miércoles, 11 de abril de 2012

Camino de la Luz, 2

2º.- Jesús aparece a su Madre

San Ignacio de Loyola comienza la vida gloriosa en su libro de los Ejercicios Espirituales [299] con la APARICIÓN de Jesús a su Madre. Y dice: “Esto, aunque no se diga en la Escritura, se da por supuesto al decir que se apareció a tantos otros; porque la Escritura supone que tenemos entendimiento, como está escrito: También vosotros estáis sin entendimiento”.

Es, pues, momento que la persona que sabe lo que es la oración aprovecha con devoción especial de su espíritu. ¿Dónde estaba María? Cuando el día de la Cena dio Jesús las claves a la avanzadilla de discípulos que habían de prepararla, les habló de una sala arriba, lo que significa al menos “un arriba” y un “abajo”. Eso, por lo menos. Y puede pensarse que María está allí, como lo estuvo después en su tiempo de oración, junto a los apóstoles (“se subieron a la habitación superior”). María está, pues, esta madrugada del primer día –como más lógico, a solas, como lo ha estado buena parte del tiempo, desde el regreso del sepulcro. A solas con su dolor profundo; a solas con su sentir de fe abandonada y expectante. Descansa en su lecho tras las horas duras de su soledad, de su luto…

Ya más hacia la madrugada, algo le pone en dormivela de modo que percibe un resplandor inusual en medio de la noche. Como una esperanza que empieza a tomar cuerpo, María se incorpora… Mira a la ventana. Pone atención. Una aurora se atisba en su horizonte, aunque no es aún la hora para el alba. María se echa al suelo. Mira. Algo así como melodía de canto celeste percibe. Y como aquel resplandor que vieron los pastores de Belén y que se transformó en legión del ejército celestial, lo que se hace ahora es una luz diáfana, brillante…, de PRESENCIA. No son ángeles. ¡Es su Hijo que se le viene a los brazos!, que la aprieta contra su pecho…, mientras suena fuera un “Alégrate, Reina del Cielo, porque el que llevaste en tu seno, HA RSSUCITADO!” Y un sonoro eco de ALELIYAS va marcando la noche, los aires…

María se siente en el cielo, acogida por aquellos anchos brazos de Jesús. Los mismos de Nazaret…, pero con marcas de agujeros brillantes en manos y pies… ¿Es su Hijo!, que –como lo dijo tantas veces, HA VENIDO EN PLENITUD DE VIDA Ella no estuvo en la transfiguración, pero ahora brillaba todo con esa luminosidad que transfundía el Cristo triunfante de la muerte. Y las dos mejillas permanecieron unidas un buen rato… Ella no diría nada a los apóstoles, porque bien conocía la repetida advertencia de Jesús –en su vida mortal- de no declararlo Mesías… Cada cual tenía que descubrirlo, a través de las obras de Jesús. Y ahora, con aquellos discípulos hundidos, perdida toda esperanza, desconsolados y hasta algunos que ya estaban dispuestos a huir de Jerusalén, María sabe que debe dejar toda la iniciativa a su Hijo, que sabe –mejor que nadie- los tiempos, las situaciones, las enseñanzas que ha de ir completando.

Por otra parte, al ser María “Tipo de la Iglesia” –como al cabo del tiempo declararon los Padres Conciliares-, esta aparición a María es considerada como APARICIÓN A LA PRIMERA CREYENTE, y por tanto, en Ella, aparición a la Iglesia, a los creyentes.

De ahí que nosotros podamos ver ya a Jesús en la Iglesia, a Jesús triunfante y vencedor, con esa fuerza imponente de la Liturgia Pascual, que se mete por los poros de cada uno. ¡De aquella Comunidad naciente, que experimentaba fehacientemente, que Cristo vivía en ellos, y actuaba en ellos… Ahí está esa descripción de LOS CREYENTES, como testigo de la Resurrección del Señor, con mucha fuerza, que nos describe San Lucas en el libro de los Hechos.

Ahora ya se ha dado el salto desde Caná, en que aún no había entre tú y Yo, como dijo entonces Jesús (porque no había llegado “su hora”). Pero ya HA LLEGADO SU HORA, “Mujer” en Caná; “MUJER” en el encargo de la cruz… YA María queda incorporada a la obra misma de Cristo, el Señor, aunque cada cual en su rango. Pero Ella, la primera de los CREYENTES y prototipo de la Iglesia. La aparición a Ella es también prototipo de la aparición (experiencias de Resurrección) en la Iglesia, en nosotros.

LITURGIA DEL DÍA

Para más abundamiento, a Pedro y Juan le pide el lisiado una limosna a la puerta Hermosa del Templo. Pedro le dice: Míranos. No tengo plata ni oro, pero lo que tengo, te lo doy En el nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar. Pedro, la Iglesia, en nombre de Jesucristo que está presente y vivo allí en ellos, hacen la misma obra de Jesús, de levantar al lisiado de su camastro. Y el hombre da brincos, alabando a Dios, y entrando en el Templo por su pie. ¡Eso es experiencia de Resurrección en la Comunidad primitiva.

