domingo, 11 de diciembre de 2011

VOZ Y PALABRA

VOZ Y PALABRA
Domingo de la alegría

Esta mañana, recién levantado, me asomé a la ventana y observé a un grupo de mozalbetes que venían dado voces y haciendo ruido. Puse atención para intentar escuchar de qué hablaban. ¡Absolutamente nada! Sencillamente gritaban, pronunciaban monosílabos incoherentes: ¡jo!,. ¡tío!, ¿bueno…!
Hoy es el Domingo que distingue entre Voz y Palabra, y se llama “domingo de la alegría”. La VOZ es Juan Bautista. Él no es ni el Mesías, ni Elías, ni el Profeta… O sea: que es VOZ y a su vez articula, dice lo que tiene que decir. Dice que es sólo VOZ QUE GRITA: “allanad los caminos”, porque llega LA PALABRA. O sea: es VOZ, pero explica. Es VOZ, pero prepara. Es VOZ tan sublime y necesaria que cumple su misión y se retira. Bautiza en agua, y no pasa de ahí. Porque llega LA PALABRA y sobre esa Palabra, está el Espíritu del Señor, y tiene tal fuerza de Palabra que se pronuncia y simultáneamente actúa, cura, libera, da vista a los ciegos, hace oír a los sordos y trae libertad a quienes están cautivos de sí mismos.
Todo lleva al otro grito de Pablo que dice a los cuatro vientos ¡Estad siempre alegres! Ha llegado la PALABRA…, no apaguéis el Espíritu, que es Espíritu que da sabiduría, ciencia, juicio, prudencia, equilibrio, y amor de Dios
¿Qué hacemos los cristianos que salimos de Misa con solo “voz” y sin “Palabra”´ ¿Qué hacemos los creyentes que salimos de Comulgar y nos hemos quedado sin palabras y nos perdemos en voces que se lleva el viento? ¿Qué hacemos los cristianos tristes que llevamos en nosotros –dentro- el Espíritu de la alegría? ¿Nos lo plateamos en serio o no? Porque esta línea divisoria es la que nos hace de termómetro de adviento personal.



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Cuatro o cinco días de viaje en esas condiciones se hacía pesado. Cada día más. Por eso, cada día había menos cosas que decir y menos ganas. En la carreta se adoptaban las posturas más cómodas, aunque no fueran siempre las más estéticas.
Era, podríamos decir, la hora de María, la hora de gozar de su silencio, de su misterio, de su Dios, de su Hijo. Esos momentos en que aflora la profundidad que hay en el alma. Poco estorbo encontraba ahora María para ese regocijo espiritual. El silencio de María no es simple silencio, mero aburrimiento. Era como el vaso que se va colmando, naciendo desde el manantial interior. Lo que María meditaba en su Corazón era ya esa vida interior que sostiene todo lo demás. La que no deja lugar al cansancio porque a más silencio, más crece esa vida, más se expresa en requiebros y emociones del alma.
Por supuesto que alrededor suyo había silencios, y María no era ajena a ellos. Había compañeras que callaban su pena. En realidad aquel viaje era por algún motivo que les preocupaba o entristecía. Otra callaba porque no tenía nada dentro, y a más vacío, menos ganas de hablar. Había silencios de oración, de Salmos de esperanza, de misericordia, de súplica, de dolor, de abandono que se expresaba en suspiros profundos. Y horas por delante para que María supiera “tocar” con su ternura y su delicadeza, situaciones que estaban necesitando aquello. Realmente ya habían advertido en María ese algo distinto que levanta ánimos y sonríe hasta hacer saltar cerrojos íntimos del alma. Penas y situaciones que sólo se hablan cuando hay alguien capaz de estar al lado, saber callar pero acompañar, o dejar caer la palabra oportuna que hace romper en un llanto liberador. María aprovechaba silencios y se acercaba de forma muy queda para no herir sentimientos, no forzar conversaciones, no dejar que alguien hablara lo que necesitaba hablar para desaguar la amargura que llevaba. La otra, con su secreto de amor incipiente, que le salía en cuanto alguien supiera sintonizar su fibra… Y María era también una muchacha enamorada que podía comprender perfectamente e incitar a un amor abierto y grande. ¡Se había dejado Ella su matrimonio en puertas…! ¿No iba a comprender?

Un murmullo recorrió de pronto la caravana entera. Con un sol, poniente, aparecían brillantes de oro aquellas cúpulas de Jerusalén. Jerusalén sería para la mayoría su final de trayecto. Pero para todas era la Ciudad Santa, la Ciudad de Dios, la Ciudad de paz. De pronto, como movidas por un resorte, las gargantas de hombres y mujeres se lanzaron a cantar: ¡Que alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor!, o bien cualquiera de los diversos Salmos de peregrinación.

María, joven –que casi no había salido de Nazaret- quedó extasiada. Cantaba y se elevaba. Cantaba con el alma entera. Todos sentían la emoción profunda, pero en María se produjo un estremecimiento. El sol hacía figuras de ensueño entre brillos y sombras, en las cúpulas del Templo. María sentía aquello con un ardor inaudito. A la vez que sus ojos se pararon en su seno virgen y maternal… Allí iba el Hijo del Altísimo. Y aquello encendió nuevos fuegos sobre su alma. Estallaría de gozo, si no se contuviera. Sentía deseos de gritar la Presencia viva de Dios, que iba dentro de Ella… Tuvo casi que llevarse la mano a la boca para contenerse. Era un vaivén de miradas hacia afuera –que embelesaban-, y de miradas hacia adentro que enternecían y le habían sentirse más al vivo todavía, su gran palabra de Esclava del Señor.

