jueves, 24 de mayo de 2012

ESPÍRITU SANTO 6


San Juan, de nuevo (14, 22-27), nos lleva a esa acción del Espíritu Santo, Consolador, Abogado, Defensor, Inspirador, que el Padre enviará en el nombre de Jesús, para que cuanto hemos oído a Jesús, nos lo vaya enseñando o recordándolo, o interiorizándolo en nosotros.  Porque no consiste la fe en que sepamos, sino en que las cosas las gustemos internamente (dice San Ignacio de Loyola).    “gustar” no es simple “tener gusto”, “experimentar con gusto”…, sino meterse dentro de nosotros como algo tan nuestro como nuestros mismos órganos interiores. Como la respiración indispensable, como el corazón qu late, como la sangre que corre por las venas.  Mientras no “gustemos” así, internamente”, lo que nos enseña Jesús, no habremos entrado en el camino auténtico de la criatura nueva, “renovada a imagen de su Señor”.  Pues es el Espíritu Santo quien será ese aceite que se adentra y empapa y se extiende, para hacernos llegar a la verdad completa…, a gustar internamente todo lo que Yo os he dicho.  Ya avisa también Jesús que ese Espíritu Santo no va a inventar nada, no va a dar algo “suyo”, sino que tomará de lo mío, dice Jesús.  El último secreto, pues, es el propio Jesús, la Palabra de Jesús, adentrarse en el Evangelio…  Y eso se hará bajo la acción suave y transformadora del Espíritu Santo, que tiene que hacer así nuevas todas las cosas.  ¿Nuevas?  Como si lo fueran.  Porque bien sabemos que pasamos años sin comprender alguna cosa, sin que nos diga nada…, y un día parece como que hemos descubierto aquello mismo que llevábamos años “oyendo” pero nunca se nos había adentrado con Luz del Espíritu de Dios.

LITURGIA DEL DÍA
Todo el acento debe estar hoy en el Evangelio:  la oración de Jesús por nosotros, los que creemos por la palabra de los apóstoles, es decir, de la Iglesia, que nos trasmite la predicación apostólica…, la misma Palabra de Jesús.  Ruega Jesús por ellos…, por nosotros, porque mi deseo es que estén conmigo los que Tú, Padre, me encomendaste.  Y ruego para que donde Yo estoy, estén ellos y participen de mi gloria, la que Tú me diste porque me amabas, antes de la creación del mundo.  Y que el amor que Tú me tenías esté en ellos, como también Yo estoy en ellos.  Así es: la gran fuerza de esta oración es que Jesús está en nosotros, ue el Espíritu habita en nosotros, y que cuando el Padre nos mira, ya está viendo el rostro de Jesús.
La primera lectura muestra hasta qué punto se da la volubilidad en “la verdad” de los hombres.  Porque Pablo va a ser juzgado por un tribunal de fariseos y saduceos.  Pablo se da cuenta y recurre a la treta de su fe en la resurrección…, realidad que los fariseos admiten (la resurrección de muertos), y los saduceos no. Y acaba peleándose el tribunal, y no juzgan a Pablo.  Y se queda uno pensando: ¿es ésta la verdad de los hombres?, ¿es ésta la objetividad de los juicios que hacemos?  ¿Realmente estamos buscando la verdad o cada uno nos cogemos a nuestra falsa “verdad”?
De verdad que apena vernos a los propios creyentes en nuestros enjuiciamientos y “sentencias” cuando tantas y tantas veces nos estamos buscando y defendiendo a nosotros mismos, y no la verdad ni la objetividad de las cosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!