martes, 24 de abril de 2012

Camino de Luz 15


15ª.- LOS SIGNOS DEL QUE CREE   (Mc 16, 17-18)

             San Mateo nos ponía por delante el envío.  Un bautizado no puede quedarse parado cuando ha recibido en sí una fuente a aguas vivas. Tiene que salir a dar, regar, fecundar, hacer discípulos, hacer evangelios vivientes a todas las personas que encuentre a su paso.  Tiene que contagiar. No puede guardarse el tesoro para sí; su talento tiene que producir otro tanto.
             Marcos lo concreta: el que crea y se bautice, tiene la salvación de Dios; el que no crea, encuentra daño. [dannum=condena].  Pero al que cree se le nota por UNAS SEÑALES.
             Primera señal: expulsarán demonios  Demonio del egoísmo, del pesimismo, de la negatividad, del hozar en la porquería, de revolcarse en los fangos de lo feo (o de lo que mira con ojos sucios).  Cuentan de un monje de una extraña Congregación que sólo podían decir dos palabras al año un día determinado. La primera ocasión fue para decir: “cama dura”.  Al año siguiente: “Comida nala”. Al tercero: “mucho frío”.  Y el pobre escarabajo pelotero sólo le quedó por decir una cosa al cuarto año: “Me voy”. Y abandonó el Monasterio.  Chiste es, pero los hay de “cama dura”. Y lo que sigue será igual.  Cusan pesar, Dan lástima. Llegan a provocar vómito.
             La segunda señal: hablarán lenguas nuevas. ¡Dichoso el hombre de ojos limpios!, decía Balán, el profeta.  El que cree cambia el chip y, aunque haya demonios y bolas de estiércol en su camino, se hacen mariposas que vuelan y siembran colores. “Lenguas nuevas”: la vida mirada con alegría, desde la vertiente luminosa. Silenciando la sombra y absortos en el rayo de luz. “Lenguas nuevas” para comentar, para expresar opinión, para juzgar alguna cosa. “Lenguas nuevas que trasmitan paz, optimismo, ilusiones. Que se viva a gusto con ese CREYENTE, porque realmente trasmite el gozo del Resucitado.
             Y la tercera señal, completa lo anterior:  no es que no haya pócimas mortíferos ni serpientes venenosas  Las hay.  Pero cuando hay uno que cree, puede coger la serpiente en sus manos, o beber el veneno, y no le hace daño. Naturalmente llevan ya inoculado el antídoto que les libera de tal veneno, venga de donde venga. Sea de su propio entorno cercano, y aun de su mismo interior (siempre viciado por el pecado original). Venga de la política, venga de lo que sea. ¡No le hará daño!  Vive por encima de todo eso.  Los “venenos” pueden estar. El que cree, no se envenena.
             Al final, como definitivo: impondrán las manos en los enfermos y los sanarán.  Ahí está la consecuencia y la relevancia del que verdaderamente cree y es testigo de la Resurrección.  Así concluye Marcos su BUENA NOTICIA, la descripción de JESUCRISTO, EL HIJO DE DIOS, como puso en el primer versículo de su Evangelio.  El que verdaderamente cree es contagioso.  Contagia salud, libera al enfermo, inocula alegría, hace ver al ciego, o quita los barrotes al de “ojos presos” (como los de Emaús”). “La boca del mudo hablará y los cojos saltarán”.  Ahí es donde uno siente esa brisa fresca que le deja vivir.

LITURGIA DEL DÍA
             Finalmente revienta la persecución con la muerte de Esteban.  Todo comenzó solapado. Intereses políticos, falsas defensas partidistas, engaños y mentiras, labor de zapa con un pueblo…, que cuando quieren acudir, no pueden ya pararlo. Han despertado a la fiera, y la fiera devora.  Esteban murió viendo el Cielo abierto y la gloria de Dios. Los perseguidores, rechinando. ¡La diferencia entre la verdad y la mentira!
             En el Evangelio, va Jesús orientando la conversación hacia el desemboque final: YO SOY EL PAN DEL CIELO; el que vine a Mi no pasará hambre, y el que cree en mí, nunca pasará sed.  ¿Por qué habrá tantos sedientos en la vida)

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