martes, 27 de diciembre de 2011

JUAN EVANGELISTA

SAN JUAN EVANGELISTA
27 diciembre

Hoy celebramos a San Juan Evangelista y, con ello, al propio “Evangelio de San Juan”. Es el evangelio más alto /a Juan se le representa con ekl águila), y hay que reconocer que el más difícil de leer. Porque cuando uno lo ha leído una vez, puede tener la seguridad de que lo puede volver a leer 5 veces más, y estará diciendo 5 cosas distintas más. En un “evangelio superpuesto” donde el sentido teológico, simbólico, histórico, y expresivo de la primera comunidad cristiana, están ahí juntos. Un simple ejemplo. Creían los antiguos que Juan, en su humildad, nunca se quiso nombrar a sí mismo, utilizando eufemismos: “discípulo a quien amaba el Señor”, discípulo amado”, “el que recostó su cabeza sobre el pecho del Señor”… Hasta que llega uno que –siguiendo la historia de la construcción de ese evangelio, une –con toda normalidad- todo ese modo de hablar con el epílogo final: Si se escribiera todo lo que dijo e hizo Jesús, no habría lugar en el mundo entero para contener los libros”. Y llega a la deducción de que es un evangelio ”no acabado” y siempre abierto, que sigue escribiéndose, porque en cada cristiano hay un discípulo amado, que sigue desarrollando sobre la marcha esa viveza evangélica, que no se acabará mientras exista un cristiano sobre la tierra, y “llene de un libro más” su propio espacio. Un cristiano que NO VIO NADA ESPECIAL cuando “fue el sepulcro de Jesús”, pero sin embargo VIO Y CREYÓ. Y ahí estamos exactamente cada uno de los que creemos sin haber visto, y por lo mismo somos dichosos, y no se nos acaba nunca jamás el Evangelio.


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Me he extendido en esa parte porque Belén, la CASA FAMILIAR de Belén me es muy importante especialmente hoy. La oración que se hace fuera de la vida y la vida que no se convierte en oración, es una falsía notoria.
Y tengo hoy especiales motivos para meterme en las cuatro paredes de aquel bajo, a nivel del pueblo, para poder sentir y vivir lo que es una familia. Y como inventar 40 días es monótono, por hermoso que sea convivir con María y José, y el Niño allí presente, hoy se me hace vida ese tema de San Pablo a los fieles de Colosas (3, 12-21). Ahí se describe una relación humana y familiar (tanto que la Iglesia lo utilizará en la fiesta próxima de la Sagrada Familia).
Aquella habitación pequeña de Belén sería una simple habitación, una vivienda.
Pero sus habitantes están “revestidos” (no se pierda de vista esa palabra, para entender que la vida no es un dulce, sino hay que ponerle caramelo) de un uniforme cuyas piezas son misericordia entrañable (salida del corazón mismo), bondad, humildad, dulzura, comprensión Y no dejo ni una sola palabra al aire. Cada una es un tratado, un objeto de vida y de oración, y es oración que se convierte en vida
Pero tampoco es para imaginar que allí todo lo que hacía uno le caía igualmente de bien al otro. No se trataba de un sueño de hadas. Lo que sí había, siguiendo las palabras de Pablo, era la gran capacidad –sin esfuerzos- de sobrellevar María lo que ella hubiera hecho de otra manera, y José la hizo de otra. Que aquella casa se convertía en “casa abierta” porque la dulzura y la bondad y la humildad…, la convertían en “casa de todos”, donde cada cual entraba y se sentaba y charlaba, y cogía al Niño, y hasta llenaba el suelo de barro. Sobrellevar, sobrellevarse, es básico para que haya ese clima. ¿Y le gustaba a José que el primero que llegara sacara al niño de la cuna? Pero si María –presente- lo dejaba, ¿no valía mucho más sobrellevar ese detalle (como otros muchos detalles del día a día?).
Pues valía la pena porque el amor era el ceñidor de la unidad consumada. Ahí está la clave. Y cada uno que entraba, palpaba amor. Y José y María vivían en profundo amor. Y repartían amor. Allí se estaba tocando la paz de Cristo, como razón de ser de toda situación. Fue anuncio de Dios en nochebuena, y seguía siendo la paz el gran signo de Belén. La paz que siempre va por encima, la paz que no juzga, la paz que se tiene dentro, la paz que se da y trasmite a distancia, porque cada gesto, cada reacción, cada palabra, cada referencia…, rezuma esa paz.
Hay ahí una palabra maravillosa, de mucho más calado que el que parece: Y sed agradecidos. Es evidente que ya es buena y hermosa la dulzura, la bondad, la comprensión, el amor y la paz. Pero todo eso puede vivirse “a secas”. Sencillamente “se tiene”. Pero el detalle que para mí es maravilloso es que eso SE EXPRESE. Que no vale comerse una comida, sino alabar la comida; que no basta que José vea a María como un sol radiante y María se embelese viendo en José al hombre leal y al esposo y padre ideal…, sino que ellos se lo digan se lo manifiesten. Que a la gente que llega no sólo se le soporte sino que se haga sentirse a gusto y en confianza. Que aun en los juicios haya la ternura de saber que detrás de cada rostro hay una historia…, o una tragedia. Que jamás se diga: hizo esto por esto”, porque ¿m de lo que hay dentro de cada realidad humana, ¿quién lo sabe?.
Belén era así, o no sería Belén. A Belén lo tengo que imaginar así, o ya no me imagino nada. Por eso, mis 40 días de Belén me saben a gloria. Y yo, apartado, “invisible”, “esclavito”, VIENDO, OYENDO Y OBSERVANDO, me quedo extasiado…, SUEÑO…
Y me quiero quedar en este realidad como realidad e vida, y sueño que la vida sea así, como esa realidad. Porque si no sueño, yo sería capaz de vivir ya medianamente alegre ni medianamente feliz.
¿Qué el mundo no es así? ¡Eso se pierde el mundo! Pero yo tengo mi rincón –mi vida interior- y ahí pueden venir todos los demonios (o los lobos vestidos de piel de oveja), que yo voy a seguir metido ahí, y saltándome a piola las sandeces de tantos visitantes que en realidad se asoman a incordiar, a olismear…, a criticar. María, José, el Niño son otra realidad. Y yo quiero disfrutar e este otra realidad, pase lo que pase, y por más basura que el viento traiga hasta el esacalón de la casa.
Y resuenan las dos últimas voces de pablo: una, vivir la Eucaristía como Acción de gracias; la otra, que todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo EN NOMBRE DE JESÚS

