viernes, 18 de mayo de 2012

ESPÍRITU SANTO 1


EL ESPÍRITU SANTO
             Aunque ayer empecé el tema de la Liturgia de la Misa –y está escrito el 2º capítulo- voy a hacer un paréntesis porque estamos en plena “novena” al Espíritu Santo.
             Es evidente que hablar del Espíritu Santo es estar zambullidos en el Nuevo Testamento.  Es el espíritu del Padre y del Hijo…, el mutuos amor infinito entre los dos, realidad revelada por Cristo.
             Pero puede uno remontarse perfectamente a los mismos orígenes de la revelación, el Génesis, la CREACIÓN para encontrar ya allí referencias que nos hablan de ese ESPÍRITU.  Espíritu que aleteaba sobre las aguas para dar vida; Espírito que como soplo o aliento vital [todo es una sola palabra hebrea que indica lo sutil], Dios inspiró en las narices de Adán Cuando “aquello” era solo materia (fuere la que fuere, y que Dios tuvo como soporte de la creación del hombre), ese aliento de vida, que crea la imagen de Dios, es el Espíritu de Dios.
             Jeremías (31, 31) profetiza mi Ley en el interior, escrita sobre los corazones.  Esa Ley, pues, no viene desde mandatos, leyes, imposiciones o mandamientos, sino escrita por Dios en los corazones. Y esa Ley es la que hará que sean su pueblo.  La que aparece en tantas expresiones contemporáneas, que distinguen “leyes, constituciones, mandatos y decretos” de ña Ley interior escrita e impresa en los corazones, que da valor humano y divino a todo otro modo de sentirse impulsado.  A la ley humana o eclesial, siempre se opone el gusanillo de “hacer lo prohibido”, de saltarse la norma.  A la Ley interior escrita en el corazón, no le hacen falta guardianes ni policías. Se vive.  Es la diferencia que señala Ezequiel (36, 22) al oponer corazones de piedra [tablas de la Ley, o mandamientos del Sinaí], a corazones nuevos, de carne…, que tienen infundido mi Espíritu en vosotros (dice Dios).
             Desde luego todo esto nos mete en un EXAMEN DE CONCIENCIA  de nuestros modos de ser y actuar que hace saltar muchos cerrojos, actitudes, prejuicios, soberbias y susceptibilidades.

LITURGIA DEL DÍA
          1ª lectura: sigue esa obsesiva persecución contra Pablo por parte de los judíos, hasta el punto de llevarlo ante un Tribunal. Romano. Galión (procónsul de Acaya) ni se entera de qué va la cosa, y se inhibe: eso son cosas vuestras; resolvedlas vosotros.  El moderno: ese es tu problema, expresión del egoísmo galopante, por el que “allá os la arregléis” (aunque pueda haber daño de terceros). Y lo hubo, pagando el pato el que no se había metido en nada: el jefe de la sinagoga.  Galión se hizo el sueco.  [¡Qué fotografía más perfecta de tantas situaciones reales actuales…, y quizás mías!].
          Lo evidente es que un pagano no puede ni oler lo espiritual sobrenatural.  Y menos aún lo dimes y diretes de gentes interesadas en sacar adelante la suya sin tener razones racionales (permitid esa redundancia, pero es expresiva).
          Lo evidente es que esa lucha dentro de un mismo terreno religioso y basados judíos y Pablo en una misma base –Dios-, resultaría ininteligible no ya sólo a Galión sino al Papa de Roma.
          Evangelio:  Toma el mismo versículo final de ayer para explicar que la tristeza de “un “poco que no me veréis”, se convertirá en alegría para nosotros. La comparación con el parto está muy humana, por parte de Jesús, porque la madre sufre los dolores del parto y la incertidumbre… Pero eso es nada, comparado con la inmensa alegría del momento en que recibe a la criatura en sus brazos.
          El sacrificio nuestro, el sufrimiento, la tristeza de un mal terreno, nunca se comparará con la inenarrable alegría de un encuentro con Jesús…, de una esperanza –que se hará realidad- de acabar echándose para siempre en el Corazón de nuestro Amado Jesús.



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