domingo, 20 de mayo de 2012

¡AL CIELO; AL CIELO!


LA ASCENSIÓN
             La lectura que hoy nos narra el hecho de la Ascensión de Jesucristo al Cielo es la 1ª lectura. San Lucas retoma el final de su primer libro (el Evangelio) y pone por delante un resumen de lo que fue ese Evangelio: la vida, Pasión, muerte y Resurrección de Jesús. De su último relato toma esa advertencia de Jesús a sus apóstoles de que esperen en Jerusalén aguardando la Promesa que Jesús les ha hecho de su Espíritu Santo. Y luego quedan citados todos en el Monte cercano y allí Jesús, ante la vista e todos, comienza su vuelo hacia las alturas, en símbolo de que la suprema realidad está siempre por encima de las cosas y realidades de la tierra. Pero esa visión queda truncada por una nube que se interpone, porque lo que importa no es el símbolo de la subida sino el mensaje esencial:  que Jesús vuelve al Padre, de donde salió.  Pero que nos ha dejado a nosotros la tierra y sus realidades, y que ahí tenemos que hacer presente a Cristo, que no es sólo que “vendrá” sino que “esta”.  Está en cada persona, está en Palabra y obras –su Evangelio-, su Iglesia que empieza a nacer. Y ahí es donde queda abierta la labor del creyente.
             San Pablo lo expresa vivamente en sub carta a los fieles de Éfeso: El Padre del Cielo os dé entendimiento para conocer esta novedad grandiosa: la esperanza que se nos injerta n el alma, la riqueza extraordinaria y poderosa del mismo Cristo, ya triunfador, que recoge a toda persona, sea de la nación que sea y del color que sea, y la introduce juntamente con Él en la gloria.  Porque Él sube como la cabeza de un Cuerpo…, pero el Cuerpo no pude quedar separado de su cabeza, y a dónde va la Cabeza le seguiremos los miembros de ese Cuerpo, con la plenitud que nos trasmite la savia de Jesucristo.
             San Mateo pone su broche final a su Evangelio con un mandato, que tenemos que sentir presente para nosotros: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio por todas partes.  No es una “devoción”, una “posibilidad más”… Es un MANDATO pleno y absoluto.  Nadie puede quedarse fuera de este mandato del Señor: SU EVANGELIO tiene que expandirse por el mundo.  Y el mundo de cada uno es el que tiene a su alcance, incluso “alargando la mano” un poco más.  Su Evangelio es que yo y tú y el otro, trasmitamos Evangelio en nuestras palabras, con nuestros hechos, con nuestros silencios prudentes, con nuestros gestos.  Jesús no va a pedir que quitemos determinadas devociones, pero en tanto valen en cuanto que el Evangelio se haga presente en ellas o a través de ellas. No nos salvan nuestras prácticas devotas, ni responden a su mandato.
             Adónde nos impulsa imperativamente es hacia una forma de vida que desde el pensamiento al gesto, a la palabra y a la acción, rezumen EVANGELIO.  Y ese Evangelio CREÍDO (que no es lo mismo que hablado o leído de papagayos), supone echar demonios.  ¡Y los hay!  Menos demonios de cuernos y rabillo, y muchos más de pasiones humanas, de sentimientos ocultos, de reacciones instintivas, de exclusiones cordiales. Urgencia de hablar un nuevo lenguaje, que no es sólo de palabras sino de actitudes, de detalles, de cerrojos que saltan en esos recovecos que tenemos cada uno, que nos hacen hipócritas y falsos cuando por delante expresamos una cosa y estamos haciendo otra por detrás. Otra señal de CREER (tan distinto de “piadosas apariencias” es no dejar que nos envenenen…, ni nosotros dejarnos envenenar…, por muchas serpientes que serpeen alrededor, ni venenos que nos llegan.  Porque el que realmente CREE EL EVANGELIO, irá siendo médico que cura enfermedades y enfermos y los sana.

             Que uno se pregunta ante la EUCARISTÍA, si nuestras comuniones llevan en sí esta batería. Si nuestras comuniones son realmente comunión en el Cuerpo de Cristo; si no estamos comulgando por fuera y haciendo exclusiones por dentro.  Si parece abrir el corazón al acercarse al Cuerpo de Cristo, y echando cerrojos y llaves para no dejar entrar a otros.  Cada día me impresiona más este momento, porque pienso mucho en Pablo, el día que llamó tan seriamente la atención a aquellos fieles divididos en el momento de la comunión, y les  advirtió escalofriantemente que eso no es celebrar la Cena del Señor.

FLOR  A MARÍA
             “Que se me paralice la mano derecha, si no me acuerdo de Ti”

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