4 comentarios:

  1. SI LO LEÍSTE TEMPRANO, VUELVA A LEER DESDE EL PRINCIPIO. YA ESTÁ COMPLETO

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  2. José Antonio2:30 p. m.

    Bellísima reflexión la de hoy.Sencilla, a la vez que de gran hondura teológica. Me ha encantado.

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  3. ANA MARÍA8:53 p. m.

    PADRE, CUÁNTO ME HA GUSTADO SU MEDITACIÓN SOBRE SAN JUAN, "EL DISCÍPULO AMADO", EL QUE FUE SIEMPRE "FIEL" A jESÚS... HASTA EL PIE DE LA CRUZ, Y RECIBIR A SU MADRE. CORRIÓ HASTA EL SEPULCRO, "VIO Y CREYÓ"...ME HUBIERA GUSTADO SABER,DÓNDE, CÓMO Y CUANDO SE LE APARECIÓ JESÚS RESUCITADO... AUNQUE ME BASTA SABER QUE ÉL CONCIÓ COMO NADIE LOS "LATIDOS " DEL CORAZÓN DE JESÚS Y CÓMO NOS HA AMADO... "HASTA EL FIN".

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  4. JUAN se refiere en dos ocasiones a que Jesús hizo más de lo que está escrito en este Evangelio. (Jn 20,30). Es decir, que el Evangelio de Juan es sólo una aproximación incompleta, pero suficiente para que el que se acerca a este texto, pueda CREER que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y así por medio de la fe en Jesús nos podamos salvar.

    La otra es, la conclusión del Evangelio, donde dice más claramente que "hay otras muchas cosas que hizo Jesús", y que no cabrían los libros en el mundo si se escribieran todas (Jn 21,25).

    No es necesario saber más de la vida de Jesús para creer y aprender de El, pero si se pueden escribir ciertamente nuevas páginas, en la vida de cada cristiano convencido, a imitación de Cristo. Ahí están los santos conocidos, y los que viven entre nosotros.

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