jueves, 12 de abril de 2012

Camino de Luz, 3

3ª.- LAS MUJERES EN EL SEPULCRO

Cuando sepultaron a Jesús no hubo tiempo de hacer los honores fúnebres a su cadáver, en una cultura donde el enterramiento va rodeado de perfumes y una preparación muy delicada del muerto. Dos mujeres, al menos, de las que acompañaban a Jesús, lo han visto y –la verdad- les ha quedado muy mal sabor. Pero ni allí tenían aromas ni había tiempo. Hubieron de conformarse con la mezcla que llevó José de Arimatea, más esparcida sobre el cuerpo de Jesús que debidamente embalsamado. Y así tuvieron que bajarse a toda prisa, para estar en sus casas antes de las 6 de la tarde.

María Magdalena y la de Cleofás se pusieron juntas en aquella triste bajada desde el Gólgota y comentaron que ellas tenían que subir en cuanto apuntara el primer día de la semana, una vez acabado el gran Sábado. Y es posible que antes de irse a sus casas, ya se proveyeron de los ungüentos necesarios.

Muy de mañana, todavía a obscuras de se primer día, se reunían con otra María (que aparece en los diversos relatos) y emprendían la subida al sepulcro. De seguro no sabrían que el sepulcro estaba custodiado por soldados enviados por Pilato a instancias de los sacerdotes.

La única duda –que ni siquiera preocupación- era quién les ayudaría a remover la pesadísima piedra redonda que cerraba el sepulcro. Pero como si aquello no fuera más que un trámite (y la verdad es que ¿quién podría haber a aquellas horas por aquellos parajes? Subían codo con codo por el mismo miedo de la obscuridad que todavía había, aunque empezara a despuntar una ráfaga de la aurora. Y enfilaron finalmente el sepulcro, y –de lejos- observan con estupor que la losa está quitada.

María Magdalena no se lo piensa. Se hace “su película”, deja en el suelo su hatillo con lo que llevaba, y grita: Se han llevado al Señor… Aumentó el miedo de las otras mujeres. Y María se lanza a correr cuesta abajo, camino del Cenáculo, adonde llega jadeante y llorosa, sin poder hablar, aporreando la puerta para que le abran a aquellas horas. También dentro sienten pánico temiendo lo peor de una persecución. María grita: ¡Abridme! Y sin poder hacerse entender por su nerviosismo y falta de oxígeno tras su carrera, puede dar –por fin- su terrible recado Se han llevado el cuerpo del Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

Si dejamos ahora ese lugar y nos vamos al sepulcro, lo primero que extraña es que lo soldados guardianes no están. También ellos han sufrido un ataque de pánico cuando en medio de la noche se ha rodado sola la gran piedra, y se han quedado como petrificados. Y luego, de inmediato, a huir. A dar cuenta a los sacerdotes. Y los sacerdotes le dan una gran cantidad de dinero para que guarden silencio. Ya que no puedan negar los hechos aquellos jefes, al menos que no se diga nada. Que callando es como si nada hubiera ocurrido. “Que si llega a oídos del Presidente”, decís que mientras dormíais, se lo llevaron sus discípulos. Muy curioso: unos vigilantes, dormidos. Y unos dormidos que testifican que fueron los discípulos quienes se llevaron el cadáver.

Si nos acercamos a las mujeres, van aterradas pero haciendo de tripas corazón, y se atreven hasta llegar al sepulcro, y se asoman. Para un evangelista, dentro hay ángeles; para otro, hay un joven vestido de blanco. Poco varía la cosa. El mensaje ya lo sabemos, y es el nuclear: Ved que no está aquí, porque HA RESUCITADO. Id a anunciarlo a sus discípulos. No era plato de gusto para unas mujeres que, por ser mujeres no eran testigos válidos de nada…, y porque poco confiaban que les fueran a creer. [Por supuesto no ven a Jesús, como compendiaba Mateo en su narración incluyendo momentos posteriores que aún no han sucedido (si seguimos el relato en su complejidad, y escuchamos más tarde a los discípulos que huyen a Emaús, que declaran que unas mujeres les han soliviantado diciendo que hasta visiones de ángeles han visto…, pero a Él no).

Nuevamente se dividen las narraciones evangélicas: unos dicen que fueron a los apóstoles; otro que no se atrevieron. De todas formas, ni que fueran, las creyeron.

¿Y no os preguntáis cómo aquellas mujeres no se encuentran en su descenso con los dos discípulos que ya van de camino, ante el terrible anuncio de María Magdalena? [Y sólo había una vía, la vía dolorosa]. Sería mucho preguntar a estos relatos y a la finalidad de sus relatores.

LITURGIA DEL DÍA

La curación del lisiado da nuevos vuelos a Pedro para proclamar la RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO, que se hace cada vez más patente entre aquellos oyentes y testigos de hechos tan peculiares. Quiere decir que lo que toca ahora es arrepentirse y convertirse para recibir el consuelo del Señor.

En el Evangelio, con la llegada emocionada de los huidos que regresan convertidos, tenemos un relato que es el mismo de Juan 20, pero con diferencias esenciales. Aquí el miedo, la sorpresa, la facilidad de imaginar fantasmas, se dan en un grupo donde están otros discípulos además de los apóstoles. Y entonces se desenvuelve por caminos muy diversos. Jesús, con su cuerpo resucitado come… ¿…?, para hacerse “real” y que no vean fantasmas… Y les abre el entendimiento para comprender las Escrituras…, ¡pero advirtiendo muy mucho que aún no saben nada, porque para saber (con sabiduría cristiana), necesitan esperar la fuerza de lo Alto. [Aparecerá si se sigue leyendo unos renglones más debajo de donde queda cortada la lectura de hoy].

1 comentario:

  1. Anónimo11:41 a. m.

    Mas que convertidos que implica un proceso más amplio en la vida cristiana, yo diría que los dos discípulos que regresan de Emaus, regresan CONVENCIDOS.

    Convencidos de que verdaderamente ese Jesús era Cristo, el Mesías, y que había resucitado. Ellos habían logrado ver que lo que decían las Escrituras era verdad y se había cumplido.

    Al aparecerse Jesús en aquel primer día de la semana, los discípulos están "encerrados" por miedo a los judios. Jesús se les presenta. San Lucas cuenta que se quedaron atónitos al ver a Jesús. Lo normal. San Juan 20, no cuenta ese detalle, porque Juan enfoca a otro lado. La alegría que obtienen al "darse cuenta" que es verdaderamente el Señor resucitado.

    San Lucas menciona que Jesús les invita a tocarle, para que se den cuenta que es Dios y Hombre verdadero. Ha resucitado al tercer día. Y Jesús les da aún otra señal para que no duden. Come delante de ellos. No será la primera vez que Jesús coma con ellos después de resucitar.

    En cuanto a la última frase yo la diría de otra forma. Los discípulos en ese punto ya saben algo, pero les falta una cosa. Según el Evangelio de San Lucas, deben ser revestidos del Poder de lo Alto, y según el libro de los Hechos de los Apóstoles, es más concreto al decir: "recibiréis una fuerza, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros". Porque sin esa fuerza no se puede ser testigo de Jesucristo, vivir y transmitir la fe. La sabiduría cristiana, cuyo principio es el temor del Señor (Salmo 111:10) (Provebios 1:7 - 9:10)(Job 28:28)

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