sábado, 26 de mayo de 2012

Galión los echa del tribunal y a Sóstenes le dan una manta de palos

    Aquí, inmerso en un texto de la Biblia, sea cual sea, bueno es, pues la Biblia es el conjunto de libros inspirados por Dios y que la Iglesia aprobó en un tiempo en el que se determinó lo que se llama el canon de la Biblia. Los libros que contiene la Biblia son divinamente inspirados y ya está. Es así porque lo dice la Iglesia, y yo creo a la Iglesia porque Dios me dice que haga caso a la Iglesia y no a los hombres que estén contra la Iglesia. Y ya está. Así de fácil. La Biblia es la Palabra de Dios. Y punto.
    Fue por tanto en un sínodo celebrado en Roma en el año 382, siendo Papa San Dámaso I, cuando la Iglesia Católica define que libros del Antiguo y Nuevo Testamento son y cuales quedan fuera. Es ahí cuando se inicia la Biblia más o menos como la conocemos hoy.
    Y hace ya unos días que estoy "anclado" en el capítulo 18 del libro de los Hechos de los Apóstoles. Porque la liturgia diaria pasa muy deprisa, pero si quieres saborear los manjares tienes que comer despacio.
    Y allí estaban los judíos tratando de acabar literalmente con Pablo. Decía yo ayer, que el plan de los religiosos judíos era equivocado no por equivocado, que si, sino porque el que hace lo equivocado al final de un modo u otro lo paga, porque el que siembra recoge lo que que siembra. Los judíos de Corinto estaban poniendo semillas envenenadas en el campo. ¿Que recogerían después? El que siembra vientos recoge tempestades...
   Veamos el resultado. Los judíos se echan como perros rabiosos encima de Pablo que lo único que está haciendo es anunciar a Jesús (ni más ni menos), pero eso rompe los esquemas de sus tradiciones religiosas. Hay que callarlo. Lo llevarán al procónsul Galión para que los romanos lo juzguen (¿dónde he visto yo esa película?).
   Imagino yo a los romanos avisando a Galión de que aquí están unos judíos que traen a alguien para que se le juzgue de un delito que ha cometido. Un grave delito. A los judíos les va a salir el tiro por la culata, pero es que ni se lo esperan todavía. Ahora viene lo bueno. Los romanos montan el tribunal, se dispone todo, y presentan a Pablo, el cual no dice ni palabra. Manso y humilde. Como si confiara en Dios...
   Tal vez en la fe de la promesa recibida en aquella visión: "No temas, nadie te pondrá la mano encima ni te hará daño".
   Los judios se frotan las manos esperando de Galión que por fin de a ese Pablo su merecido. Eran muy listillos estos, lo llevan al romano para que sus seguidores, los cristianos de Corinto, señalen al romano como culpable de castigar a Pablo por sus "crímenes". ¿Pudiera ser?
    Y se sienta Galión en el tribunal y los acusadores presentan el cargo: «Este persuade a la gente para que adore a Dios de una manera contraria a la Ley.»
    La acusación pica al apóstol Pablo, porque lo injusto suele picar a veces, y se dispone a abrir su boca para decir algo, probablemente que eso que dicen sus "hermanos" no es así. Sin embargo no necesitará decir palabra, lo cual aumenta el gozo de Pablo y da mayor gloria a Dios. El romano, Galión les va a dar un corte a los religiosos acusadores que aún se hacen chistes de ello. Y el centro del chiste son las palabras de Galión que han quedado registradas a mayor gloria de Dios.
«Si se tratara de algún crimen o mala acción, yo os escucharía, judíos, con calma, como es razón.
Pero como se trata de discusiones sobre palabras y nombres y cosas de vuestra Ley, allá vosotros. Yo no quiero ser juez en estos asuntos.»

    Imagino la risa congelada en la cara de los judios pasando al rostro de asombro, y probablemente alguno poniéndose blanco.
    ¿Veis lo que os decía antes? El que siembra, recoge lo que siembra. Ahora o después. Pronto o más tarde. Es así. Los judios recogieron pronto el fruto de su afrenta contra Cristo... ¿He dicho Cristo?
    De modo que Galión "literalmente" los echa de allí, después de darles a entender claramente, que son unos bobos, y que le traen a uno que no ha cometido ningún delito como si fuera un criminal, y que no le corresponde al romano juzgar nada más que los delitos, que para asuntos de religión que se las apañen como les venga en gana. Semejante pérdida de tiempo del ocupado romano hace que los judios no sepan a donde meterse las cabezas. Se sienten afrentados, ridiculizados, han quedado como bobos delante del proconsul y delante del Apóstol Pablo, al que no pueden quitarse de encima ni llevándolo a un juicio. Sin duda, Dios está con Pablo. Los judíos, tan religiosos y píos necesitan hacer algo para aliviar su ira, y la pagan con el mismísimo jefe de la sinagoga al que dan una paliza delante del mismísimo Galión, al cual le da igual ocho que ochenta. Se lo tienen merecido por bobos. Por no darse cuenta de que Pablo no era enemigo sino amigo de Dios, y que ellos están quedando como espantapájaros de la religión. Por cierto, el nombre del jefe de la sinagoga ha pasado a la historia, se llamaba Sóstenes, y fue al que se le ocurrió la idea de llevar a Pablo a ser juzgado por los romanos.

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