lunes, 15 de febrero de 2016

15 enero: Comienzo de la Cena

HEMOS ESTADO SIN INTERNET TODA LA MAÑANA
Notas a la Liturgia del día
          Sed santos porque Yo, el Señor vuestro Dios soy santo”. Gran llamada y gran “consecuencia”. La santidad a la que somos llamados viene de que Dios, que nos llama, es Santo. Y Moisés va poniendo ante los israelitas un código de conducta que es una maravilla, que gana a todas las legislaciones de países contemporáneos. Es para leerlo.
          Jesús lo llevará a la cima de la santidad poniendo la práctica de la misericordia no ya como obras que se hacen a otros semejantes sino que se le hacen al propio Jesús. O que se le dejan hacer a él. Dew manera que en el ocaso de la vida, nos juzgarán del amor, como expresó en frase imponente San Juan de la Cruz.

PASIÓN DE JESÚS
          Jesús había anunciado su padecer. Los apóstoles acababan de oírlo. Ya no volvería Jesús a sentarse  a la mesa en este mundo. Y como una huida hacia adelante, como quien quiere tapar el mal trago, la conversación que originan ellos es cuál de ellos es el mayor. No podía ser más inoportuno aquello. Jesús tuvo que volver a empezar, como tantas otras veces: El que de vosotros quiera ser el mayor, sea como el menor y el que manda como el que sirve. Y tragando saliva ante Judas allí presente, les dice con enorme ternura: Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas.
          Pero las palabras resbalaban y Jesús pasó a los hechos. Dice significativamente el evangelista que “cuando ya el demonio había inspirado a Judas que lo entregase, sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos, se levantó, se quitó la túnica, se ciñó una toalla, echó agua en una pequeña tina y se fue derecho a sus apóstoles para lavarle los pies. Echados como estaban en los divanes, era un signo más que un lavatorio como tal. Y fue lavando los pies a sus discípulos, que se miraban unos a otros y no se atrevían a reaccionar. Salvo cuando llegó a Pedro, quien encogió los pies y dijo resueltamente: “¿Lavarme tú, Señor, a mí los pies? ¡Nunca jamás! Jesús le atajó: Tú ahora no entiendes; luego entenderás. Pedro porfió en su NO.Y Jesús tuvo que imponerse: Si yo no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo. Y Pedro pasa de ese extremo al opuesto y saca los pies y se remanga los brazos…: Pues entonces lávame los pies, las manos y hasta la cabeza. Pedro era el “pluscuamperfecto” y no acertaba en sus extremos. El Señor se limitó a decirle que no era eso lo que pretendía. Y que estáis limpios…, aunque no todos. No dejaba de martillearle a Jesús la situación de Judas, que estaba allí, y al que también le lavó los pies…, a ver si se limpiaba… “Sabía en efecto quién lo iba a entregar”.
          Luego se desciñó la toalla, recogió de nuevo su túnica, se recostó en su diván y les explicó lo que le había anunciado a Pedro que sabría “más tarde”. Primero es que me llamáis ‘Maestro y Señor’ y decís bien, porque lo soy. Podría decir: soy “el mayor”, y sin embargo me pongo a los pies vuestros… (2ª parte de la respuesta a la disputa anterior de los apóstoles). Pero había mucho más: Si yo lo he hecho así con vosotros es para que vosotros lo hagáis los unos con los otros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado. No hay nadie que sea mayor que su señor. Seréis dichosos si sabiendo estas cosas, las practicáis.
          Y de nuevo: Yo sé a quién he escogido, pero uno que come conmigo levanta contra mí su pie.
          Y ya bajando al concreto y hace un anuncio de escalofrío: En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar. Los ojos se le salían de las órbitas a aquellos hombres. Era inaudito. Se miraban unos a otros como escrutando… El propio Judas trató de disimular mirando a unos y a otros (aunque yo me sospecho que se le veía el rubor en el rostro y el desencajamiento en su mirada). Tímidamente y como no fiándose cada uno de sí mismo, fueron preguntando: ¿Soy yo acaso?
          “La mano del que me entrega moja en mi mismo plato; ¡más ay de él! que más le valiera no haber nacido. Judas ya no aguanta más la presión y pregunta con voy ronca: Acaso soy yo, Maestro. Jesus debió responderle entre dientes porque nadie se apercibió de la respuesta: Así es como has dicho. Jesús tomo un pedazo del pan, lo mojó en la salsa y se lo dio a Judas. Tras el bocado entró en él Satanás, y como estaba para explotar y el ambiente se tensaba, Jesús le dice con toda parsimonia: Judas: lo que has de hacer, hazlo pronto.
          Pensaron los compañeros que le encargaba alguna cosa, como repartir dinero a los pobres. Judas no podía soportar más aquella presión y no se lo pensó dos veces. Era evidente que Jesús lo sabía y él no podía permanecer allí ni un segundo más.

          Apostilla el evangelista con una frase terrible de varios sentidos: ERA DE NOCHE. Evidentemente ya se había hecho de noche, pero la frase de Juan cae a plan para expresar otra negrura mucho más terrible: la que había en el alma de Judas. Tan noche que ya no verá el día, pues aunque él llegó a ver amanecer, en su alma ya no hubo nunca luz.

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