lunes, 8 de febrero de 2016

8 febrero: El borde del manto

Liturgia
          Salomón ha construido el Templo. El Templo estaba destinado a que el Arca de la Alianza tuviera un ligar digno donde estar. Y ahora se organiza el traslado del Arca al lugar Santo de ese Templo. Los sacerdotes portan el Arca. (1Reg 8, 1-7. 9-13). Dice aquí que sólo contenía las dos Tablas de la Ley que Moisés había colocado en el Arca en el monte Horeb. En otros pasajes se habla de que también estaba la vara de Aarón, la de los prodigios en Egipto. Y situaron el Arca en el lugar santo y cuando salieron los sacerdotes de allí, cubrió el lugar una densa nube, que era –por tiempos inmemoriales- el signo de la Gloria de Dios que se enseñoreaba del lugar. Salomón tiene su satisfacción de haber construido un lugar digno donde resida para siempre el Arca Santa.

          Mc 6, 53-56 no nos trasmite ningún hecho concreto. Ha omitido la lectura continua los dos sucesos consecutivos de la multiplicación de los panes y Jesús andando sobre las aguas del Lago. Hoy nos lleva el relato al desembarco posterior en tierras de Genesaret. Apenas pone el pie en tierra las gentes lo advierten y se vienen a ir con él en sus correrías por la comarca. Las gentes –como ovejas sin pastor- han encontrado en Jesús a quien les atiende, les habla como personas, les explica, les muestra a Dios, que resulta no ser aquel que casi era una amenaza en la forma en que lo presentaban los doctores de la ley y los fariseos. Jesús les ponía por delante un Dios misericordioso y de Corazón abierto, un Dios acogedor que no amenaza sino que abraza a la persona, y está más abierto a perdonar.
          Evidente es que las gentes se arremolinaran sobre Jesús. Además de curarle a sus enfermos, les curaba también el alma a todos con esa nueva presentación de Dios, o lo que pudiéramos decir –empleando palabras de Jesus-, la “presentación del Reino de Dios”.
          Aldea a la que llegaba, las gentes ya –advertidas- le sacaban a sus enfermos a las puertas de las casas para que las viera al pasar. El resto ya quedaba en aquel Corazón tan abierto a toda necesidad. Y Jesús pasaba curando. Y de los que le seguían, había muchos que tenían sus carencias de salud y le pedían a Jesús que les permitiese tocar el filo de su manto.
          Esto tiene mucha más trascendencia que lo que puede parecer a primera vista. Porque tiene su “tradición” y su significado. Ya Moisés había dicho que los sacerdotes llevasen flecos en su manto, para que al ver esos flecos las gentes tuvieran un recuerdo de Dios. Por eso el filo del manto no era simplemente “rozar” algo de Jesús. Para las gentes había una referencia mucho más importante. Jesús no llevaba flecos pero “el borde del manto” ya evocaba una fuerza divina. No había flecos pero estaba Jesús mismo que dejaba escapar la potencia de su Persona que ya atraía y daba confianza por sí misma. Y las gentes, tocando aquel borde del manto de Jesús, quedaban curados de su dolencia.
         

          Quiera Dios que el mundo actual encuentre “signos” que le muevan a descubrir a Dios y a poder ser sanado de tanta carencia moral y humana. Que ya que se ha apartado de Él y que lo desconoce porque ha perdido su figura, pueda descubrir su mano a través de esos signos. Que surja ese movimiento centrípeto hacia el Corazón de Dios, en donde vayamos todos reconociendo la fuerza de bondad, con-pasión, mano tendida y abrazo abierto de un Dios que es todo misericordia, que no toma ninguna represalia. Que el mundo de hoy pueda siquiera rozar el “borde del manto de Dios”, y dejarse así curar por el amor de ese Dios que se hace presente de mil maneras en la historia actual de la humanidad.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:06 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    EL PECADO.

    LA MISERICORDIA Y EL PECADO:-El Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios con los pecadores.
    "Dios que te ha creado sin ti, no te salvará sin ti"..La acogida de su misericordia exige de nosotros la confesión de nuestros pecados."Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia" (Jn 1,8,9)
    ¿Por qué el pecador debe dirigirse a Dios y pedirle perdón?.-Cualquir pecado destruye,oscurece o niega el bien; pero Dios es muy bueno y el origen de todo bien. Por eso cualquier pecado se dirige (también)contra Dios y, en el contacto con él, debe ser ordenado.
    ¿Cómo sabe el hombre que ha pecado?.-Un hombre sabe que ha pecado porque su conciencia le acusa y le mueve a confesar sus faltas ante Dios

    Continuará

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  2. Jesús valoraba a cada persona y se preocupaba de los enfermos y de los despreciados y les curaba de sus enfermedades y les devolvía su dignidad, todo Él comunicaba bondad,Paz y gozo; todos los pueblos lo acogían con júbilo, porque su Presencia los transformaba.

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