miércoles, 2 de mayo de 2012

Diez días de oración


DIEZ DÍAS DE ORACIÓN  Hechos 1, 15-26

                Los apóstoles –junto con María, la Madre de Jesús- se han retirado y perseveran en la oración, a la expectativa de la promesa de Jesús: “hasta que recibáis la fuerza que viene de lo alto”.  Son diez días entre Ascensión y Pentecostés (=”pente” es un prefijo que indica 50, y por tanto es 50 días después de la Resurrección).
                Pedro se planteó un tema de no poca envergadura para un judío. Si Jesús había elegido 12 apóstoles, no había sido por una corazonada  de ese número sino por ese respeto y sentido tan especial que tenía para el pueblo judío la división de las doce tribus de Israel, según los 12 hijos de Jacob.
                Por tanto, si han quedado ahora sólo Once, no es vano plantearse que Jesús quiso Doce.  Y será labor de ellos,, de su oración, de su discernimiento, elegir a uno que venga a ocupar el puesto que ha dejado vacante Judas por su traición y muerte por su propia desesperación.  Ahora bien: no se trataría de elegir a quienes ellos pudieran pensar por su cuenta. Debe reunir dos condiciones esenciales (que en realidad es la que iguala a la elección que ellos tuvieron por parte de Jesús:  una condición, que sea un varón que haya estado en el seguimiento de Jesús “durante todo el tiempo en que entró y salió entre nosotros el Señor Jesús”.   Y segunda condición:  “Sea testigo de la Resurrección como nosotros”.  Un hombre que quedado “cogido” totalmente por el hecho de la Resurrección en su sentir, vivir y actuar.
                En oración particular se pusieron a buscar, ante Dios, quiénes podrían reunir esas condiciones.  Fueron pareciendo nombres en las mentes de cada uno…, que luego se iban reduciendo, y cuando llegan a poner en común el fruto de su discernimiento, aparecen dos nombres: José Barsabás y Matías.  Pero ahí ya no saben avanzar más.
                Estamos ante un evidente caso de discernimiento importantísimo.  Dios no se manifiesta abiertamente.  Por ahí, no hay luz.  Vueltos a la oración para vivir la experiencia de movimientos del alma, bajo las iluminaciones de la gracia, tampoco.  Queda recurrir a “lo humano”, a sabiendas de que en lo humano también tiene Dios su manera de expresarse.  Y deciden echarlo a suertes, pero orando a Dios: Tú Señor, conocedor de los corazones de todos, muestra a cuál de éstos TE ESCOGISTE, uno de los dos.  Por tanto: ellos ya han puesto todo lo que estaba en u mano.  Ahora es Dios el que tiene que poner la suya.  Y con esa seguridad, proceden a “echar las suertes”.
                Y salió elegido Matías.  Y tuvieron la plena seguridad de que era Dios quien elegía.  Y nunca más volverían sobre la posible duda de si fue o no fue lo que debía ser.  San Ignacio de Loyola, maestro de discernimiento, dice expresamente que cuando se ha elegido honradamente ante Dios, nunca más se vuelve sobre esa elección, mientras no surgieran elementos que cambiaran las circunstancias.  Han elegido rectamente y bien elegido está. Y estamos raspando el final de los diez días…


LITURGIA DEL DÍA
                Unas pinceladas:  la 1ª lectura, vocación peculiar, elección de Dios, a través de la acción directa del Espíritu Santo, de Bernabé y Saulo para una misión nueva, equiparable a los apóstoles
                En el Evangelio, dos notas a resaltar:  El que oiga mis palabras… Por tanto, suprema importancia de oír la Palabra de Jesús.  Tan importante que, aunque Jesús no juzga a nadie, la Palabra que Él ha anunciado será la que juzgue:  el que la acepta y el que la rechaza o minusvalora.  “Esa lo juzgara el último día” .  Ahí está el punto esencial. Naturalmente OÍR no es simple sonido al oído, sino vida conforme a esa palabra de Jesús.

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