domingo, 29 de abril de 2012

LITURGIA DEL DOMINGO 4º DE PASCUA


LITURGIA DEL DÍA
            Avanzando con las lecturas, por su orden, lo primero que encontramos como base de arranque y fundamento de todo lo demás es la repetida esencia del cristianismo:  que Jesús, el que fue muerto por las autoridades judías, y la implicación de un pueblo, ha resucitado, y su Nombre, su obra, su Persona, quedan constituidos base y punto de arranque para una novedad definitiva.  Y el lisiado del Templo ha recobrado su vigor y se ha puesto en pie, quede bien claro, dice Pedro, que ha sido por el Nombre de ese Jesús al que vosotros despreciasteis, y al que Dios ha exaltado sobre todo.  El mundo pretenderá una y otra vez anular la Persona de Jesús; intentará por mil medios anular su Nombre, apartarlo de la mente de todos.  Y sin embargo ese Nombre, ese Jesús muerto y resucitado seguirá siendo la fuerza y el motor de una vida que no puede acabar nunca.
            Ese Jesús no ha elevado a la inmnsa grandeza de ser Hijos de Dios.  Y no es una palabra, un dicho, una ficción.  Es que realmente lo somos, porque el día que Jesús se hizo un hombre entre nosotros, nos metió tan dentro de Él que –junto a él, el Hijo- nos ha constituido hijos a nosotros, que no sólo tenemos ya eso, sino que aún nos queda la impensable maravilla de poder ver a Dios y mirarle y conocerlo cara a cara.
            Mientras tanto, Él Jesús se nos hace BUEN PASTOR para conducirnos por buenos pastos hasta ese encuentro con Dios.  Para nosotros puede decirnos menos esa imagen, pero para aquel pueblo al que Jesús le hablaba, era toda una gran alegría.  Dios fue conocido y sentido como Pastor de su rebaño: El Señor es mi Pastor; nada me falta.  Pero los pastores que Dios puso para ser en la tierra sus brazos para conducir a rebaño, se aprovecharon de sus ovejas, esquilmando su lana, y comiéndose su carne.  Y Dios –entonces- prometió un pastor bueno que llevara a sus ovejas a buenos pastos, ls defendiera del lobo y las protegiera a buen recaudo.
            Llega Jesús ahora, y dice:  Yo soy el buen Pastor; Yo entrego mi vida por las ovejas, Yo las conduzco y defiendo; yo las alimento y guardo.  Los pastores mercenarios huyen cuando ven venir al lobo.  Yo me adelanto y las defiendo.  Y mi sueño es recoger también en mi aprisco a esas otras ovejas –que también son mías- pero que aún no están en mi rebaño.  Pero lo estarán.
            Jesús se marchó un día al Cielo.  En su lugar puso buenos pastores con el encargo: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Ellos seguirían poniendo a otros que les sustituyeran…  Y así llegamos a este momento en que la Iglesia celebra el día del BUEN PASTOR, poniendo su mirada en cada uno de los Pastores que hoy conducen a su grey.  Y es obra de todos los cristianos pedir insistentemente por esos Pastores –Sacerdotes, Religiosos, Religiosas, laicos consagrados…, y yo diría también: padres de familia, educadores, Maestros…, para que sintámosla gran responsabilidad de hacer vivo al PASTOR BUENO, Jesucristo, en el momento presente.  Y que sepamos ir –y conducir a otros- al pasto esencial de la Eucaristía, sin la cual no puede alimentarse la fe ni la vida cristiana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!