lunes, 19 de diciembre de 2011

PREPARANDO EL TERRENO

PREPARANDO EL TERRENO
19 diciembre

La 1º lectura es presagio y anuncio. Dios ya lo ha hecho otras veces. No es nuevo lo que vamos a vivir en la entrada del Nuevo Testamento. ¿Esterilidad? ¿Vejez que ha resacado las fuentes de la vida? Sería no conocer a Dios. Dios actúa y lo hace de modo que aparezca clara su mano, su intervención, su intencionalidad.
Sansón nació de una “estéril”. Es lo de menos. Lo de más es que allí habían sucedido hechos especiales que revelaron la presencia de Dios.
Isabel y Zacarías eran estériles, ancianos, sin hijos. Terreno que Dios había abonado para decir: ha llegado mi hora. Y llegó de aquel inusitado modo del ángel que aparece a Zacarías y le anuncia un hijo de la vejez, con Isabel ya avanzada en años. No sería la naturaleza, no sería el vigor humano. Dios se anunciaba con un misterio sacado del fondo de su poder. Un niño, con nombre ya puesto de antemano, paran más identidad de que era Dios el, que actuaba. Y un señal de no poca importancia: Zacarías quedaría sin poder hablar hasta que se cumpliera.
Y con ello, una lección que va a ser la alfombra de entrada de la Navidad: el SILENCIO. Porque sin silencio no hay modo de escuchar a Dios. [Por eso hoy sentimos el vacío der Dios: no porque Él no hable, sino porque nuestra falta de silencio impide escuchar su voz]


+++++++++

Una expresión aplicada a la Navidad y que trae su historia larga en la Sagrada Escritura es: “Cuando un silencio profundo lo llenaba todo y la noche llegaba a su mitad, tu Omnipotente Palabra bajó del Cielo a la tierra”.
El primer sentido es la CREACIÓN. El silencio vacío del caos informe inicial. Y entonces se pronuncia la Palabra de Dios: “¡Hágase!”. Y el mundo empezó a hacerse.
Otro silencio de oscuridad tenebrosa es el momento de la salida de lo hebreos desde su esclavitud de Egipto. Ahí intervienen Dios con su columna de fuego y el pueblo hebreo traspasa el Mar Rojo y encuentra la luz hacia la Tierra Prometida.
En Navidad se usa la misma frase, y la sentimos y palpamos con un realismo encantador. La MEDIANOCHE…, EL SILENCIO PROFUNDO donde nada hay alrededor. La PALABRA DE DIOS (con mayúscula), el VERBO, que se abre con su omnipotencia para empezar un nuevo mundo. NACE JESÚS.

Pues dejamos a José, velando a la entrada de aquel lugar donde se refugiaron. A María que descansaba de su agotamiento. Cada uno de nosotros, que va y vine de uno a otro, como quien no quiere perder puntada. Y allí se va echando la noche. Allí se va haciendo cada más mascable el silencio. No nos atrevemos a hablar. José está en su mundo interno. Y yo, sin saber ni qué decir.
De pronto José da un salto y entra a trompicones, a oscuras, en el interior. Ha oído el llanto de un Niño. María está sentada en su jergón, radiante de gozo y casi perdida en su sorpresa. Jesús, recién nacido, en la invalidez y la figura normal de un recién nacido. José enciende un candil y simplemente llora. Yo también me arrodillo. Miro sin parar. Quisiera “robar” la primera mirada de ojos entreabiertos –siquiera- del Niño…, PORQUE SERÍA VER YO LOS OJOS DE DIOS. Tengo que reconocer que ni sé lo que quiero. Estoy anonadado. Me encuentro con las manos cruzadas ante el rostro y los ojos cerrados hacia el suelo. María le pie a Jose que le acerque una talega que tenía por allí, y saca unos pañales, aunque más bien, el calor al Niño le llega desde el Corazón de aquella Madre que arropa al Hijo en su pecho.


A unos pocos kilómetros había unos pastores con sus rebaños. El pastor vigía advierte un extraño fenómeno. Por allí, por Belén, por sus alrededores, ha empezado a levantarse una nubecilla blanca. Se quedó observando con curiosidad. Pero la luz iba aumentando y ya no le resultó tan interesante sino le empezó a entrar miedo. Se fue a los otros que descansaban y les avisó del extraño suceso. Salieron todos rápidamente. Y la nube luminosa crecía, y se venía a ellos. Ahora ya no es miedo; ahora es terror. Terror ante lo sobrenatural, lo que rebasa, lo desconocido, lo que para ellos es como una señal de cataclismo… Y –como era costumbre- se tiraron boca abajo y cerraron los ojos por el espanto.
De entre aquella nube alegre y luminosa, casi juguetona, se adelante un “ángel”. Se acerca al grupo apiñado de despavoridos pastores y les da la señal indiscutible de Dios: ¡No temáis! Y por si faltaba algo: ¡OS ha nacido un Salvador, EL MESÍAS, el Señor! Y la señal para encontrarlo, algo tan simple como unos pañales…, y tan vuestro como un pesebre!


En aquel lugar de Belén, en efecto, María había pedido que le buscáramos unas pajas, unas hierbecillas suaves para rellenar un poco el pesebre, y quitarle frio. Y allí depositó EL TESORO que Dios le había entregado. Estamos los tres de rodillas. No levantamos apenas la vista, aunque no la quitamos del Niño… SILENCIO que sale obligado, porque ¿qué podemos decir?. Si bien es verdad que como uno tenga un radar de los íntimos, la respiración del Niño está hablando… Pero es un “lenguaje” que ya intentaremos “escuchar”. Ahora mismo, ni eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!