miércoles, 16 de mayo de 2012

Pablo y LA VERDAD


LA CIENCIA HINCHA
             Pablo llegó a Atenas. Se encontró en el Centro de la cultura griega. Y trató de ganarse a los eruditos atenieses utilizando ciencia y erudición, con el fin de aterrizar luego –como por su paso- en la verdad suprema de la fe. Y su fracaso fue total.  Unos se mofaron de él cuando habló de resurrección de los muertos, y otros, más políticamente, le dijeron que de eso ya le oirían en otra ocasión.  Pablo aprendió que Dios se escogió a los necios del mundo, a los que el mundo desprecia, pero que viven la ciencia de Dios. Y desde entonces no quiso saber otra osa que a Jesucristo crucificado.
             El Evangelio nos conduce a la fuente de la Verdad:  a Jesucristo, y al Espíritu Santo que Él enviará cuando llegue al Cielo tras su Resurrección.  Y eso no será “ciencia” de sabios sino verdad de CREYENTES.  Es Espíritu irá tomando el mismo mensaje de Cristo y lo irá llevando a cada alma, en cada momento, en cada capacidad, en cada situación…, hasta ir revelando en el corazón de los que creen, una VERDAD más completa.  No será la verdad que de pronto invade como un relámpago deslumbrador.  Será la Verdad que se va digiriendo, la que se va acomodando a situaciones y tiempos, la que no se impone desde fuera ni desde razones o ciencias humanas, la que no llega igual ni en el mimo tiempo a todos y cada uno.
             No será la “verdad” de “iluminados”, la verdad parcial que cree estar recibiendo directamente de Dios lo que Dios no ha manifestado ni suele hacer sin discernimientos maduros y humildes.


UNA FLOR QUE NO SE MARCHITA
             Madre: la flor que yo quiero traerte hoy es la flor de LA VERDAD; vamos: te diré en confianza: ese mínimo pétalo de verdad de que soy capaz.  Ese mínimo pétalo, frágil y que puede marchitarse en menos de un día, si no está especialmente cultivado por ti, desde esa humildad tuya que, ante tantas cosas difíciles de captar en un golpe de vista o un sentimiento, necesitan guardarse en el corazón y rumiar lentamente. Quiero vivir en el convencimiento de que “mi verdad” es un viento que pasa si no sé conjugarla con la verdad del otro, y del otro, y del otro. Quiero ser amante de la VERDAD, que es tan única e infinita, que yo no llego ni a ser reflejo de ella, sino cuando está contrastada, y muy contrastada. Y hasta que no pasa un tiempo prudencial, no puedo afirmar que estoy en el camino de la verdad. Que sepa esperar, Madre mía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!