lunes, 21 de mayo de 2012

ESPÍRITU SANTO 3


Joel, 3,1, nos mete ya en una dimensión muy “moderna” para nosotros, por cuanto que afirma –hablando Dios- que “derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y sucederá que todo el que invoque el nombre del Señor será salvado”.  Si tomamos los términos bíblicos en su “traducción real”, la que sobrepasa l pobreza de la lengua hebrea,  toda carne es “todo el ser humano”, toda la realidad del ser humano, y todos los seres humanos.  Cuanto tiene vida natural en la especie humana, recibirá ese desparramarse sobre él el Espíritu. Y en fuerza y por razón del Espíritu, se va a realizar esa plenitud e vida que está bajo la palabra “salvación”. Palabra que tantos contraponen a “condenación”, y que para Jesús es “vida abundante”
Todavía quedará más “actualizado” (explicitado) en el Salmo 103, en esa invocación tan constantemente repetida por la oración cristiana: “Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva el mundo”.  Voy a expresarlo ahora, tal como el original: “y repuebla la faz de la tierra”. “Repoblar” es una “creación vivificadora”.  Un monte calcinado por un incendio devastador, necesita ser “repoblado”, y la repoblación no es un simple resembrar lo quemado.  Es volver a dar vida a lo inerte, afianzar un terreno que ha quedado expuesto a la devastación de los elementos.  No es un simple “maquillar la faz”, adecentar el rostro externo, ni sino toco un entrar dentro para que ese interior se regenere.  Y “re-generar” es volver a nacer o volver a ser engendrado.  Y es el Espíritu del Señor el que se derrama con esa efusión de vida, y de vida que se engendra desde lo más profundo del ser humano.  ¡Bien se está anunciando, ya desde el Antiguo Testamento, la vida nueva de Pentecostés!


LITURGIA DEL DÍA
No hay que hacer un salto muy grande cuando leemos en la 1ª lectura de hoy aquel grupo de fieles que encuentra Pablo en Éfeso, que se llaman cristianos pero que ni quiera han oído hablar de un Espíritu Santo”.  Y Pablo los bautiza en el nombre del Señor Jesús, y se hace visible y patente el Espíritu Santo con la misma característica de Pentecostés: las lenguas diversas y proféticas.
Cada vez me subyuga más y me adentra más en el alma el sentido profundísimo de las lenguas nuevas.  Algunos movimientos cristianos ponen el acento en esa forma de comunicación ininteligible que puede darse en sus reuniones. Yo lo sitúo en realidades inmensamente prácticas.  Jesucristo dijo que “de lo que hay en el corazón habla la lengua”.  Por tanto la efusión del Espíritu Santo nos lleva directamente a un análisis del corazón.  O si queréis empezamos por la lengua:  ¿de qué hablamos?, ¿cómo hablamos?, ¿qué nos sale de primeras en la conversación?
Quiere decir que de ese análisis nos va a quedar a flote cómo juzgamos, qué “visión inmediata” hacemos de las cosas y personas, qué reacciones instintivas explotan en nuestra mente.  Porque de ahí a lo que se alberga en el corazón, hay un paso.
Por lo tanto, si no hablamos “lenguas nuevas”, si sospechamos, si enjuiciamos, si el corazón no está libre, si conservamos recelos, si incluso vamos más allá, es evidente que ese Espíritu Santo no nos ha podido penetrar ni inspirar.  Y con el Salmo 103, no habrá una “repoblación de vida”.
El Evangelio sigue en esa despedida para la muerte, pero hay que “traducirlo” al momento litúrgico.  Y lo que entonces queda como esencial y básico es el final: Os he hablado de esto para que encontréis paz en Mí.  En el mundo tendréis luchas, pero tened valor:  YO HE VENCIDO AL MUNDO. 

1 comentario:

  1. Es ininteligible para mi pobre mente el que se comuniquen cosas en lenguas ininteligibles. En cuanto a lo que habla la lengua hay en el corazón, es un termómetro estupendo para ver en que punto del camino nos encontramos.

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