LA INMACULADA

LA INMACULADA
8 diciembre
Confieso que no se me viene ningún otro título más periodístico. Porque para mí no hay otro que sea más atrayente ni más impactante. Viví desde mi primera adolescencia bajo LA INMACULADA, y no encuentro mejor gancho.
En la liturgia del día, la baba de la serpiente inficiona a la humanidad con su mentira y su malicia. Desde entonces toda criatura humana estará con el virus mortífero y desgraciado del mal llevado a cuestas por el tiempo que dure la vida de la humanidad.
En el Apocalipsis 12 hay una dramatización preciosa que sitúa a la serpiente o dragón infernal persiguiendo a LA MUJER, y a Dios burlando al enemigo, que no consigue inficionarla. Hasta alas de águila da Dios a esa MUJER vestida de sol, para que vuele al desierto, fuera del alcance maligno. Pero el demonio la persigue porque denodadamente quiere mancharla, y sale Miguel al frente de los ejércitos de Dios –todos sus ángeles limpios como la nieve-, que forman esa barrera infranqueable para que el río de lava que vomita el dragón quede tragado por la tierra, mientras LA MUJER queda a salvo. El pueblo sabio y religioso de la época, lo sintetizó en tres palabras Dios PUDO…, QUISO…, ¡PUES LO HIZO!.
Y entró en el mundo, sin mancharse, la MUJER eternamente elegida por Dios para ser su Madre en la Tierra.
Haciendo una traslación, muy propia de la liturgia, San Pablo nos dirá que –en Cristo-, fue bendecida con toda clase de bienes espirituales y celestiales, para que fuera irreprochable (=Inmaculada) por el amor.
Al final, el Evangelio nos da el retrato de esa MUJER: una joven, nazaretana, prometida en matrimonio a un descendiente de David (=José), y su NOMBRE ERA MARÍA.
Con la costumbre de la época, muchas veces se ponía el “nombre” expresivo de una situación. Nazaret, aldea que ni los judíos consideraban apenas; de la que ni quedaron vestigios de mínima civilización urbana, oprimida por los romanos (casi como rehén y venganza contra otra ciudad cercana y rebelde). Una aldea amargada. De ahí que su nombre ERA MARÍA, pudiera ser la de Mar amargo, desgraciada. El pueblo cristiano, que tiene intuiciones profundas, la llama –en ocasiones- “la Amargura”.
Pero yo me resisto. El NOMBRE que es bíblicamente tan significativo (Jesús significa Salvador; Enmanuel es “Dios con nosotros”), pienso que en la historia de María sobrepasa el sentido social y empieza a ser nombre de SOL, de LUZ, de CELESTE Y BLANCO de pureza nítida; de ESTRELLAS LUCIENTES y brújula que conduce a puerto). De figura erguida MIRANDO AL CIELO y dirigiéndonos la mirada hacia arriba, para que no nos detengamos en las cosas de la tierra… A mí, MARÍA me equivale a MADRE (“quiero, Madre, en tus brazos queridos, como niño pequeño dormir, y escuchar los ardientes latidos de tu pecho de Madre nacidos, que laten por mí”) Me equivale a INMACULADA, a feliz adolescencia bajo la imagen que es el símbolo e impulso de mi vocación. Hasta que evoca con tierno cariño a mi propia madre de la tierra, cuando entonces –sin razones comerciales- el día de la Inmaculada era EL DÍA DE LA MADRE, y me hacía venerar (como en un único golpe de voz) a la Madre del Cielo que le daba sentido pleno y precioso a mi madre de la tierra.

¿Qué queréis que os diga” Que el NOMBRE DE LA VIRGEN ERA MARÍA, es como un aire fresco, un aroma precioso, que me mete de lleno en las raíces más íntimas de mi propia vida, bajo la imagen de la VIRGEN INMACULADA de mi Congregación Mariana juvenil, donde me hice hombre y donde –en mis Avemarías a esa imagen (que siempre llevo conmigo)-, nació el ser LO QUE SOY.


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Estaba preparada la continuación de la historia de María hacia las montañas de Judea…, pero ya hoy no la doy. Dije todo lo que mi corazón podía decir.