sábado, 17 de diciembre de 2011

CAMINAMOS YA POR DERECHO

CAMINAMOS YA POR DERECHO
17 de diciembre

Segunda parte del Adviento. “Hacia Belén”. La primera lectura engarza lo que va a venir con Jacob, el patriarca. Jacob es “Israel” como Dios le puso por nombre. Israel, Pueblo y posesión de Dios. “No se apartará de Judá el cetro ni el bastón de mando, hasta que le traigan tributos y le rinda homenaje los pueblo”. Y en el Evangelio esa “composición genealógica por la que el gran patriarca de la fe, Abrahán, da comienzo al que es la FE EN PERSONA, Cristo. En ese proceso de generaciones, grandes personajes y grandes pecadores. De todos ellos, abarcándolos a todos y sin dejar a nadie, nacerá Jesús, EL SALVADOR. El último eslabón será José, el esposo de María. José, en la descendencia de David, dato mesiánico substancial. Y como ya se ve en el resto, quienes llevan la línea generacional son los varones. Por tanto, José dará a Jesús esa pertenencia a la familia de David, aunque dejando claro que José era el esposo de María, de la que nacerá Cristo.



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¿Por fin Belén! Final de trayecto y necesidad de descanso. María va en la borriquilla con semblante cansado. José se dirige al grupo de hombre de la plaza y les recita de corrida su ascendencia betlemita y davídica, identificándose así entre las familias de aquella ciudad. Lo escuchan con esa proverbial paciencia tranquila, sin reloj, sin límite de tiempo. Para José había algo más urgente: saber dónde vivían sus ascendientes más cercanos.
Allí se dirigen. Nueva larga exposición identificativa… Hasta donde son las palabras, no hay problema. El final, es que no hay sitio. U otros llegaron antes, o sencillamente no les dan entrada. José se extraña mucho. No es el estilo del pueblo hebreo. Vuelta a empezar por otr familia… Los mismos resultados y mayor perplejidad. ¿Cómo era posible que no les acogieran, máxime yendo María en aquellas condiciones, que bien se veía que estaba pidiendo a gritos un reposo? Tercera intentona, e igualmente fallida.
Cuando José, hundido en su sentimiento y en su amor propio, se viene hacia María, casi confesándote causante de aquella falta de arte, encontró a María extrañamente sonriente. Y con la belleza de sus ojos limpios, con su corazón mismo (como quien vuelve a leer renglones de misterio). María le dice a José. “– José: ¿no sospechas ya que aquí hay algo distinto? Estamos empeñados en una cosa y no hemos pensado en que Dios lleva todo de otra manera? ¿No se solucionó de la forma más inexplicable nuestra venida Belén? ¿N o estará Dios hablando otra vez por boca de tus parientes?”

José se quedó parado. No era fácil entender, pero bien sabía Él que a Dios “no le entiende”…; a Dios se le acepta… Él no puede explicarse nada. Aquella situación está contra todas las costumbres judías. Era, quizás, un absurdo lo que iba a proponer, pero ya…, “lo perdío al río”. Intentemos la posada… Que no tenían dinero para pagar las habitaciones, pero ¿por qué no podía el hospedero tener un rasgo de humanidad”. Y se encaminaron hacia allá. Sitio Había. Las habitaciones de pago estaban disponibles… Y el patio, son su fuente para atar a las bestias, y sus soportales para acoger a los que iban a pasar una noche arrebujados en una manta, también. ¡Sitio había naturalmente! El problema es que María no iba en situación de quedarse en el patio común, cuando se acercaba el momento de parir.
Puede ser que el posadero hasta les ofreciera su cuadra, donde tenía sus animales. Al menos estaban bajo techado. O que les indicase los apriscos cercanos, a unos 2 kilómetros, aprovechando que los pastores y ganados trashumaban en aquellas fechas…

María miró a José. “José, le dijo, sólo Dios sabe, y Dios lleva todo en su mano”. Como una estrella de Belén, más brillante que la de los magos, pareció encenderse en las ojeras de María. “¡Hay cosas, José, que no se piensan, ni se razonan, ni se discuten: cuando es Dios quien entra por medio!”.

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