=Salvador) al hijo misterioso de su esposa; ni más ni menos que ser elevado a ser “padre” de aquel Niño, que venía del Espíritu Santo. Una sinfonía de sonidos, una borrachera de colores… José lo hizo, los pocos vecinos fueron invitados, y aquella fiesta se celebró desde la pobreza de una familia e inmigrantes recién llegados.
Y aquí también yo me quedo absorto con el NOMBRE. El nombre que el ángel le había señalado antes de nacer, ¡cosa seria, porque indicaba que Dios era el que actuaba y hacía! Antes fue “Juan”, y antes lo fueron otros cuantos, y siempre en la línea de la salvación de Israel. Dios dirigía la historia –no precisamente partiendo siempre de “santos” sino de solemnes pecadores…, pero Dios siempre será quien escribe derecho con nuestros renglones torcidos Una historia llena de situaciones así. Un día Jesús lo vivirá de lleno, siendo Él mismo el autor protagonista: un Simón pescador y rudo, al que hace PIEDRA (y será fundamento de su Iglesia), y un hombre de Keriot, al que soñó como otro fundamento de ese edificio, y le “salió rana”. Y la historia sigue aún 20 siglos y pico, y permanece la misma realidad.
Por eso yo no me quedo nunca pasando de puntillas sobre el hecho “histórico bíblico” del NOMBRE, porque sé que yo mismo estoy ahí, señalado, amado, elegido, privilegiado de Dios, con un NOMBRE que no es el que me pusieron mis padres, sino OTRO…, por el que me conoce Dios. Y tras la fila de los Doce elegidos por Cristo (sin irnos ahora más lejos), ¿detrás de cuál estoy? ¿Cuál es la construcción de ese nombre mío? Dios lo inició precioso y esperanzador en mi Bautismo, haciéndome hijo suyo. ¡A tantos los hizo hijos…! Pero bien a las claras está que los hay Pedros, “hijos del Trueno”…, y Judas Iscariotes.
El NOMBRE no se forma de gustos personales, porque “no todo el que me dice: “Señor, Señor…, entrará en ese NOMBRE” Yo quiero simbolizar el NOMBRE por esa lluvia de letras que Dios va lanzando desde su voluntad de Padre, y que a mí me toca muy personalmente ir cogiendo “al vuelo” para COMPONER el nombre que Dios quiere de mí. No sale al simple voleo. No todo lo que creo ser de Dios, lo es. Así, hasta se hicieron grandes herejes iluminados. Es DISCERNIR sin parar, hasta el mismo día de la muerte. Por eso decía un autor que “en el Bautismo no se dijo “amén” al recibir el agua transformadora, porque la letra final, el AMÉN de nuestra tumba será el que defina (deba definir) que aquel haber sido hechos HIJOS DE DIOS, llegó a feliz puerto personal.
Por eso, el NOMBRE, “mi Nombre”, es una idea fija, casi de escalofrío, que siempre pienso, aunque felizmente confiado en el intento diario (y los discernimientos frecuentes) que tengo que hacer, para los que no me bastaría yo solo, porque Ignacio de Loyola advierte de la posibilidad de “la cola serpentina”…, aun para los más grandes santos.

2 comentarios:

  1. Va mi oración y mi recuerdo de hoy para tantos cristianos como están siendo perseguidos o masacrados HOY, por el simple hecho de ser cristianos.

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  2. Y muchas personas inocentes que la hacen sentirse culpables y la justicia no lo hace bien.

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