lunes, 23 de abril de 2012

Camino de Luz 14


14ª.- “EN GALILEA”   (Mt 28, 16-20)

                ¿Estaban en Galilea? ¿”Galilea” para San Mateo expresa lugar favorable, más que geográfico?  Porque hemos estado todo el tiempo en Jerusalén y volveremos a Jerusalén de nuevo.  Entronca San Mateo con el encuentro del ángel con las  mujeres la madrugada de aquel primer día, donde acaba con el recado a los discípulos, diciendo: irá delante de vosotros a Galilea;  allí me veréis.  San Marcos, cuya descripción tiene sus puntos de coincidencia con ese “Galilea” del primer evangelista, lo cuenta como continuación de la síntesis que hace de la “aparición a los Once”, que ha sido en Jerusalén.  Y dice: Y les dijo…” Un “y” copulativo, y nada dice de que  haya un traslado a la región de Galilea.

                Dos puntos comunes en Mateo y Marcos son el Bautismo y el envío, tan esenciales, que dicen mucho de que se trata de la misma aparición. Estamos en un momento de enorme trascendencia para la Religión naciente. El bautismo en toda religión y cultura –con el nombre que sea- supone una consagración, compromiso o pertenencia a una nueva situación.   Jesús vuelve a poner delante el supremo poder recibido en el Cielo y en la tierra (por tanto es poder que sólo viene de Dios), y con ese poder envía, da la misión a sus apóstoles.  Y con un imperativo ID, les lanza al mundo entero, a todas las gentes, para bautizarlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. “El Nombre”, definitorio de la persona, no es sólo un “nombre”; es la persona misma.  Y entonces “bautizar” es dedicar en exclusiva a esas gentes para el Padre, para el Hijo y para el Espíritu Santo. Expresa así una señal indeleble por la que las gentes que reciban ese bautismo quedan marcadas para siempre con esa señal de pertenencia definitiva a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
                La palabra que se ha usado para indicar esa “marca” es el griego “jaracter”, la misma palabra que expresa la marca a fuego de las reses para que sean siempre identificadas como pertenencia de un determinado dueño. De ahí el “carácter bautismal”, con el que queda definido el sentido indeleble del bautismo cristiano.
                ¿Y adónde lleva?  A “enseñarles a practicar todo lo que os he mandado”.  Mi bautismo llena, por tanto, una consagración de plena pertenencia a Dios…, de exigencia de fidelidad mía a Dios, al que pertenezco.
                Mi bautismo, que me viene desde Jesús mismo y su renacer de nuevo por el agua y el Espíritu anunciado a Nicodemo, me ha sumergido en un mundo nuevo del que yo no soy dueño, sino en el sentido sublime de mi libre aceptación y voluntaria elección de ese don que he recibido.
                Con mi bautismo –puede decirse- inicio cada Eucaristía en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y la acabo con el envío imperativo final del IR EN PAZ.
                Se ha tratado de relegar la palabra MISA para designar la celebración eucarística, y sin embargo “misa” es una forma castellanizada de “missa” en latín, perteneciente al verbo ENVIAR.  De ahí que se haya descafeinado el “Podéis ir en paz” como una “despedida”, cuando en realidad es un MANDATO es el propio ID de Cristo, enviando…  Y cuando la Celebración parece haber acabado, en realidad lo que el celebrante hace es espolear a los fieles –bautizados- a cumplir su misión de ir trasmitiendo la paz y el buen hacer de Cristo por dondequiera que vayan.
                De ahí que las palabras con las que el evangelista cierra su Evangelio, son las que dan permanente actualidad a ese Evangelio: Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.  En efecto: esta es la experiencia sublime del CREYENTE:  que no es un individuo particular, aislado… Es miembro de la familia de Dios, y en quien se está repitiendo día a día la propia presencia del Señor Jesús.

LITURGIA DEL DÍA
                Destaca en la primera lectura cómo las hostigaciones que han venido sufriendo los apóstoles, van cuajando en una persecución mucho más abierta, centrada ahora en la persona de Esteban, un hombre recto y recio, que va con la verdad por delante, y sus enemigos (ya ha tomado parte el pueblo…; quien siembre vientos, recoge tempestades), y llegan a la calumnia para acabar con él.
                En el Evangelio, surge la extrañeza de que Jesús esté en Cafarnaúm, siendo así que no se había embarcado con los discípulos (y sólo había una lancha). A la pregunta extrañada de las gentes, Jesús les advierte que lo buscan más por haberles dado el pan que por buscarlo a El. Pero en realidad Jesús está preparando el terreno para emprender su otra línea de enseñanza sobre el nuevo pan que Él les va a dar.
                Dos lecturas que aún no están en el centro de sus correspondientes temas, pero los están preparando.

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