sábado, 26 de mayo de 2012

ESPÍRITU SANTO 8


VIGILIA DE PENTECOSTÉS
Cuando hoy lleguemos a tocar con la mano la gran fiesta del Espíritu Santo en la “vigilia de la Fiesta” [“vigilia”. en liturgia, es “vela a la espera del acontecimiento”; vigilancia del alma ante la maravilla que va a llegar, y que esperamos con inquiera ilusión].  Hoy se celebrarán muchas VIGILIAS en la Ciudad, aunque luego vayan revestidas de matices diferentes.  Lo que a nosotros nos interesa es lo que toca a la espera de ese momento solemne del día grande, de la VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO.
Una presentación primera es el hecho del no-espíritu, simbolizado en el relato de Babel.  Se presupone allí que todo el género humano se congrega con una intención soberbia de meterse por la fuerza en los dominios de Dios, ya que se les ha cerrado el paso al Paraíso.  Y se describe como construir una torre que llegue hasta el Cielo.  No hay Espíritu, negada su acción por la soberbia del hombre, y el resultado es la imposibilidad de entenderse… De pronto las lenguas se confundieron, y tuvieron que dispersarse. En la soberbia, el orgullo, el engreimiento…, NO ESTÁ EL ESPÍRITU DE DIOS.
Luego se presenta una continuación del Paso del Mar Rojo, la gran maravilla de liberación que realizó la Providencia de Dios. El pueblo de Dios, los hijos de Dios, pobres de Yawhé, se liberan; la soberbia del Faraón y de su poderes humanos queda sumergida en las aguas.  Y Dios quiere que Moisés lo haga constar ante el pueblo, como obra personal de ese Dios Providente y misericordioso.  Allí sí hay Espíritu y Dios se hace presente a su Pueblo entre prodigios del Señor.
Ezequiel lo plasmará en esa convicción del Espíritu que llega a la tierra para dar vida.  Y tienen la visión del valle de huesos humanos.  Dios le invita a invocar al Espíritu y los huesos se van cubriendo de carne, tendones… Sigue Dios insistiendo que invoque al Espíritu: “de los cuatro vientos ven, Espíritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan”).  Y aquellos cadáveres se ponen en pie. Era una multitud innumerable.  La palabra que queda como síntesis ahí es: “Os infundiré mi Espíritu y viviréis”.
“Derramaré mi Espíritu sobre todo humano y vivirá”, dice ahora Joel, el profeta.  Y eso producirá alegría, júbulo, gozo sentido entre jóvenes y viejos.
San Pablo expresa la misma idea pero desde el otro ángulo del grito que brota de la humanidad.  Poseemos las primicias del Espíritu, y gemimos en nuestro interior aguardando la hora en que nos manifestamos como hijos de Dios…, la redención nuestra.  El mismo Espíritu clama dentro de nosotros con gemidos inefables.  No son gemidos de dolor sino de ansias profundas de que nos abramos a Él.
Y desembocara en el grito mismo de Jesús: El que tenga sed, que venga a mí;  que beba quien cree en Mí.  Y eso lo decía refiriéndose al Espíritu que recibirán los que creen en Él.  Todavía no había llegado, porque aún Él no había resucitado de entre los muertos.
Estamos a las puertas… Esperamos EN VIGILIA.  Gritamos desde el fondo del alma: Ven, Espíritu Santo;  llena los corazones de tus fieles…; repuebla la tierra.  Y “repoblar” es volver a dar vida a lo que había quedado resecado. (Ya lo explicamos en otros lugar, con el Salmo 103).

LITURGIA DEL DÍA
Pablo en Roma, en “prisión domiciliaria”, con libertad de movimientos, cita a los judíos de Roma para expresarles que ha tenido que apelar al César por la falta de equilibrio y justicia de los que le perseguían en Jerusalén.  Pero él no va a denunciara su pueblo. Sólo busca imparcialidad en la sentencia, porque él no ha hecho nada para estar prisionero.
En sublime evangelio de hoy es como la síntesis de una vida. Concretada en la de Pedro, ha sido nuevamente llamado por Jesús: Sígueme.  ¿Cómo al cabo de tres años…?  Porque ahora ya sabe el camino completo.  Ya no hay aventura. Sabe –se lo acaba de anunciar Jesús- que va a morir en cruz…, la que él tanto abominó que pudiera ocurrirle a Jesús.  No rechista. Acepta.
Pero una salvedad sí advierte:  “Y éste, qué”  Pedro había vivido siempre unido, arropado, ayudado, apoyado en aquel otro  discípulo.  Y Jesús lo sume en el misterio, y sin explicaciones: Si Yo quiero que éste se queda hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué?  Ha llegado ese punto supremo en el que el seguimiento de Jesús es muy personal y sin apoyaturas.  Sólo Él.
Y no hay oposición… Sencillamente ha entrado en una nueva aventura, pero conociendo perfectamente los términos de ese seguir a Jesucristo.

CON FLORES A MARÍA
Y la verdad es que te tengo sin decirte mi flor e estos últimos días.  Pero te las resumo, Madre.
El 23, la flor de mi servicio, aquel que un día muy lejano sentí que era la elección que Dios hacía.  Y yo te nombré REINA Y SEÑORA DE MI ALTAR…  Con todo un pesado día a cuestas, volví a “mi uniforme de faena” para servir a unos hermanos ansiosos de tener presente a tu Hijo…  Tú estuviste allí…, en ese Altar. Allí viste mi flor.
El 24 fue otra flor muy tuya, por ser una fiesta que me tocaba muy de cerca: LA VIRGEN DE LA ESTRADA (o del Camino), tan importante en la vida de Ignacio de Loyola y sus primeros compañeros.
El 25, esa flor morada que suena a dolor, cuando encontré el vacío de los que más deberían acompañarme…  Pero Tú si estabas ahí, y contigo pronuncié gozoso el FIAT.  Y lo viviste como Reina de la alegría.
Hoy 26, una flor amplia de labor de todo el día, que se prolongará un comienzo de la noche, en LA VIGILIA DE PENTECOSTÉS (no sólo como tal “vigilia”), sino en nuevo servicio a los hermanos… Y constatando que Tú, junto al Espíritu Santo, volvisteis a engendrar. Y ahí está esa Iglesia Santa a la que me debo y por la que soy lo que soy.

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