Yo pienso que el que está orando ahora mismo con esta oración, también me está pidiendo SILENCIO. Porque por muchos matices que mi contemplación pudiera dar, el mundo interior personal de cada uno SIEMPRE ES MÁS, siempre es capaz de más

4 comentarios:

  1. EL SILENCIO ELOCUENTE DE MARÍA
    Hace tiempo que tengo una predilección especial por el silencio. Agradezco el silencio. Y no soy, ni mucho menos, un introvertido. Pero sí -confieso de veras- que me repugna la verborrea, el hablar sin parar, el hablar de nada, el hablar porque "hay qye hablar", o el hablar "para matar el silencio". Confieso abiertamente que me molesta en lo más hondo del alma.
    HABLAR porque hay un objeto de conversación hablar alternando, comunicarse como personas, TENER ALGO QUE DECIRSE (cuando no hay nada que decir, NO HAY NADA y lo mejor es callarse). O solos o en compañía. Los monólogos interminables, las repeticiones de las mismas cosas, no tienen enjundia, cansan, hastían. Quizá se por eso por lo que los amigos que se ven de tarte en tarde, son los que mejor hablan, los que tienen ALGO QUE DECIRSE y por lo que se sienten a gusto hablando. Y hasta callando.
    A MARÍA no la concibo jamás como una mujer encerrada en su silencio sino la que mejor lo dosifica; CALLAR CUANDO ES BUENO CALLAR; HABLAR CUANDO HAY ALGO DE QUE HABLAR. Por supuesto HABLAR no lo considero simple mero ·hablar", sino tener la profundidad suficiente para tener cosas que decir, que no se reducen a "trapitos", a "lo que hacen los vecinos", a esas lamentables "conversaciones" donde sólo se cuentan penas y enfermedades.
    MARÍA SILENCIOSA ES PARA MÍ TODA LA MEZCLA DE SILENCIO Y PALABRA LLENA DE CONTENIDO, que aplica la palabra exacta en el momento oportuno; el silencio respetuoso (cuando así toca), y la persona que no tiene nada que hablar cuando no tiene nada que hablar. Y es que DENTRO HAY TANTA VIDA que lo que se habla se habla hacia dentro..., ¡que mucho bien trae, y mucha falta hace!

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  2. DIÁLOGO DE SORDOS
    Viene bien y a propósito el "¿diálogo" que sostuve ayer con un gran y fiel amigo de muchos años, casi durante una hora. Solo que la vida suya se escribe en negro y la mía tiene grises y colores.
    Hablábamos de mi salud, por la que él se interesaba con verdadero cariño. Él, desde la distancia, veía "mi peligro", y yo (que desde luego me puedo morir antes de acabar el comentario), estoy dando los pasos que pide la realidad que tengo.
    Para él, no puedo fiarme del médico porque todos son unos matasanos. Yo, que tengo un genial médico de cabecera, que es toda la figura el verdadero medico interesado y minucioso con el enfermo, que no mide el tiempo y cura con sólo hablar con él.
    Mi amigo, que me puedo acostar y no despertarme con "los males que tengo". [Llava razón, aunque yo no tuviera males]. Yo, que estoy al tanto de los detalles que están en mi mano, y no descuido ninguno.
    Él, con tantos casos de médicos sin conciencia ni atención. Yo, con médico de cabecera y especalista que son dos amigos en el sentido profesional más profundo de la palabra.

    Imaginen una hora así, con dos visiones de la vida absolutamente diferentes, se hablara del tema que se habalara. Uno, con sus traumas y con su visión negra de la vida, en la que no cree en que exiata el amor. Yo, en el intento de equilibrrar, poque de todo hay... Pero de TODO. Y si TODO, también hay cosas buenas, gente buena, posibilidades buenas, esperanzas, motivos para respirar, amor verdadero, y campos con flores. Y de esa visión no me bajo, porque para pasar "la negra", dejo tiempo al tiempo..., y aun asi sigo pensando en que el sol sale cada mañana. Y eso hasta me da ocasión de pensar que, aun en "la negra", va a haber rayos blancos y dorados de sol. A LO MEJOR TODO ESTO TAMBIÉN TIENE UE VER CON EL MODO DE CONCEBIR LA VIDA MARÍA DE NAZARET.

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  3. A mi me pasa lo mismo. Sólo me siento a gusto en dos situaciones. En el silencio, o cuando se habla de algo interesante. Eso de hablar para matar el silencio, no me gusta nada, sino que me desagrada y me perturba enormemente. Me rompe el equilibrio. El problema, es que cuando era niño, un silencio mío era tomado como una chulería. Y si hablaba, me decían que provocaba. Hoy en cierto modo me sigue pasando igual. Soy partidario del SILENCIO ELOCUENTE.

    CREO EN LA IGLESIA, QUE ES UNA, SANTA Y CATÓLICA.

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  4. lA VIda no se escribe en negro. Si tuviera que identificar la mía con algún color diría verde esperanza, o blanco pureza. También me gusta mucho el azul cielo.

    Los médicos no son matasanos, sino cura-enfermos, ya que un sano no va al médico, por lo tanto no se puede matar sanos. Yo no se si será así o no, pero yo relaciono mucho todo con Dios, y me imagino que es el Señor el que guía la mano de los médicos si quiere, para que tengan éxito con sus pacientes. Ese mismo Dios te puede conducir a tener médicos amigos y que curan con sólo hablar con ellos. No creo en la suerte ni en la casualidad. Creo que Dios ayuda o no ayuda como yo quiero.

    En cuanto a la gente buena, por supuesto que la hay. Y cosas buenas en la vida. También.

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