sábado, 14 de abril de 2012

Camino de la Luz, 5

5º.- APARECE A MARÍA MAGDALENA (Jn 20, 11-18)

El evangelista Juan se luce en la descripción de este relato. María Magdalena, hundida y desesperanzada, ha dado el recado del robo del cuerpo del Señor, que ella se ha figurado. Han subido dos discípulos al sepulcro. Ahora, una vez repuesta de su asfixia anímica, Magdalena se va otra vez al sepulcro, porque ya que no tiene al Maestro, al menos allí está el sepulcro. ¡No se encuentra con los dos discípulos qu han subido! (Este dato sirve muy bien para comprender que nosotros “componemos” lo que los evangelistas no intentaron –ni de lejos- hacer). Magdalena llega al sepulcro y se asoma. Y se pone a llorar. Nuevamente se asoma y se topa de bruces con unos ángeles que le hablan. En cualquier texto evangélico en que salgan los ángeles, se produce temor y echarse por los suelos. Aquí no: para ella es como andar por casa. Y hasta le hablan los ángeles (Mujer, ¿por qué lloras?), y ella responde como lo más normal con su idea fija: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Y abatida se retira a llorar a es corta distancia en que se había situado, con sus ojos clavados en el sepulcro, y llorando en sus desconsuelo.

Oyó ruido muy cerca. Ella da por supuesto que es el jardinero, y ni mira. El “jardinero” le hace la misma pregunta…, pero “más completa”: Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Y sin mirarlo siquiera le dice: “Señor: su tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo iré y lo tomaré”. Analizar este párrafo es de un regusto peculiar. Al “jardinero” le llama: “señor”. Le dice, como lo más normal si tú TE LO HAS LLEVADO El “jardinero” tendría que decirle: ¿de qué o de quién hablas? Porque él no podía saber el pensamiento de aquella mujer, y en qué está pensando. Si él se lo hubiera llevado, resultaría absurdo pedirle que “me digas dónde lo has puesto”. Es que suena a “la guerra de Gila). “Y yo iré y lo tomaré”. Otra vez el absurdo total, porque aquella mujer está hablando de ir por el cadáver y echárselo a cuestas para recuperarlo. Ni que decir tiene que el verdadero “Jardinero” debió sentir una serie de sentimientos muy diversos: de una parte, esa amorosa sonrisa de quien ve dónde está el único pensamiento que le cabe a aquella mujer, y que ese pensamiento se centra y se cierra en el amor al Maestro. Si pensamos lo que podría pensar quien fuera el “jardinero”, no hay más remedio que aceptar que él la considerase un mujer “loca” (enloquecida, disparatada, obsesionada, sin lógica).

En Jesús se levantó el único sentimiento que cabía en Él: con un tono y un matiz, y un énfasis irrepetibles –yo les aseguro que “me lo intento imaginar” y hasta “pronunciar dentro de mí”, pero jamás lo puedo expresar hacia afuera, porque siempre me quedo corto), Jesús hizo lo que era más significativo en ese momento: ¡MARÍA…! Nombrarla, pronunciar su nombre; encerrar en esa palabra todos los matices de admiración, ternura, emoción…, y mostrarle “la locura” que ella tenía…: “Estás loca…” Pero en Jesús era una alabanza profunda, porque Él conocía muy bien cuál era la “locura” de aquella mujer.

“¡MARÍA!” fue el revulsivo más grande. María ni miró. Se giró sobre sí, y se tiró alocadamente (no podía ser menos) a los pies de Jesús, los asió fuertemente, y pronunció la otra expresión correspondiente: “¡RABBONÍ! (con la Í acentuada). Era mucho más que el título normal: “Rabboni”, Para el hebreo, esa acentuación expresaba posesión. No era simplemente “Maestro”, sino ¡Maestro mío! Y allí siguió llorando –ahora de muy diferente forma- asida a los pies de Jesús como quien pretende que ya no se le pueda ir más. Jesús la dejó. Sabía bien que tenía que desahogar todo el dolor y angustia de muchas horas. Aguardo Jesús que aquel llanto se sosegara. Y cuando ya fue el momento, Jesús la constituye apóstol de sus apóstoles: Suelta ya. Ahora ve y dile a mis hermanos… Se trataba de una embajada de esperanza, y ella –la desesperanzada- iba a ser así testigo fidedigno de que había visto al Señor, y me ha dicho esto y esto.

Misión específica de Jesús Resucitado, EL SEÑOR, es CONSOLAR y CREAR PAZ. Y ya ha empezado esa carrera vertiginosa del DOMINGO de la Resurrección…: sí, ya escribo DOMINGO, porque ya es LA HORA NUEVA DEL SEÑOR (=Dóminus, de donde se deriva “domingo” o día del Señor). Hemos entrado en otra ERA…

LITURGIA DEL DÍA

El paso de los hechos va poniendo las cosas y a las personas en su sitio. Los sacerdotes reconocen que aquello que han hecho Pedro y Juan es un milagro, y no lo pueden discutir. Y que aquellos hombres son gente sin letras y que, sin embargo, no tienen los sacerdotes razones para rebatir sus argumentos, es otro hecho evidente. Solución: intentar silenciarlos. Que no sigan divulgando y mencionando ese nombre. Razones, ningunas. Pero si están callados, a ellos no les hace daño.

Y Pedro tiene que dar una humilde y contundente respuesta: Decidnos vosotros si es lícito obedecer a vosotros antes que a Dios. Otra vez no tienen respuesta. Se anclan en la sinrazón y simplemente repiten la prohibición. No hallaban manera de castigarlos razonablemente.

El Evangelio es de San Marcos. La hermenéutica (o ciencia de la interpretación) bíblica) tiene un principio básico: el relato cuanto más corto, más real. El Evangelio de Marcos, considerado generalmente como el más primitivo –y por ello más breve que los demás- se limita a una enumeración rápida de ese DOMINGO, sin abrirse en dramatizaciones explanadas. Su resumen se completa con un encargo esencial del Resucitado, que nos tiene que emocionar, porque ahí entramos nosotros: Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda persona. [Habrá un añadido simbólico muy interesante; pero eso lo veremos en el desarrollo del “Camino de Luz”, cuando llegue su momento].

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