domingo, 1 de abril de 2012

Comienza Semana Santa

DOMINGO DE RAMOS

Un proceso litúrgico muy completo. Comienza con la Procesión de Ramos, que evoca a la triunfal entra de Jesús, Hijo de David, en la Ciudad Santa. Nunca quiso Jesús que se le declarara abiertamente Mesías. Ahora deja que se le aclame y proclame como tal. Un gesto de última instancia ante un pueblo que no lo ha reconocido, y unos responsables religiosos de la fe de Israel, que se le han opuesto frontalmente, dificultan la salvación que venía a traerles. Ahora deja rienda suelta a sus discípulos y gentes emocionadas, que crean una gran fiesta de alegría con cánticos, agitar de ramas, mantos tendidos por el suelo, en una explosión de júbilo. Llegará al Templo y allí le saldrán al paso los sacerdotes para que haga callar aquellos cantos t aclamaciones. Jesús profetiza que aunque ellos callen, hablarán las piedras, o los mismos niños de pecho.

De ahí se pasa a la lectura primera en que se expresa el sentir mesiánico que viene a pronunciar una palabra de júbilo al que está abatido. Y es el propio Jesús quien ofrece sus espaldas para recibir los golpes que corresponden a los otros, y las humillaciones y mofas, los salivazos y los insultos, pero muy a sabiendas de no quedar en destrucción vergonzosa. La realidad es que –como expresa la 2ª lectura- Cristo entra en el mundo como un hombre cualquiera. Por decirlo llanamente, se ha dejado a la puerta de este mundo su categoría y potencia de Dios, y se ha abajado hasta la misma debilidad humana, hecho tan igual a todo hombre que es ahora uno de tantos. Así padecerá desde la misma basura humana el sufrimiento de la humanidad, para desde abajo, izarla de nuevo hacia una nueva realidad de salvación. Esa se realiza en la dura Pasión en que los hombres lo destruyen humanamente llevándolo al tormento espantoso, humillante y despersonalizador de la cruz. ¡Obediencia que destruye la desobediencia humana –encarnada en Adán-¡, y por la que Dios le ensalza sobre toda criatura, y le da el Nombre sobre todo nombre, ante el que caigan postrados en el Cielo, en la Tierra y en el abismo..

Jesucristo es ahora exaltado en Gloria, que es precisamente la Gloria de Dios Padre, que le recibe a su derecha y pone al mundo bajo sus pies. Y queda así cerrado el círculo, con una humanidad envuelta ya en la Humanidad de Cristo, y por tanto en vías de victoria y triunfo. Aunque por el camino de la Cruz.

TENGO SED

En ese dolorido rezo de Jesús, que ha experimentado la misteriosa ausencia de Dios, Jesús ha rezado y ha quedado serenamente mirando su vida y su historia. Y encuentra un sentimiento ardiente de sed. Tengo sed es como un resumen de sensaciones de su vida. Vino al mundo para llenar al mundo del manantial de la Gracia, y muere, lanzado por ese mismo mundo hacia “lo alto”. El mundo no lo quiere, Y Dios –desde “lo alto”- tampoco sale al paso.

Ha perdido mucha sangre. Una fiebre altísima por todo el traumatismo de su cuerpo, le ha producido una sed real espantosa. La lengua se le pega al paladar; sus labios son como una tea. Instintivamente susurra ese “Tengo sed”, porque verdaderamente la tiene. Hubo un gesto de humanidad en el soldado que moja una esponja en agua y vinagre – mezcla más refrescante- y se la acercó a los labios, aunque se mofaran los compañeros. Jesús, delicado siempre, agradece el gesto y acerca los labios, pero no bebe. Cierto que le abrasa la sed natural, pero hay otra sed que no mitiga su angustia en esos momentos. El trabajo realizado con aquel pueblo, el amor efectivo con que se acercó a pobres, pecadores, enfermos y a toda clase de necesidad, no ha sido correspondido. Una vida dedicada a dar, y no ha recibido más respuesta que la que ahora mismo tiene delante. Y eso provoca sed ardiente.

TENGO SED es palabra que pronunciamos todos los mortales. Ansiamos mucho más de lo que recibimos. El egoísmo propio y ajeno nos conduce a una espantosa sed. Ni en la familia, ni en la amistad, ni en la forma de comunidad y comunicación en que nos desenvolvemos…, llega a quedar saciada nuestra sed legítima de correspondencia. Otras veces, no tan legítima, cuando es mi propio egoísmo, mi encerramiento en mi pequeño mundo, lo que provoca esta ansiedad.

TENGO SED de sentirme persona y no instrumento. De ser amado sin que pretendan poseerme. De ser yo capaz de amar a fondo perdido. De que el vecino se haga cargo de mi sed y yo de la suya, pero volando los dos con la libertad del pájaro, y no esclavizados a ridículos modos que coartan, que obligan a replegarse para defender un último bastión de sí mismo.

TENGO SED de una fe desprendida, que no “utilice” a Dios, sino que vaya sólo a amar y servir. Que esté convencido de que vine no a ser servido sino a servir, pero no a que cada cual –yendo a lo suyo- no tome en consideración que el amor es reciprocidad y no ordeñar la ubre del bueno, del justo, del que pretende tener un corazón abierto.

TENGO SED de un mundo más humano, más justo, más comprensivo, que tome más en consideración a los necesitados de cualquier tipo, sin demagogias con la palabra “pobres”, sino descubriendo otras terribles pobrezas que no aparecen tanto, y que “socialmente” quedan impermeables al sentir de muchos. Sed ardiente de un mundo sin guerras, sin facciones políticas, ni sociales, ni religiosas, ni regionales, ni partidistas. Sin el negocio trágico de la vida de los no nacidos y de los ancianos “inútiles” (para producir), ni la inconsciencia del sexo bruto y sin contenido de un hedonismo destructor de la persona.

TENGO SED…, me abraso de sed. Vivo así en la propia sed de Jesús, que está casi expirando y el mundo se divierte blasfemamente a su costa.

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