domingo, 18 de diciembre de 2011

NO CONSTRIRÁS EL TEMPLO

NO CONSTRUIRÁS EL TEMPLO4º domingo B, adviento

El ritmo de los días del mes no coinciden con la marcha final del adviento, que entró el día 17 en su 2º período. Y hoy hay un salto histórico que desencaja el orden. Pero el domingo manda desde su pedagogía.
David ha decidido hacerle al Señor un Templo suntuoso. Natán, su Profeta consejero. está de acuerdo. Pero Dios no. David había sido un rey belicoso, siempre metido en guerras, y Dios no es Dios de guerra. Y le envía recado al Rey –a través del Profeta- de que no sera David quien construya el Templo. Será un descendiente pacífico.
El pensamiento litúrgico da aquí un salto vertiginoso y coloca a José, “de la familia” y descendencia de David, quien –prometido a María, la joven de Nazaret, dará el paso misterioso de María como constructora del “Templo”. Templo de la Divina Gracia, según rezan las letanías, Ella, desde su desposorio con David, será la que dé lugar al Mesías Salvador. Y ahí está en Evangelio de hoy.
Que si hubiera seguido el orden del día de mes, hoy estaríamos ante el eslabón de José, en la espantosa encrucijada de un varón judío, comprometido en matrimonio con una mujer que, dicho así en lenguaje moderno, resulta ser “madre soltera”.
Ests cosas hoy, y en nuestra llamada ”civilización” no representaría ya mucho. En aquella, era una bomba atómica. Y en medio del hogo explosivo, se encuentra José, que no sabe qué hacer. Dios le dirá lo que hay allí debajo, que Dios actúa, y que él, José NO TEMA. “No tema” es precisamente palabra de paz profunda pronunciada por la boca del Señor. Y en esa paz es en la que puede “construírsele” el “templo” al Mesías. Y José está ahí en ese “ojo de paz”. Y de él, con todos los misterios de Dios, tendrá su TEMPLO EL MESÍAS, JESÚS, SALVADOR, HIJO DE DIOS.



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Cuando José y María hubieron de volver a la mula para seguir camino sin dirección concreta, a mí se me partía el alma. Cojo las bridas –las cuerdas- de la caballería y con los ojos bajosy la tristeza en el alma, tiré hacia adelante en la dirección que indicó José. Ellos iban muy juntos, pegado José a la borriquilla, y María cada vez más cansada.
Alguna película llega a situarlos de pronto, acuciados por la situación, detenidos en un chambado levantado el borde del camino con cuatro palos y una sábana como techo. Pero les faltó un detalle bíblico: allí no había pesebre. Lo de la “cueva” es menos significativo porque en ningún momento habla de ella San Lucas. Más nos acercamos a los tinglados o apriscos o cuevas de los pastores.
Cuando José se adelantó para vislumbrar lo que podía hacerse, lo que vio fue un recinto lleno de estiércol, más o menos habitable, con rincones o corrido… Y partiéndosele el alma, mirar a María y preguntar con los ojos… María asintió. ¡Ya no podía más!
“Esclavito indigno”, ato a la borriquilla donde mejor puedo, y salgo raudo a buscar una ramas con las que hacer una escoba y tratar de limpiar –cuanto es posible- aquel suelo sucio. José por su parte busca heno con que medio formar un jergón en que colocar a María. Mejor si hubiera un rincón en aquel lugar, un lugar más resguardado… Tendió una manta, ayudó amorosamente a su esposa y la cubrió. Luego salió de nuevo, buscó leña con la que hacer un fuego a la entrada, cuyo calor pudiera conseguir –en algún grado- secar aquel ambiente húmedo e inhóspito. Yo, desde mi amorosa esclavitud de amor, estoy a lo que pueda contribuir. ¿Quizás buscar un poco de agua, aunque y se está echando la tarde y no se camina muy cómodamente?
Cundo todo aquello quedó “adecentado” (si es que esa palabra pudiera emplearse en estas circunstancias). José –al calor de la hoguera, entrando y saliendo para ver cómo estaba María, pensaba con sus ojos fijos en las estrellas: Señor, ¿es que no tenías otro modo? ¿Tenía que ser así Y con su alma destrozada, sí parece que oía la respuesta de Dios, esa que no se da ni en sueños, ni por ángeles. Dios lleva las situaciones hasta el precipicio, hasta el límite. Deja actuar a la persona como si todo lo tuviera que resolver ella. Luego interviene Él. Pero Él tiene “su manera”. Y lo entendamos a no lo entendamos, los modos de Dios son los de Dios y no los de los hombres.
Maria se quedó dormida. Por supuesto que yo me salí de puntillas. Miré a José, metido de lleno en sus pensamientos, y tampoco dije nada. Empecé a darme cuenta de mis cosas, que yo nunca había pensado… Sólo me quedaba suspirar. José mantenía su mirada en las estrellas, aunque traspasándolas… “¡En la que me has metido Dios! Y te adoro. Pero no me niegues que me sienta perplejo, extrañado, boquiabierto, y -casi te diría- “aterrado”, porque ¿hasta dónde piensas llegar? Si no fuera porque Tú eres Dios, yo te diría que casi me faltan las fuerzas… Pero sé que me basta tu Gracia”. Y Jose siguió allí silencioso. Vigilaba también, y no sin cierto recelo a peligro de bandoleros o de gente sin sentido… La noche se iba cerrando. Yo me situé junto a José, Apenas cruzamos palabras. Unas veces entraba él para ver si María necesitaba algo; otras yo. Y me admiraba la placidez del sueño de María, que bien podía decirse que estaba durmiendo en la más profunda paz de quienes dejaron a Dios ser dueño de su vida.

1 comentario:

  1. Me corrigen con toda razón un gazapo en el comentario litúrgico, en el que he puesto a "María desposada con David".
    Imagino que tan claro es el gazapo que más de uno ni se ha dado cuenta.
    Pero agradezco la advertencia, la corrijo en el original, y la clarifico aquí en el comentario.
    Y del original, ya os anuncié en la ESCUELA DE ORACIÓN que pienso hacer un "folleto" (a lo informático" o a fotocopia), que pueda ir siguiendo todo ese comienzo del Evangelio de la Infancia (como se llama) para que se pueda tener como forma de vivir un adviento en acompañamiento vivo CONTEMPLATIVO, de los datos evengélicos.

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