miércoles, 24 de febrero de 2016

24 febrero: Ante Anás

Liturgia
          Reconozco que no he sabido encontrar hoy el punto  confluencia de las dos lecturas que nos propone hoy el 2º miércoles de Cuaresma. En la primera (Jer 18, 18-20) el profeta detecta la incitación de los malos a perseguirlo, y su súplica a Dios: oye cómo me acosan y me pagan mal por el bien que les he hecho. Acuérdate de cómo estuve en tu presencia intercediendo por ellos. Es la imagen el justo perseguido, y –por su parte- de ese justo que se confía a Dios.
          En el evangelio (Mt 20, 17-28) Jesús anuncia una vez más su pasión y muerte, y halla en sus apóstoles la incomprensión, porque no sólo no le siguen su anuncio sino que se intentan escapar por la tangente. Juan y Santiago buscando los primeros puestos de privilegio en el imaginario reino humano de Jesús. Y los otros disgustándose por esa pretensión de los dos hermanos, porque –al fin y al cabo- les suponía no ser ellos los escogidos para esos puestos. Jesús tiene que cambiarles completamente el chip. Estar en esos puestos de “privilegio” supone beber el cáliz que Él va a beber. Y aun entonces, el estar “a la derecha o a la izquierda” no es algo que él decide sino Dios. Más aún: las “oposiciones” a tan altos cargos no se dirimen pretendiendo mandar sino sirviendo y haciéndose unos los esclavos de los otros. Como Jesús mismo, que no ha venido a ser servido y mandar sino a dar su vida en rescate por todos.

PASIÓN DE JESÚS
          A Jesús lo condujeron a casa de Anás y no a Caifás que era el Pontífice. Aquellos guardias habían ido ya aleccionados por Anás para que la primera parada fuera ante él. Anás no había perdonado las veces que Jesús le había dejado el resuello dentro del cuerpo en aquellas ocasiones en que –siendo Pontífice- había pretendido atacar a Jesús, y había salido malparado. Ahora era su hora, con un Jesús venido a menos, maniatado y preso, al que ahora podía dominar. Y con su sorna, viendo a Jesús con sus ojos y semblante humillados, le pregunta por sus discípulos y su doctrina. La primera parte de la interrogación era muy dolorosa para Jesús. No podía responder sobre ellos porque a la vista estaba que ni uno solo había estado a la altura de las circunstancias. Y como no iba a acusarlos, optó por el silencio en esa pare. De su doctrina salía él fiador. Pero ¿qué le podía resumir, y en aquellas circunstancias? ¿Ni qué le iba a escuchar? Y optó por remitirse a los que me han escuchado. Yo he hablado públicamente. En secreto no he dicho nada. Lo que hablé en el Templo y en las sinagogas fue escuchado por los mismos sacerdotes. Pregunta a los que me han escuchado. Ellos saben lo que he hablado.
          Sabía Jesús que era inútil otra respuesta. Aquí se remitía a los testigos, con lo que será todo mucho más objetivo.
          Y Anás se quedó sin saber por dónde salir. Era una verdad tan clara que por ahí habría que haber empezado. Y como el guardia que custodiaba a Jesús se dio cuenta de que el jefe se había quedado colgado, optó por abofetear a Jesús que así responde al pontífice. En realidad Anás no era pontífice sino el suegro del actual pontífice. Lo que pasa es que aquel “pontificado” se había convertido en el “cortijillo” familiar y “tú te quitas y yo me pongo”… La bofetada del criado había venido tan de improviso y tan por la espalda que Jesús se tambaleó. Y rehaciéndose, miro fijamente a Anás, que era quien tenía que corregir aquel desmadre. Anás no le pudo sostener la mirada y disimuló mirando a otro lado y dando por buena la acción del guardia, y tragándose la propia humillación que aquello le suponía.

          Jesús no quiso dejar pasar por alto aquella situación y se volvió al criado y le preguntó con toda autoridad: Si he hablado mal, dime en qué estuvo lo malo. Y si no dije nada malo, ¿por qué me pegas? Más humillado estaba Anás porque no podía ni defender al guardia ni quería dar la razón a Jesús. Y sin embargo él se sentía en este momento directamente acusado en su propia conciencia. Jesús, el preso, el que estaba maniatado, otra vez le había ganado la batalla. Y Anás optó por un gesto que indicaba que se llevaran al preso de su presencia. El camino lógico para un juicio más en condiciones (si tal fuese) había de llevarlo adelante Caifás. A él lo remitió atado. Que Anás se quedaba con su humillación dentro, porque muy bien sabía que había procedido indignamente en aquella ocasión.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:15 a. m.

    CATECISMO DE IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    LA COMUNIDAD HUMANA.

    "HAY QUE OBEDECER A DIOS ANTES QUE A LO HOMBRES" (Hch 5,29)

    ¿CUÁNDO SE EJERCE LA AUTORIDAD LEGÍTIMAMENTE?.-La autoridad se ejerce legítimamente cuando trabaja al servicio del "BIEN COMÜN" y emplea medios justos para alcanzarlos.
    Las personas deben poder fiarse de que viven en un "estado de derecho", en el que existen reglas vinculantes para todos. Nadie debe atenerse a leyes que sean arbitrarias o injustas o que contradigan el orden moral natural. En ese caso existe el derecho o, en algunas circunstancias, incluso el deber de la resistencia.

    BIEN COMÜN:-El "bien común" es el bien común a todos. Comprende en sí "el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permitan a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección.

    ResponderEliminar
  2. Monseñor Cañizares, que acompañó al Papa Francisco a Méjico, dijo a su regreso, que el Santo Padre está preocupado por la situación política de España. Vivimos en una sociedad con grandes posibilidades y, a la vez con grandes contradicciones: Defendemos los derechos del ciudadano y se practica el aborto. Pedimos respeto a la dignidad de la persona humana y se permite el genocidio de colectivos enteros.¿Nos preocupamos debidamente por el BIEN COMÚN DEL ESTADO ESPAÑOL? Ahí queda eso. Un abrazo. MªJosé

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!