Los de Emaús huyen. Esperábamos… Ya no esperan. Todos los datos que tienen, no les sirven. A Jesús no lo ha visto nadie aún. [Ya se ve que Lucas va por otro lado que Juan, que ya había relatado que María Magdalena sí había visto a Jesús]. El “peregrino” va desvelando, abriendo la luz de la esperanza… Y –como en intencionada catequesis eucarística (basta leer la descripción final con idénticas palabras y gestos que la Cena)-, los dos discípulos “descubrieron a Jesús al partir el pan”. Y como por arte de magia, Jesús desaparece. No –simplemente- se va… He ahí la gran diferencia de estos relatos apologéticos.

2 comentarios:

  1. Anónimo11:39 a. m.

    Por eso decía Juan Pablo II: “Los evangelios no nos hablan de una aparición de Jesús resucitado a María. De todos modos, como Ella estuvo de manera especialmente cercana a la cruz del Hijo, hubo de tener también una experiencia privilegiada de su resurrección”

    Juan Pablo II, Discurso en el santuario de Nª Sª de la Alborada, Guayaquil, 31 de enero de 1985


    fectivamente, los Evangelios no relatan ninguna aparición de Jesucristo a María Santísima, pero la omisión de tal referencia no indica que dicho acontecimiento no haya tenido lugar. Por el contrario, una antiquísima tradición conmemora dicha aparición como la primera de las apariciones de Cristo. El arte ha dejado plasmado esto en los inmortales versos del poeta cristiano Sedulio, quien en el siglo V, sostenía que Cristo se manifestó en el esplendor de la vida resucitada ante todo a su madre. En efecto, dice el poeta, ella, que en la Anunciación fue el camino de su ingreso en el mundo, estaba llamada a difundir la maravillosa noticia de la resurrección, para anunciar su gloriosa venida. Así inundada por la gloria del Resucitado, ella anticipa el “resplandor” de la Iglesia 1.

    Haciéndose eco de esta tradición, San Ignacio, en la Cuarta Semana de sus Ejercicios Espirituales, sugiere la meditación de este paso con las siguientes palabras: “Primero: apareció a la Virgen María, lo cual, aunque no se diga en la Escritura, se tiene por dicho, en decir que apareció a tantos otros; porque la Escritura supone que tenemos entendimiento, como está escrito: ‘¿También vosotros estáis sin entendimiento?’”.

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  2. Anónimo12:13 p. m.

    Lo que tienen Pedro y Juan, así como otros creyentes de las primeras comunidades cristianas es la verdadera experiencia de CRISTO RESUCITADO. La experiencia de fe, sumada a la fidelidad a Cristo vivida en el cumplimiento de su Palabra en sus vidas.

    En cuanto a los discípulos de Emaus, uno de los cuales se llamaba Cleofás, según lo cita San Lucas, al estar incrédulos por no llegar a comprender lo que citaban los profetas en la Sagrada Escritura. De modo que Jesús les llama INSENSATOS, es decir personas no con buen juicio de las cosas y madurez suficiente. También les llama "TARDOS DE CORAZÓN PARA CREER", es decir que a pesar de conocer las Escrituras, y saber lo que estas dicen, no creen lo que estas dicen, y por eso van lamentándose por el camino. La falta de fe, es causa de sufrimientos. Y Jesús se arma de paciencia y les cita las Escrituras desde Moisés hasta el último de los profetas, para que comprendan. De todas formas, no sólo la Escritura sirve para convencer a Cleofás y su compañero, a pesar de que mientras Jesús les citaba las Escrituras Sagradas sentían físicamente en su interior una sensación extraña y positiva. Esa es la sensación que tiene el creyente cuando se acerca a la Palabra de Dios y la escucha. Sabe en su interior que es verdad. Pero faltaba algo definitivo. El gesto de "Tomar y partir el pan y pronunciar la bendición" (SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA). Es ahí donde COMPRENDEN y CREEN, y van gozosos y anuncian a los Apóstoles que el Señor verdaderamente ha resucitado. Si quieres tener al Señor, búscalo en la Palabra y en la Eucaristía. Si te falta una de las dos cosas, vas cojo. Eso explica muchas cosas. Sectas, divisiones, enemistades entre cristianos, celos, envidias, y cosas semejantes a esas. Dice San Marcos que los Once tampoco creyeron a la primera a Cleofás y el otro discípulo. Les faltaba VER, y Jesús les echa en cara su incredulidad y dureza de corazón, por no creer a los dos mensajeros. ¿Desconfiamos unos de otros?

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